¿Te sientes solo en la pareja, en el matrimonio o en la vejez?
Gabriele, la profetisa de Dios, nos enseña cómo dar los pasos que conducen a una felicidad verdadera y permanente. ¡Tú no estás solo: Dios está contigo!
Dios, la fuerza del interior, es la respuesta y la solución en todo.
¡Ten en cuenta la Regla de Oro de la vida!
Desarrolla una forma correcta de ver, escuchar, leer y trabajar.
Más de una persona opina que su trabajo es un medio para logar un fin, para ganar el sustento para sí y para su familia. Pensar así sería tener una actitud fatalista. Tales pensamientos no ayudan a recibir la fuerza del interior para llevar a cabo el trabajo de forma tranquila y equilibrada y lograr tener un buen día. En lugar de eso, podríamos darnos cuenta de las muchas posibilidades, escuchar y ver en el ámbito de nuestra actividad y enriquecernos en reconocimientos interiores.
En este mundo no existe nada sin que no exista un motivo para ello. Todo tiene un sentido y todo nos quiere decir algo. Preguntémonos por qué tenemos que llevar a cabo este trabajo, precisamente en este sitio, en este lugar. Es posible que, mediante esta actitud, tengamos algo que aprender justamente en ese sitio, en ese lugar. Otra posibilidad podría ser que tengamos que despertar los talentos aún latentes en nosotros. Si nuestro trabajo, nuestra actividad, corresponde a las legitimidades de los Mandamientos de Dios y a las enseñanzas de Jesús, el Cristo, entonces estamos haciendo lo que Dios quiere.
Dios es ayuda que siempre está presente. En cada trabajo o escrito se ofrece Dios para ayudarnos. No hay nada en lo que no esté la existencia universal, la fuerza universal, Dios. El espíritu de nuestro Padre eterno, Dios, es siempre amor que da y sirve. Los sentidos adiestrados y orientados a la energía universal de la persona que descansa en Dios, al leer extraen la respuesta de cada carta, de cada escrito, porque en todo lo que se nos presenta están contenidas la respuesta y la solución.
En cada conversación que tenemos que llevar a cabo está la energía universal, Dios, que nos ayuda a dar una respuesta servicial que corresponde a su ley del amor. Las reglas de oro para la vida son, como ya se mencionó, los Mandamientos de Dios y las enseñanzas de Jesús, el Cristo. Su principal mensaje, una de las frases más importantes, dice: “Lo que quieres que otros te hagan a ti, hazlo tú primero a ellos”. Esta regla para la vida puede ser utilizada cuando pensamos, hablamos y trabajamos. Si se trata de conversaciones o de contestar cartas, se podría decir lo siguiente: “Lo que no quieres que se te diga o escriba, no se lo escribas o digas a los otros”. Depende entonces de cómo se presentan las cosas al prójimo.
También el trabajo con el ordenador nos quiere decir algo. ¿Qué pulsamos? La Regla de Oro para la vida nos enseña a leer y a hablar sin prejuicios, según la medida ¡cómo quiero que se haga conmigo!
En todas las situaciones de nuestra vida en la Tierra, la ayuda está presente. Tan solo cuando hayamos aprendido a sondear en nuestras opiniones y a corregirnos antes de hablar o actuar, aprenderemos también a conocernos. Entonces sabremos quiénes somos de verdad y qué nos caracteriza a nosotros, los seres humanos.
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