¡Qué puedo hacer para liberarme de las enfermedades, sufrimientos y golpes del destino?
Gabriele, la profetisa de Dios, nos muestra cómo podemos volver a activar aquellas fuerzas que producen alivio y sanación en el alma y en el cuerpo. Los impulsos provenientes del cerebro entran al cuerpo en primera línea, a través del sistema nervioso, pero también a través del sistema hormonal.
Cuando movemos pensamientos negativos en nosotros -por ejemplo de miedo, preocupación, envidia, codicia, celos o venganza-, estos influyen sobre nuestro sistema nervioso vegetativo. Esta irritación puede afectar, a su vez, a determinados órganos, de manera que se produzcan agarrotamiento, lipotimia u otros trastornos. Además de esto, se desarmonizan las dos glándulas principales del cuerpo, la epífisis y la hipófisis, y estas envían sus señales hormonales a las demás glándulas. De esta manera se produce en el cuerpo un campo de vibración negativa, un ambiente que permite a los virus y bacterias atacarnos, atacar nuestro cuerpo.
Los pensamientos positivos son los mejores impulsos de mando para el cuerpo. Hemos visto que los agentes patógenos por sí mismos no son el origen real, la causa de nuestros trastornos de salud. La causa verdadera está en nosotros mismos, es decir, en nuestros pensamientos negativos.
Los pensamientos desarmoniosos sacan, por tanto, de la armonía a nuestro cuerpo. Si en nuestro balance hormonal y en el sistema nervioso hay regularidad, sosiego y un ritmo equilibrado, como está previsto en la naturaleza, estaremos y permaneceremos sanos, pero tan pronto como se presenten extremos agitados o bajones prolongados, nuestros órganos no podrán seguir ese ritmo, fracasarán en sus funciones y así se dará ya la base para una enfermedad orgánica. Observémonos a nosotros mismos: si nos acostamos por la noche teniendo pensamientos negativos, si atormentamos nuestro cerebro con pensamientos agresivos, tristes o torturadores, no solo el alma se volverá pobre en energía o seguirá permaneciendo sin ella, sino que también nuestro cuerpo notará que hemos desarmonizado el ritmo de sus procesos internos, es decir, que hemos desordenado el ritmo del “reloj orgánico” en nosotros. De acuerdo con este reloj, cada órgano muestra -en un momento determinado- un máximo y un mínimo de actividad. Por la mañana las cápsulas suprarrenales están, por ejemplo, sumamente activas, aunque sigamos durmiendo. Están preparando el día. Si este trabajo transcurre correctamente, por la mañana nos encontraremos fortalecidos y frescos, pero si tiene lugar un mando errado, nos despertaremos molestos y cansados.
Para que se desarrolle en una medida adecuada y en un ritmo correcto, hemos de ordenar nuestro mundo de pensamientos, pues tal como pensamos, así ocurren los procesos de mando en el cerebro y en el cuerpo.