La palabra del Cristo de Dios, dada a la humanidad en agosto del 2.005, a través de Su profetisa y mensajera Gabriele, para todos los seres humanos que tienen añoranza de Dios y de una vida plena, feliz y en libertad.
¿Qué podemos hacer entonces para lograr que nuestra fe en Dios se convierta en una fe activa? La fe es la condición previa; por tanto, preguntémonos primero: ¿Creo en Dios? Si podemos dar una respuesta afirmativa, nos seguiremos preguntando: Si creo en Dios, ¿qué debería hacer para que esta fe se convierta en una fe viva. El obrar -esto nos lo enseña asimismo Cristo en Su manifestación- es el cumplimiento de las reglas divinas para la vida, el esforzarse diariamente en poner por obra en la vida diaria las leyes divinas; por consiguiente, no se trata solamente de la mera fe, sino de cumplir las leyes de Dios.
Un deseo especial del Cristo de Dios a nosotros es que apliquemos el mandamiento que Él llama la “regla para la vida”: “Lo que quieres que otros te hagan a ti, hazlo primero tú a ellos”. O dicho de otra manera: “Lo que no quieres que te hagan a ti, no se lo hagas tampoco tú a nadie”.
El otro, los otros, ¿quiénes son? Es mi prójimo, mi semejante y, en un sentido más amplio, también todas las formas de vida de la naturaleza. Si quiero acercarme a Dios, no tengo más remedio que examinar mi modo de comportarme con mi prójimo y con las demás criaturas y, en caso necesario, cambiarlo. Para cumplir la regla para la vida, el primer paso es, por consiguiente, la fe activa.
Esto significa que primero he de reconocer que a mi prójimo le hago algo que lo daña, para luego preguntarme: ¿me gustaría que me tratasen así como yo trato a mi prójimo?; sin embargo, esto no es suficiente todavía, puesto que si solo digo: “no, no lo quiero”, con ello aún no he interiorizado la fe activa en mí, en su sentido más profundo. Por eso me preguntaré a mí mismo: ¿qué quisiera yo? ¿Cómo me gustaría que se me tratase? ¿Qué tengo que hacer, en lugar de mi comportamiento equivocado? ¿Qué postura quiero tomar ahora?
¿Quién me dice qué postura interna he de tomar para no volver q cometer mis errores? La respuesta la encuentro en los Mandamientos de Dios y en las enseñanzas de Jesús, el Cristo, principalmente en el Sermón de la Montaña. Y luego se trata de que yo cambie, de acuerdo con lo que haya reconocido, pues Jesús, el Cristo, nos manifestó: “Y si el hombre no vuelve a cometer esos mismos errores, su alma se esclarece”.
El Espíritu de la vida dijo en Su manifestación: “El camino del alma en el hombre consiste en aprender, para volverse nuevamente divina”. ¿Qué hemos de aprender para encontrar el camino a nuestro origen, que es divino? El requisito es siempre: ¿Creo que yo procedo de Dios? ¿Creo que en Dios soy un ser libre, feliz, que puede volver a tomar posesión de la vida interna, que está libre de pecado y de comportamientos erróneos?
Los Diez Mandamientos de Dios y el Sermón de la Montaña de Jesús el Cristo, son una medida que corresponde a la justicia divina. Esta libertad, esta felicidad a la que nosotros aspiramos, como seres divinos que somos en nuestro interior, tiene que valer para todos los seres. Y este camino está abierto para todos los seres, si nosotros los seres humanos nos acogemos y nos tratamos entre nosotros de acuerdo con la justicia de Dios.