1940 – 2021
Aunque se temía por la salud del gran Charro de Huentitán (del territorio de Jalisco), se presentía, por haber estado recluido por meses en un centro clínico de Guadalajara, la noticia del domingo 12/12 —día de la Virgen de Guadalupe, lo que induce a tejer más comentarios sobre el divino destino de su espíritu— llena de lamento al mundo, porque sus canciones y el virtuosismo de su talento trascendió las fronteras de México, América Latina entera, y de España.
Cada continente tiene conocimiento de las luminarias artísticas del país azteca, y muy principalmente del célebre personaje que hoy nos ocupa; con la personificación del charro y del mariachi, sin duda, enalteció sobremanera la identidad mexicana.
Los pueblos de América, rinden tributo a uno de sus ídolos más grandes, reconociéndole en doloroso adiós la maravilla de su legado, que no fue otro que el de llenar de alegría y felicidad —por tantos años y los que faltan—, con su contundente y melodiosa voz, los corazones de millones y millones de personas que nos sentimos satisfechos e inspirados en sus canciones, repletas de folclor, del romance más retórico, sufrido o gratificante, del amor en sus diversas circunstancias.
Al repasar los numerosos álbumes, su maravillosa discografía —e incluso su obra actoral cinematográfica— nos estaríamos topando y deleitando con rancheras y corridos (también boleros y baladas) que lo dicen todo. De lo que tenía en el corazón para su mundo, del cual nos hizo parte.
Fue relevante su cantar a nuestra contraparte de género, la mujer. A ellas les rindió pleitesía, complacencia y atención especial; su hidalguía se traduce en enamoramiento, en inspiración por ellas —aunque mal paguen—. En temas como: La ley del monte, El rey, Mujeres divinas, Linda por fuera, y tantas otras, para todos los gustos y circunstancias, coloca su sello apasionado y romántico.
Igual, manifestó denso amor por su tierra que en él tuvo encarnación típica y elocuente, en las melodías: Los mandados, No me sé rajar, entre otras, destacando no sólo la demografía de su tierra entrañable sino su fidelidad por ella, enorgullecido de no cruzar la frontera norte para dejar su México existencial.
Asimismo, fue claro en su predilección por la vida ranchera, por las costumbres de su raigambre, de gallos y cantinas, de pistolas y apuestas, de apasionamientos por la conquista del amor desventurado y prohibido, como lo expresa en su grandioso ‘Corrido de Juan Armenta’.
A sus caballos y yeguas enalteció en su canción equina, como su compañía vital e inspiradora; de esa compenetración nos damos cuenta en geniales e inéditos corridos: Caballo Golondrino, El Moro de Cumpas, La Yegua Palomina, Prietita Linda, entre muchas.
Vicente, también compartió con celebridades diversas, e hizo suyos temas maravillosos de otros intérpretes como Me olvidé de vivir, con su hijo Alejandro; también My way, tema de despedida de Frank Sinatra, y compartió escenario con Julio Iglesias, Roberto Carlos, José Luis Rodríguez, Tony Bennett, entre otros. Igualmente, versionó e interpretó El polvorete, del virtuoso vallenatero Alfredo Gutiérrez, y nuestra canción nacional Alma Llanera, de Pedro Elías Gutiérrez.
En su carrera fue galardonado con tres premios Grammy, ocho Grammy Latino, y su estrella brilla en el Paseo de la Fama de Hollywood; aparte de condecoraciones, entre la que cuenta la Orden Libertadores, conferida por el gobierno venezolano
En particular, al conocer de su partida, nos llegan gratos recuerdos, con el compartir de un mexicano que estuvo años entre nosotros, convirtiéndose en uno de los benefactores del gentilicio del Momboy, me refiero al maestro Alberto Alvarado Sandoval, director de la Coral Niños Cantores del Valle del Momboy, en la Escuela de Música Doña Adela de Burelli de La Puerta.
Cuando se nos ocurrió, en marzo del 2001, organizar y realizar la celebración de los veinte años de la citada Escuela, dependiente de la Gobernación del Estado Trujillo, sede de la Orquesta Nacional Juvenil, núcleo La Puerta, el más importante propósito fue homenajear a personas que habían hecho posible el florecimiento de esa institución donde la verdadera pedagogía y coordinación pudo cultivar la sensibilidad cultural, a través del estudio del género musical, a la muchachada del valle, que hoy dondequiera que se encuentre, más que orgullo debe ser motivo de esperanza para esta tierra de evocaciones y poetas.
Al traer al profesor Alvarado desde México, para poder homenajearlo formalmente, en conjunto con nuestra inolvidable Doña Elsa, y a otros tantos, por su labor fructífera de tantos años, a su llegada a La Puerta me correspondió invitar a nuestra casa al profesor Alvarado, y antes de llegar, adonde nos esperaban unos traguitos con música, le dije: «Alberto, te aclaro que no dispongo de mucha música mexicana, pero sí de Vicente Fernández». A lo que me contestó: «¡y pa’ qué máaas!».
Llegue este escrito a los mexicanos, a los mariachis del mundo, que lloran a uno de sus máximos exponentes, en sincero saludo de Mendoza y La Puerta, municipio Valera, estado Trujillo; y de sus amigos, un abrazo de resignación y condolencia al maestro Alvarado Sandoval por la gloriosa partida de ‘nuestro’ Vicente Fernández.
Luis A. Villarreal P.