¿Qué puedo hacer para liberarme de las enfermedades, sufrimientos y golpes del destino? Gabriele, la profetisa de Dios, nos muestra cómo podemos volver a activar aquellas fuerzas que producen alivio y sanación en el alma y en el cuerpo.
Dios debería ser nuestro apoyo en cada situación, no importa lo que nos suceda. Esto no excluye que también alguna persona nos pueda ayudar; pero… ¡atención!: los seres humanos pueden ayudarnos solamente hasta el punto en que estemos dispuestos a abrirnos para la fuerza sanadora interna. El médico puede preparar el organismo para ello; el terapeuta contribuye a relajarnos y un interlocutor nos ayuda a disolver los nudos de nuestro ego humano, para que se abra la puerta de nuestra cárcel y la luz pueda entrar.
Especialmente en los tiempos actuales se sobrevalora a la medicina. La gente cree que puede confiar totalmente en el poder de la medicina, cree que la medicina casi ha vencido a la enfermedad y que ha retrasado en mucho el momento de la muerte; pero observemos cuánto sufrimiento existe en los hospitales, no solamente a causa de las enfermedades, sino sobre todo por lo que -en el sentido más amplio- la medicina hace con los pacientes. ¿Se puede decir entonces que la medicina es digna de confianza?
La tarea específica de un médico es ayudar al paciente, procurándole el acceso a las fuerzas sanadoras que están en el propio paciente. El médico debería conducir al paciente a la causa de la enfermedad, aliviar sus dolores y ayudarlo a llegar al lugar en el que pueda encontrar la verdadera sanación, o sea, a su interior. Un médico que quiera cumplir con su tarea en el sentido correcto, debería haber encontrado él mismo la confianza en Dios. En tiempos pasados, el médico era versado en sanación y podía despertar en el paciente la confianza en Dios. El médico ya no es un médico-sacerdote como, por ejemplo, en el antiguo Egipto o en otras altas culturas semejantes, ni tampoco es ya un sanador. Él es frecuentemente un técnico en medicina, que intenta curar solamente el cuerpo así como se repara un coche en un taller. Un auténtico médico debería dar con su vida un verdadero ejemplo que el paciente pueda concebir; por lo tanto, debería ser un modelo de la fe en Dios y de la confianza en su fuerza, que lo hace todo posible. Un médico que solamente “repara” a una persona se carga de culpa, pues la persona que se confió a él como paciente no tendrá la posibilidad de reconocerse y de eliminar la causa de su enfermedad por la actitud poco espiritual del médico. Un médico que actúa así durante una larga vida profesional puede haber quitado a muchas personas la posibilidad del autorreconocimiento o, dicho de manera drástica, no las ha sanado integralmente. Esto significa que se ha cargado de culpa.
Falta de energía en el alma y en el cuerpo por pensar negativamente. Nosotros mismos somos responsables de nuestra manera de pensar y vivir. El ser humano siempre intenta ver al otro como culpable. Dice: “Mi marido, mi mujer o mis hijos tienen la culpa de mi enfermedad. Son los disgustos con los compañeros de trabajo, el estrés y otras cosas más”.