Vida Universal: ¡Tú no estás solo: Dios está contigo!

¿Te sientes solo en la pareja, en el matrimonio o en la vejez?

Gabriele, la profetisa de Dios, nos enseña cómo dar los pasos que conducen a una felicidad verdadera y permanente. ¡Tú no estás solo: Dios está contigo!

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Quien siga el camino del Sermón de la Montaña, pondrá paulatinamente en orden su forma de pensar y de comportarse. Esto hace que una persona así vaya creando también, en torno a sí misma, el orden que refleja el Reino de Dios, que cada uno lleva en sí.

No se trata de decirle al otro: “Mira, pon orden en tu vida diaria para que la situación de este mundo no llegue a convertirse en caos”. Al contrario, cada uno debería llamarse a sí mismo la atención para poder convertirse en un portador de la antorcha del orden divino, para que el mundo reciba a través de él un reflejo de luz de lo bueno, de lo divino.

Dios es el amor. El mundo sólo puede ser puesto de nuevo en orden por personas que se esfuercen por hacer que reine el amor a Dios y al prójimo. El repetir una y otra vez es necesario para entender mejor; así es también en lo que se refiere a nuestros pensamientos.

Cada pensamiento que el hombre tiene es energía que entra en él mismo y lo marca. Lo que introducimos en nuestro interior es, por tanto, lo que se graba en nuestra alma y en nuestro cuerpo. Más de un lector pensará ahora: “¿Quién no es un pecador? ¿Quién no peca cada día?” Reflexionemos sobre lo siguiente: Dios está por encima del pecado. A pesar de esto, ÉL ama también al pecador más grande, aunque no a sus pecados; ÉL ama a Su hijo, que está encarcelado en el alma del hombre, así como ÉL lo creó. No hay pecado, no hay culpa que Dios no perdone, en la medida en que el hombre se arrepienta seriamente de sus pecados y no vuelva a pensar o a hacer cosas iguales o parecidas.

No existe culpa alguna que sea más grande y poderosa que el inagotable amor de Dios. Aprende a llenarte todo el día con el amor de Dios. Encuentra el camino al verdadero YO SOY en ti.

No existe un pecado que sea más grande que el amor de Dios. El amor de Dios es inagotable; por eso, tampoco hay lugar alguno donde las almas se consuman eternamente, es decir, la condenación eterna no existe. Si hubiera un lugar en el infinito donde las almas tuvieran que sufrir torturas eternamente en el fuego de sus culpas -no importa de qué grado sean-, entonces los pecados, las culpas, serían más grandes que el amor de Dios. Lo importante para cada lector de buena voluntad es tener en cuenta lo siguiente: Dios perdonará a la persona que verdaderamente se arrepienta; pero sólo se le podrá liberar de culpa cuando el alma o el ser humano que tuvo que sufrir por su causa, la perdone. Si pedimos diariamente la fuerza para reconocernos y pedimos a diario la fuerza del arrepentimiento, tendremos a Cristo conscientemente a nuestro lado. Por eso, examina cada noche cuánto de todo aquello que te ocupó durante el día te ha acercado a Dios. Este examen diario nos ayuda con el tiempo a observarnos mejor durante el día. Y si aprendemos a llenarnos durante todo el día con el amor de Dios, nuestra vida se volverá más ligera y nuestro corazón más libre.

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