Vida universal / Tú mismo eres tu enfermedad y tu salud

 

¿Qué puedo hacer para liberarme de las enfermedades, sufrimientos y golpes del destino? Gabriele, la profetisa de Dios, nos muestra cómo podemos volver a activar aquellas fuerzas que producen alivio y sanación en el alma y en el cuerpo. Cuando nos confiamos a Dios, sabemos que su mano nos acoge, pase lo que pase. Esta seguridad interna nos transmite tranquilidad y sosiego. De ahí resultan verdadera fortaleza y dominio del destino.

Por medio de la confianza en Dios, las energías pueden fluir libremente en nosotros. Esto tiene efecto, desde el punto de vista físico, primero en el cerebro y en el sistema nervioso y, a continuación, en todo el cuerpo. Para confiar en Dios, para poder confiarnos a Él, primero debemos saber quién es Dios. Para muchas personas Dios está todavía muy lejos. Él significa para ellas poco más que una palabra, con la que relacionan un sentimiento confuso y poco claro. Dado que no saben que cada ser humano en su interior, en el fondo de su alma, es un hijo de Dios, tampoco saben que Dios, nuestro Padre, nos ama. Él desea hacernos llegar en cada instante, desde su fuerza, aquello que nos ayuda, que nos libera, que nos sana y nos acerca a Él.

La fuerza, el espíritu de Dios, es omnipresente; por lo tanto, Dios, la vida, la fuerza vivificadora, la luz, está presente en todo, en todos los reinos de la naturaleza, y también en nosotros, en cada hombre y en cada alma. Dios, la vida, es ayuda y sanación.

¿Pensamos verdaderamente de manera positiva? Los pasos hacia el autorreconocimiento. Más de uno cree que lleva una vida positiva. Dice, por ejemplo: “Aprecio y valoro a mi prójimo. Estoy en completa concordancia, es más, en completa armonía con mi hermano, con mi hermana, con mi esposa, con mi esposo, con mis compañeros y compañeras de trabajo”; sin embargo, ¿es esto realmente así?

Si no examinamos nuestro mundo de pensamientos y sensaciones, la mayoría de las veces creemos que lo que decimos es positivo; no obstante, los pensamientos y sensaciones que se encuentran en capas más profundas, demuestran que nos equivocamos. Nuestras palabras aparentemente positivas no tienen, en realidad, nada que ver con una postura positiva hacia la vida, porque nuestros pensamientos y sensaciones están en contra de nuestro prójimo. Como consecuencia de ello, apenas si podemos ejercer un efecto positivo y tampoco nos es posible activar en nosotros mismos las fuerzas positivas.

Si pensamos solamente en nosotros mismos, si deseamos lo bueno solo para nosotros, si tenemos en mente solo nuestro bienestar, nuestro beneficio, es decir, si nos comportamos de manera egocéntrica, nuestra forma de pensar y actuar será negativa, no divina. Si no estamos a favor de nuestro prójimo, estaremos a favor de nosotros mismos, pensaremos solo en nosotros mismos, y así tampoco estaremos a favor de Dios, ni con Él.

Positivo es todo lo que es desinteresado, altruista. Dios es el Amor donante y desinteresado y cualquier violación del Amor de Dios es una violación de la ley de Dios. Dios, el amor omnipresente, está también en nuestro prójimo, pues Dios ama a todos sus hijos por igual.

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