La palabra del Cristo de Dios, dada a la humanidad en agosto del 2.005 a través de Su profetisa y mensajera Gabriele, para todos los seres humanos que tienen añoranza de Dios y de una vida plena, feliz y en libertad. “Pues Yo, el Cristo de Dios, elevo todo a la luz de la verdad”
Compenetrémonos más con la palabra “Verdad” ¿Qué nos dice esta palabra? Sólo hay una verdad y ella es Dios y Dios es absoluto. No hay nada que interpretar, nada que suponer, no hay ‘peros’ que valgan – ¡Dios es! La verdad está segura de sí misma, no discute, no contradice. Ella aclara, pero no se defiende, no tiene nada que demostrar, ella es. Es independiente, no se deja afectar por opiniones, ideas, conceptos, teorías ni argumentos. La verdad es por siempre inalterable.
No podemos tomar la verdad para modificarla y adaptarla a nuestra conveniencia, quien la modifica, se está modificando a sí mismo pero nunca a la verdad. La verdad es absoluta, siempre donante cooperante. Podemos contar con Dios, la Verdad, Él siempre está aquí, siempre está presente. El Espíritu de la Verdad desea servirnos y ayudarnos, desea que sanemos y permanezcamos sanos, que seamos felices, pues Él es la felicidad.
Hagámonos cada vez más conscientes de ello en la vida cotidiana, hagamos lo que hagamos, vayamos a donde vayamos, Dios está presente, Él nos ama, nos sirve y nos ayuda, Él desea lo mejor para nosotros, pues es nuestro Padre amoroso. Donde está la verdad todo está abierto y manifiesto, la verdad no tiene secretos, todo en ella transparente. Sólo tiene secretos el que quiere ocultar la verdad tras falsas actuaciones.
Cuando aprendamos a volvernos veraces en todo cuanto pensamos, digamos o hagamos, encontraremos la verdad, Dios, la ley eterna, que es, dentro de Su grandeza, la sencillez y todo lo sencillo es genial.
Buscamos a Dios, la verdad, dentro de nosotros, pero Dios no nos obliga, sino que actuamos dentro de la ley del libre albedrío, Él, nuestro Padre amoroso, nos da constantemente la fuerza para creer en Él, para confiar, para sentirle, para percibirle y así acercarnos a Su ley eterna y cumplirla plenamente, y de esta manera regresar, como una gota perfecta, al océano universal de vida, al Eterno Ser de donde un día partimos libres y también libres volveremos. Si afirmamos una y otra vez “Dios es”, se irá plasmando en nuestra consciencia el querer acercarnos a Él, ya que Dios es en todo, en cada pensamiento, en cada palabra, en cada movimiento, en cada acto; un día podremos complementar: “Dios es y yo en Él”.