Vida Universal / ¡Tú no estás solo: Dios está contigo!

Según sea el caso, mediante nuestra disposición de ayuda podemos resarcir al hermano o a la hermana que hemos dañado antes, apoyándolos con consejos y hechos.

“Una historia muy bonita”, tal vez pensará cualquiera y recordará algo parecido al refrán alemán que dice: “Bienaventurado el que cree. Y el que no cree, de todas maneras se va al cielo”. Esta es una frase de la que podemos deducir, entre otras cosas, que alguna vez vinimos del cielo y que a él iremos de vuelta; pero no volveremos a nuestro hogar celestial obrando con el comportamiento de la caída: “Todos contra todos”, sino únicamente en la consciencia de la unidad: “Cada uno a favor del otro y de todos”, porque Dios, la poderosa ley del “Yo Soy” es amor y unidad, no enemistad.

Si miramos este mundo, se puede decir que casi todos están contra todos. Con ello el hombre demuestra la enemistad en su manera general de comportarse y no la actitud comunitaria, igual a unidad. Quien reflexiona sobre estas relaciones causales, llegará a la conclusión de que tiene que haber una rueda cósmica, que se puede denominar “rueda de la reencarnación”.

Quien se aparta de la unidad, de Dios, de la Fuerza universal originaria, de la Ley energética del cosmos, que es amor, unidad y libertad, y en posteriores reencarnaciones peca una y otra vez contra la Ley eterna de la vida, puede quedar pegado, bajo determinadas circunstancias, a la rueda de la reencarnación, de la que solo se liberará cuando dé sus pasos hacia la Ley eterna que reina en el cosmos y que es absoluta e irrefutable.

La rueda de la reencarnación atraviesa las cuatro esferas de purificación -también llamados planos o niveles de purificación-, a los cuales pertenece la Tierra. En las cuatro esferas de purificación, incluida la Tierra, viven, por una parte, las almas desencarnadas y, por la otra, las encarnadas, los hombres en el planeta Tierra. Las almas, los seres desencarnados, tienen su existencia en los niveles de purificación de materia fina. Según sea lo que se ha grabado energéticamente en el alma, lo que la persona se procura con su comportamiento en la vida terrenal, es decir, lo correspondiente a la luz y a las sombras del alma, esta vivirá en aquel planeta de materia fina y en aquel nivel que en su vibración se parezca más a su irradiación. Esto significa, por un lado, que la persona graba su comportamiento contrario a las leyes divinas -lo que está en contra de Dios, en contra de Su Hogar eterno, en contra del Reino del amor, de la unidad y de la libertad, es decir, en contra de la Ley Absoluta- en los componentes correspondientes de su cuerpo físico y, por el otro, en su alma y, a través de ella, en los correspondientes planetas de materia fina, en cada uno de los astros cuya irradiación se asemeje más a la del alma. Con ello rige de nuevo, también después de la muerte corporal, el principio “igual atrae a igual”.

Todo lo que está en contra de la Ley eterna de la vida y que el hombre no haya purificado en su vida terrenal, se lo lleva el alma al Más Allá. El comportamiento del hombre marca no sólo su cuerpo, sino que queda grabado también en sus genes.

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