En la futura ciudad de los retazos, ocurrirá muy pronto un hecho trascendental, en el que ella, será protagonista.
- ¡Allá va doña Victoria Carrasquero! Con nombre y apellido, tanto pobres y ricos, blancos, mestizos, negros y chontales, civiles y militares, católicos y ateos, alfabetos o no, así la mentaban en el siglo XIX trujillano.
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¿Quién puede dudar que, una mujer de crecida fortuna económica, con grandes posesiones productivas, e hija, nieta, esposa, nuera, hermana, y cuñada de próceres de la Patria, pueda tener en su vida, actos de desprendimiento y solidaridad social? Quizás los positivistas, exigirían elementos que lo corroboren. Sin embargo, por experiencia, se pueden tener actos de desprendimiento, en los que se reservan para lo interno y no para el documento, las verdaderas razones y sentimientos, buenas o malas, inclusive, de utilidad pública y social para llegar a acuerdos; huellas, indicios y presunciones que según Topolski, nos dota la ontología y el mismo contexto histórico. En la historia de los hombres de la política y de las armas, se tiene en los archivos un grueso ramillete de ese tipo de documentos.
La mujer, en el tiempo de caudillos, siendo silenciosa, afanosa, preocupada, a cargo de las economías y de la misma protección de sus familias, tomó decisiones, que promovieron sin protagonismos, verdaderas acciones de desarrollo de los pueblos. Una de ellas, Victoria Carrasquero, otra de las heroínas del Valle del Bomboy.
Su nombre completo: María Victoria del Rosario Carrasquero Vetancourt, nació en la hacienda “San Lorenzo”, en Mendoza del Bomboy, en 1822. Su madre: María de la Asunción Vetancourt Uzcátegui (Boconó 1782-Mendoza 1852), la dama que recibió al Brigadier Simón Bolívar, en su casa colonial de la hacienda “San Francisco”, en la Campaña Admirable de 1813; y su padre: Gregorio Felipe del Espíritu Santo Carrasquero Abreu, (nació en 1791), igualmente son padres de: Manuel María Carrasquero Vethencourt, nació el 8 de agosto de 1820, en Mendoza, Trujillo, Venezuela, destacado y valiente gobernador civilista de Trujillo, murió en Valera, 1892. Su hermana Lucía Carrasquero Vetancourt, esposa del Lic. Toribio Briceño Labastida Vetancourt, con estudios de derecho civil, hijo de José Miguel Labastida Briceño (el prócer independentista y heredero del Señorío de Miquía, Carache).
Era hermosa, el cronista de Valera, don Luis González, la describió: <<Traje victoriano como para amansar cualesquier miradas con ímpetus de filtrarse por terrenos vedados. Apenas, muy por allá, un escote audaz, donde es fácil percibir un bocio. En los rostros la pose imponente que se satisface en los viejos apellidos entroncados al caudillismo local>> (González, Luis. Un siglo de imágenes trujillanas. 1982);características fisonómicas que se observan en la fotografía de doña Victoria Carrasquero, tomada en 1880, cuando tenía 55 años de edad.
Esposa de Juan Pablo Labastida Briceño Vetancourt, de espíritu y quehacer republicano. El suegro de la señora Carrasquero, fue el prócer trujillano, José Miguel La Bastida Briceño, constituyente provincial por la Villa de Carache en 1811, y heredero del Señorío de Miquía, apresado en 1812, con 53 años de edad, por la traición del Indio Reyes Vargas, puesto en libertad en 1813, no abandonando la causa independentista; la madre de Juan Pablo: Candelaria Vetancourt, la llamaban “Capitana Candela”, por haber asumido las riendas de la causa en Carache, estando su esposo confinado.
Su esposo Juan Pablo y toda la familia Labastida Briceño, participaron activamente en el proceso de construcción de Colombia, la República grande y unitaria y luego, en el de Venezuela soberana; en el vic vac, entran en solidaridad con la Revolución de las Reformas de 1835, contra el gobierno de José María Vargas, en donde participó su medio hermano Ricardo Labastida.
Igualmente, en 1848, su hermano Manuel María Carrasquero, participa en el movimiento paecista, para el derrocamiento del gobierno de José Tadeo Monagas, por los que Ricardo Labastida y sus compañeros conspiradores fueron sometidos a juicio, pero se les indultó.
Juan Pablo era hermano del Lic. Rodrigo Nicolás Briceño, quien tuvo destacada actuación como Juez y Secretario General de gobierno de Trujillo, en la nueva república; la cuñada de Victoria, Concepción Briceño, casada con el prócer Ricardo Labastida (1800-1876), primer gobernador de Trujillo, jefe del partido conservador o “araguatos”. El cuñado Ángel Briceño, conspirador y defensor de su padre José Miguel el prócer, en 1813. El cuñado Francisco Miguel, quien se casó con María Ignacia Labastida Briceño, la “Castellana de San Francisco” del valle de Bomboy, hermana de Ricardo Labastida; y su otro cuñado, el licenciado Toribio Briceño, hombre de leyes de alto quilate, quien se casó con Lucia Carrasquero. De esa entidad, era el entorno revolucionario y republicano de doña Victoria Carrasquero.
Una firme y polémica decisión para su posteridad: el testamento
Victoria Carrasquero, fue una mujer organizada y de firmes decisiones, aún después de su muerte, se siguió comentando de su vida. Hizo testamento, en el que según su criterio se debía repartir su fortuna, luego herencia. A finales de 1891, pocos meses después de la negociación del “Llano de San Pedro”, fue demandada la nulidad de su testamento. En carta elaborada y suscrita por doña María Ignacia Labastida de Urdaneta, conocida en nuestra historia local como la “Castellana de San Francisco”, mujer de amplios recursos económicos, de la aristocracia terrateniente del Valle del Bomboy, abogaba por la menor Angélica Briceño nieta también de doña Victoria Carrasquero, e hija de su hija María Tereza y de Pablo María Briceño (difunto) hijo de doña Victoria, por estar perjudicados en la distribución hecha por doña Victoria.
La correspondencia está fechada en Mendoza, el 20 de noviembre de 1891, fue llevada y entregada por los yernos de doña Nacha, José Hortensio Briceño y Antonio José Braschi, dirigida al Dr. Carracciolo Parra, Rector de la Universidad de Mérida; en el fragmento que nos interesa, explica doña María Ignacia Labastida de Urdaneta, que, Victoria Carrasquero, <<Esta señora (ya difunta), dejó un testamento en que desmejoró a los antedichos afines más: estos intentan juicio de nulidad y el juez de 1ª de Trujillo oyó la petición anulando el testamento en virtud de varias ilegalidades. Los mejorados Candelaria de Vethencourt y su hijo Miguel Antonio apelan a Mérida. Es mi deseo que en vista de la injusticia testamentaria usted ha de influir en sus buenas recomendaciones para con los miembros de la Corte para que ratifiquen la sentencia de Trujillo. Así pues mi muy estimado amigo espero que usted no omitirá influencia alguna para conseguir el bien para mis hijas>> (Colaboración Dr. César Labastida. Original en Archivo Histórico de la ULA). De ese temple, estaba hecha doña Victoria Carrasquero.
Valera la ciudad de los retazos, Victoria Carrasquero y el antiguo “Llano de San Pedro”
Al quedar viuda, se puso al mando de los negocios familiares. Cuando salía en carruaje desde los sementeras de caña dulce y saucedales de la hacienda “San Lorenzo”, su heredad, vecina a “La Concepción”, tierras de Antonio Nicolás Briceño, y vecina a la hacienda “San Francisco”, propiedad de sus hermanos Labastida y su madre Asunción Vetancourt viuda de Labastida, ataviada o no con sus mejores galas, pasando por los caseríos mendocinos, no faltaba que parara para saludar a gente amiga y a sus chontales. En algunas rancherías, saltaba a tierra, a saludar como respeto a sus vecinos.
Una mañana del año 1890, se acercó a “San Lorenzo”, el Pdte. del Concejo Municipal de Valera, un caudillo vinculado a los sectores pudientes de la ciudad, especialmente a la denominada “familia imperial”. La visitó para conversar sobre la ampliación de la ciudad.
- Si usted está dispuesta a venderlo, le haría un gran aporte a Valera. Le habló grácil Juan Ignacio Montilla. Ella solicitó tiempo para meditarlo, no era cualquier cosa lo que le pedía vender, era el “Llano San Pedro”. Fue clara y firme en su respuesta:
- De decidirme a venderlo, habrá algunas condiciones que son normales, que hay que respetar. Afirmando positivamente con la cabeza, Montilla, expresó:
- El tiempo que usted necesite, y las condiciones con seguridad las discutiremos favorablemente para las partes.
La historia física de Valera, se inicia en su andadura colonial desde 1595, con la invasión de Marcos Valera y su hueste, a la meseta y pequeño lago de los Escuqueyes, la que se validó con composición; sitio que tardíamente en 1777, es avizorado por el Obispo Martí, quien lo registró como un pequeño caserío; luego con fines de parroquia eclesiástica y pueblo la donación hecha por doña Mercedes Díaz, de unas cien varas en cuadro de terreno de la finca “Santa Rita”, en el sitio de Valera, que posteriormente en 1818, sus herederos, confirman documentalmente la donación y asimismo, aportan otras dos cuadras y media más cedidas por Reyes Terán y 295 varas obsequiadas por la heredera Candelaria Díaz, para delinear el pueblo y vender solares, a modo de obtener recursos y levantar la iglesia; pero no alcanzaban los aportes de tierra, y el promotor de la obtención de ese terreno necesario para formar el pueblo, fue el Dr. Gabriel Briceño de la Torre, también donó dos cuadras de tierra de su propiedad; así, fue sumando para la construcción de la ciudad, y finalmente, en la última década del siglo XIX, la agregación del “Llano San Pedro”; en resumen, estamos ante una ciudad de agregados, de retazos de terrenos. Con este último y extenso aporte de tierra, dio el salto de aldea, a tener cuerpo geográfico de ciudad, en lo que denominó La Riva Vale, <<la nueva vida civil de Valera>>. Una ciudad compuesta, integrada y definida progresivamente de agregaciones de lotes de tierras, posesiones y heredades particulares.
En julio de 1891, se reúne con doña Victoria, en “San Lorenzo”, Mendoza del Bomboy, el representante del Concejo Municipal, para establecer la negociación.
- Pase Juan Ignacio, no se quede ahí parado. El recién llegado con cierta alegría, le expuso:
- Doña Victoria, le traigo la buena noticia, el Concejo Municipal aprobó la compra del “Llano San Pedro”, por la cantidad que hablamos, y me autorizó a mí para fijar los linderos, firmar y tratar las otras condiciones de la venta.
Aunque ella, sabía que estaba sujeta a los precios de avalúo de los peritos del gobierno, ella accedió a la venta, siempre que se respetaran a los antiguos pisatarios. No se le escaparía a ella, la suerte de su gente, los viejos pisatarios y peones del llano.
- Pues sí, ya habíamos hablado de eso, ese llano será de gran utilidad para la ciudad, la expansión principalmente. Le respondió el Munícipe.
- Claro, leí en la prensa, que <<con el empedrado y enlosado de las calles principales, van tomando forma>> (El Trujillano N° 279). Además, se ensancharán las calles, como habíamos conversado, se dejará el terreno para el templo, la plaza, la escuela, la casa municipal y el mercado cubierto, lo demás para fabricar casas. El cronista Gallegos Celis, destacó que, <<En el terreno del llano han fabricado ya algunas casas de palma>> (Gallegos, 33), que confirma la necesidad social de viviendas para aquel momento.
- Se acuerda cuando le dije <<no está lejos el día en que la pequeña aldea se convierta en populosa ciudad>> (El Trujillano. 279). Fue lapidario, Juan Ignacio Montilla.
- Por supuesto, con los años, la población de Valera, iba a crecer por todas partes. Le respondió, doña Victoria.
Económicamente la hacienda o Llano de “San Pedro”, fue productora de añil, tenía su propia <<acequia y estancos de esta industria que ejerciera don José María Briceño, y un gran caney techado de tejas donde se beneficiaban las reses destinadas al consumo>> (La Riva Vale, Alberto. Anales de Valera. Pág. 19. 1957). El producto de la añilería, como rubro era bien cotizado en el mercado internacional.
Acceder a desprenderse de una importante y apreciada posesión económica y familiar, así fuere por una negociación monetaria, para dar paso al desarrollo de la ciudad, merece por lo menos un reconocimiento. El cronista Luis González, refiere que, <<Doña Victoria Carrasquero de Briceño, esposa de don Juan Pablo Briceño, dueño de los terrenos donde se levantó el “Llano de San Pedro” en Valera durante el siglo pasado. Sobre tales terrenos se ha construido la ciudad que hoy se llama municipio Juan Ignacio Montilla>>. (Luis González. Testimonios del Periodismo Trujillano, Tomo 28. 1991). Victoria Carrasquero de Briceño, quien tenía 69 años de edad, cónyuge sobreviviente de Juan Pablo Labastida Briceño Vetancourt, vende al Concejo Municipal de Valera, el “Llano de San Pedro”.
El cronista Alberto La Riva Vale, precisa dicha negociación, <<el llano denominado San Pedro, en la nueva vida civil de Valera…fue comprado en el año 1891 por el Concejo, por la cantidad de veinte mil bolívares (Bs. 20.000), a doña Victoria Carrasquero, viuda de Juan Pablo Labastida Briceño>> (La Riva, 19), llano con el que se amplía la ciudad de Valera.
En dicha propiedad, existía una casa donde vivió la legendaria doña Narcisana de Hernández Bello, casa que luego fue de Pedro Fermín Briceño, en la cual, se alojó el Libertador, cuando invadió autorizado por el Congreso de la Nueva Granada a Venezuela en 1813. También se hospedó, ese mismo año, el brigadier realista Ramón Correa.
Otro cronista de Valera, Rafael Gallegos Celis, ahonda en el punto de la motivación y finalidad de la negociación, cuando describe la ciudad de 1900, <<La ciudad de Valera es en la actualidad una de las más importantes poblaciones del Estado Trujillo, no obstante ser la más joven de ellas>> (GALLEGO CELIS, Rafael. Valera Siglo XIX. Talleres Gráficos de Editorial Casa Blanca C.A., Mérida, Venezuela. Pág. 33.); pero limitada en cuanto a espacio para desarrollarse.
Cuando adquieren dicho llano, es porque, <<Allí en San Pedro se formará con el tiempo una gran población, pues el Concejo repartirá los solares entre las personas que puedan fabricar, con el objeto de aumentar la ciudad>> (Ídem); este es uno de los motivos y razones sociales y de utilidad pública, por los cuales se desprendió y vendió doña Victoria Carrasquero, su histórica, productiva, plana y bien ubicada hacienda, a la Municipalidad.
Para el año 1891, en que se realiza la enajenación del “Llano de San Pedro”, la tenencia y propiedad de la tierra es restringida, según datos del <<censo realizado entre el 15 y el 17 de enero, existen en Venezuela unos 19.901 pequeños y medianos propietarios dueños de unas 5.000 leguas cuadradas de tierra y 1.148 grandes propietarios poseedores de un total de 14.184 leguas cuadradas>> (Bibliofep); indicativo que la propiedad de la tierra en Valera, estaba sumamente restringida, es decir, en pocas personas.
Entre las primeras haciendas que se fundaron en Valera, según la escritora Ana Hernández Bello de Tejera, se cuenta la de <<”San Pedro”, de los hermanos Francisco y Pedro Fermín Briceño Valbuena >> (Contreras, 205); por supuesto, aparte de lo productivo de estas tierras como fundo agropecuario, hubo en algunas personas de las vecindades, la idea de ampliar el espacio de la ciudad de Valera, y promover su desarrollo, en lo que desde los tiempos del Dr. Antonio Nicolás Briceño (el Abogado realista), y su hijo Gabriel Briceño de La Torre y los de esta estirpe Briceño, fueron ejemplo.
Sin desmeritar, a los que en esta compra representaron al Concejo Municipal de Valera y fueron declarados en solemnes actos, “Beneméritos de Valera”, es justo revisar, que faltó el reconocimiento a la mujer que se desprendió en 1891 de dicha posesión para favorecer el desarrollo social y económico de la ciudad, noble ejecutoria que enorgullece a Valera.
Si la evolución social de los pueblos y ciudades, en la que los hechos del progreso fungen como catalizadores de los impulsos y cambios en servicios, vialidad, construcción de áreas públicas, culturales, religiosos, comerciales, urbanizaciones de viviendas, que además de confort, crean espacios para la ciudadanía, para no ser injustos, se debió declarar por dicho desprendimiento al vender por solo 20 mil bolívares, una de las mejor ubicadas y más prosperas posesiones de la ciudad, para su ampliación urbana y dotar de vivienda a varias familias, a esta dama, Victoria Carrasquero, por su desprendimiento e ímpetu vital y solidario, forjador de ciudad, con la distinción de BENEMÉRITA DE VALERA.