VERDAD Y FALSEDAD EN LAS INFORMACIONES | Por: Ernesto Rodríguez

 

En junio de 2011 me invitaron a impartir una conferencia sobre ‘La Verdad en las Informaciones’ para los estudiantes de ‘Comunicación Social’ en el NURR-ULA, y actualmente con tantas falsas informaciones creo que tiene mucha vigencia (1).

El diplomático británico Arthur Ponsonby (1871-1946) en su obra ‘Epígrafes a la Falsedad en Tiempos de Guerra’ (1928) dijo: “Cuando se declara la guerra, la Verdad es la primera víctima”. En el título la expresión ‘Falsedad en Tiempos de Guerra’ hace referencia a un antiguo dicho alemán: “Cuando la guerra entra en un país, produce mentiras como si fueran arena”.

Nuestro país no está en guerra pero internamente hay una situación muy conflictiva, y una de las cosas más importantes es tratar de distinguir entre verdad y falsedad. No obstante, frecuentemente es sumamente difícil conocer la verdad y veremos que lo más que podemos hacer es seguir ciertas normas para aproximarnos a conocerla. La rama de la filosofía que trata cuestiones sobre verdad y conocimiento es conocida como epistemología o teoría del conocimiento. En epistemología hay dos puntos fundamentales: 1) La naturaleza de la verdad y 2) La relación del humano con esa verdad. El primero se refiere a si existe una sola verdad objetiva o si existe una pluralidad de ‘verdades’ o ninguna verdad, sino solamente opiniones. La concepción de que existe una sola verdad objetiva es llamada ‘realista’ porque asevera que la verdad existe independientemente de que la conozcamos o no, es decir, la verdad es real e independiente de nosotros. Las otras concepciones son ‘no realistas’ y consideran que no hay una verdad independiente del sujeto sino que las verdades son de alguna manera creadas por el lenguaje, la sociedad, los individuos o las culturas.

El segundo punto se refiere a lo siguiente. Aunque aceptemos una concepción realista de la verdad cabe la pregunta: ¿Cómo podemos conocer esa verdad objetiva?. Si somos escépticos sobre la posibilidad de detectar esa verdad real, entonces es equivalente a rechazar la idea de una verdad objetiva.

LA VERDAD. – El conocimiento depende de la verdad y entonces tiene sentido comenzar con la verdad. La concepción de que no hay una sola verdad es muy popular actualmente. Ya el antiguo filósofo griego sofista Protágoras (aprox. 490-420 A. de C.) planteó: “El hombre es la medida de todas las cosas”. Según la versión ‘relativista’ no hay una sola verdad, sino que la verdad es relativa a una sociedad, individuo o cultura. Dicho de otra manera las aseveraciones nunca son ‘verdaderas’ y punto final. Las aseveraciones solamente son verdaderas ‘para’ alguien o alguna sociedad o cultura. Según esta versión relativista puede ser verdad ‘para usted’ que Osama bin Laden (1957-2011) era un terrorista talibán, pero es verdad ‘para otros’ que él era un guerrero santo. Consideremos por ejemplo el caso de Cristóbal Colón (1451-1506). Para los conquistadores era verdad que él descubrió América, pero para los indígenas nativos no era verdad. Pero según el notable filósofo británico Julian Baggini (nac. 1968) eso es razonar mal. Porque se pasa del nivel de que las personas tienen opiniones diferentes a la conclusión de que la verdad es relativa. Se pretende que si los conquistadores y los indígenas ‘creían’ cosas diferentes como verdaderas, entonces no existe una verdad. Pero en realidad es obvio que por el hecho de que las personas no estén de acuerdo sobre lo que es verdad, no se puede deducir que hay más de una verdad. Lo único que queda en evidencia es que las personas discrepan. Si alguien dice que Caracas es la capital de Venezuela y otra dice que la capital es Los Teques, no se puede deducir que Venezuela tiene dos capitales. Es obvio que la segunda persona está equivocada. Estos ejemplos muestran que un mismo evento puede tener dos descripciones diferentes. En el caso de América, está muy claro que el conflicto ocurre solamente a nivel de la descripción, pero no hay desacuerdo sobre los hechos subyacentes. Tanto los conquistadores como los indígenas sabían muy bien que los indígenas estaban en América primero. Los conquistadores no eran tan estúpidos como para negarlo. La razón de que haya una discrepancia es que lo que era un descubrimiento para los conquistadores no era un descubrimiento para los indígenas. Un descubrimiento es cuando alguien aprende por primera vez que algo es verdad. Decir que Colón descubrió América es decir que Colón fue el primer europeo que descubrió que América existe, un hecho que los indígenas de América ya conocían. Entonces la diferencia entre los indígenas y los conquistadores no es que hay dos verdades. Hay una sola verdad – América existe – y los indígenas ya lo sabían mientras los conquistadores no lo sabían antes. Cuando examinamos el asunto detectamos que no solamente hay un conjunto de hechos verdaderos, sino que ambos grupos estarían de acuerdo sobre tales hechos: Había un continente habitado desde hace tiempo y Colón fue el primer europeo en llegar allí. Pero ¿Qué sucedería si Colón no fue el primer europeo que llegó a las Américas?. Los Vikingos eran europeos y hay evidencias de que llegaron a América antes que Colón. ¿Eso implicaría que el aserto: “Colón fue el primer europeo que llegó a América” es verdadero para nosotros pero no es verdadero para los Vikingos?. No implicaría eso. Lo único que significaría es que estábamos equivocados. En otras palabras, eso demuestra que podemos estar equivocados al pensar que conocemos la verdad, no que puede haber más de una verdad. Hay dos cosas distintas: 1) Si hay una sola verdad y 2) Si nosotros podemos decir que conocemos esa verdad. La primera concierne a lo que es y la segunda a lo que conocemos. Si ignoramos esa diferencia no tiene sentido la distinción entre lo que ‘pensamos que es verdad’ y lo que ‘es’ verdad. Si no hacemos esa distinción podemos terminar en lo absurdo. Si todo lo que creemos que es verdad es verdad, entonces nunca podemos incurrir en un error. Si yo llego tarde al trabajo yo puedo simplemente decir “Puede ser verdad para ti que he llegado tarde pero es verdad para mí que he llegado puntual”. No obstante eso sería absurdo. Si yo llego tarde al trabajo, en el fondo yo sé que he llegado tarde. Debemos preguntarnos si no es absurdo decir: “No es más verdadero decir que el planeta terrestre es esférico que decir que es plano”. Eso sería abandonar todo discurso racional basado en la experiencia conocida.

Por otra parte, es perfectamente posible aceptar un relativismo moral y rechazar un relativismo epistemológico. La ‘verdad moral’ debería separarse de la ‘verdad fáctica’. Podemos discrepar sobre la interpretación moral de unos hechos, pero los hechos son verdaderos para todos. Por ejemplo, las personas pueden discrepar sobre la interpretación moral de que una mujer embarazada aborte a los 6 o 7 meses de embarazo. Las personas que dan prioridad al derecho de la mujer para decidir sobre su cuerpo y su vida consideran que es correcto, pero las personas que enfatizan el derecho de vivir de un feto que ya está bastante formado, consideran que es incorrecto. Hay una discrepancia sobre el juicio moral que no es fácil de superar, pero los hechos del desarrollo fetal durante el embarazo son objetivos. Entonces no hay nada relativo respecto a los hechos. En algunos casos puede ser difícil indagar y descubrir los hechos, pero eso no significa que no sean objetivos y reales.

¿POR QUÉ ES TAN ATRACTIVO EL RELATIVISMO?. – El filósofo Julian Baggini considera que el principal motivo para que el relativismo tenga mucha aceptación actualmente radica en el respeto por la diversidad de opinión. Vivimos en un mundo multicultural donde muchos grupos tienen diferentes concepciones de la realidad y la verdad. Entonces nadie tiene el derecho de imponer a la fuerza su concepción de la verdad. La experiencia de los totalitarismos ilustra que no hay una sola manera correcta que todos deben seguir. Pero eso no significa que no ‘haya’ una sola verdad. Lo que debemos evitar no es creer que hay una verdad, sino que podríamos creer equivocadamente que hemos captado completamente esa verdad de manera que la imponemos a los demás. En efecto, tenemos razón cuando desconfiamos de un grupo o un individuo que pretende conocer toda la verdad, pero eso no significa que no exista una verdad. Entonces lo que debemos evitar es imponer a los demás nuestra concepción de la verdad, porque frecuentemente nos equivocamos sobre lo que suponemos que es verdad. Pero aunque conozcamos bien la verdad no es conveniente imponerla a la fuerza a los demás. Las personas no comprenden la verdad por la coerción y es preferible que sean libres aunque estén equivocadas (siempre que su ignorancia no perjudique a los demás) en vez de que sean forzadas a aceptar la verdad. Pero entonces muchas personas, en su afán de respetar las creencias de los demás, llegan a decir que no hay una verdad, lo cual es un error porque entonces no podemos distinguir entre verdad y ficción, entre creencia y conocimiento, y entre opinión y hecho.

Otra razón por la cual el relativismo es atractivo es porque sabemos que las personas son diferentes, y lo que es bueno para una puede no serlo para otra. Algunas personas se sienten bien siendo creyentes religiosas y otras siendo no creyentes. Algunas personas creen que si se acepta que hay una sola verdad, entonces debemos abandonar esta diversidad. Pero eso no es así. Las verdades sobre hechos son distintas a los planteamientos sobre valores o preferencias de estilos de vida. El aserto: “Lo que es conveniente para mí puede no ser conveniente para ti” es completamente diferente al aserto: “Lo que es verdad para mí puede no ser verdad para ti”. Aceptar que hay una verdad no significa que hay una sola manera de vivir. No obstante, con una concepción humanística hay prácticas culturales que obviamente son repudiables. Por ejemplo, la clitoridectomía (extirpación del clítoris) que se aplica a las muchachas adolescentes en muchos países africanos es una práctica abominable, porque se perjudica su futuro derecho al disfrute sexual.

CONOCIMIENTO. – Muchas personas aceptan la concepción realista de la verdad, es decir, aceptan que hay una verdad objetiva, pero son escépticas sobre la posibilidad de conocerla. En Derecho Penal se aplica lo que se expresa como: “verdad más allá de toda duda razonable”. Por supuesto lo que es “duda razonable” es algo debatible. Por otro lado en la mayoría de las situaciones es imposible alcanzar una certeza libre de toda duda posible. Solamente los fanáticos creen sin dudar y lo más frecuente es que estén equivocados. Lo más que se puede intentar es una aproximación a la verdad, más allá de toda duda razonable, y para ello nos basamos en las evidencias. El filósofo norteamericano Charles Sanders Peirce (1839-1914) empleó el término ‘Abducción’ para referirse a la “Inferencia de la mejor explicación” (2). La idea es la siguiente. Por lo general nos encontramos con más de una explicación posible para un evento o una situación, y no tenemos una manera concluyente de saber cuál es la correcta. En tales casos lo más que podemos hacer es decidir cuál explicación es la mejor. Para ello hacemos uso de algunos principios. El primero es el planteado por el filósofo escocés David Hume (1711-1776) en su discusión sobre los milagros en su obra ‘Indagación Concerniente al Entendimiento Humano’ (1748) donde dijo que cuando una explicación contradice otros hechos bien establecidos, entonces debemos tener muy buenas razones antes de aceptarla como verdadera (3).  El eminente astrofísico norteamericano Carl Sagan (1934-1996) en su colección de ensayos titulada: ‘El Cerebro de Broca’ (1979) lo enunció de una manera muy directa y sencilla: “Planteamientos extraordinarios requieren evidencia extraordinaria” (4). Dicho en otras palabras, para aceptar algo tan extraordinario como un milagro, tenemos que tener evidencias muy contundentes de que ha ocurrido.

Otro principio ampliamente aceptado es el de la economía de la explicación. Ese es el ‘Principio de Parsimonia’ o ‘Principio de Economía’ o ‘Navaja de Ockham’ planteado por el filósofo y teólogo inglés William de Ockham (aprox. 1285-1347). En efecto, en su obra ‘Quodlibeta’ (aprox. 1324), en el Libro V dice: “No se debe suponer la pluralidad sin necesidad”. En la investigación el Principio de Parsimonia se interpreta como favorecedor de la más simple de dos hipótesis que expliquen los mismos hechos. Eso significa que si podemos explicar satisfactoriamente unos resultados con una hipótesis explicativa sencilla, entonces no hay necesidad de recurrir a hipótesis explicativas innecesariamente complicadas para explicar esos mismos resultados. Por ejemplo, si podemos explicar el vuelo de los aviones con los sencillos principios conocidos de la física no hay necesidad de recurrir a explicaciones complicadas que involucren fuerzas misteriosas que alzan el avión, etc.

Un tercer principio es preferir la hipótesis que tenga el mayor poder explicativo. Veamos un ejemplo propuesto por el filósofo estadounidense Hilary Putnam (1926-2016). Un antiguo enigma filosófico es cómo podemos saber que otras personas tienen mentes, en vista de que no podemos ver en sus cabezas y ver si realmente ellas están pensando, sintiendo y percibiendo. ¿No podría suceder que otras personas sean robots o zombies que se comportan como si tuvieran mentes?. La solución de Putnam a este problema es simplemente evaluar las dos hipótesis. Si suponemos que otras personas tienen mentes, eso explica por qué hablan como hablan, actúan como actúan, tienen la misma fisiología que nosotros y así por el estilo. Si suponemos que son robots o zombies nos quedamos con muchas preguntas sin responder. Nada en la hipótesis de que son zombies o robots explica por qué actúan como actúan, a menos que supongamos la existencia de causas no vistas o titiriteros demoníacos, o algo por el estilo. Entonces en vista de lo que conocemos, la hipótesis de que otras personas tienen mentes tiene mucho más poder explicativo que las hipótesis alternativas y eso es una buena razón para preferirla.

De todas formas, utilizar un método abductivo para decidir cuál puede ser la verdad, nos exige que aceptemos algunas limitaciones en nuestro conocimiento. En la abrumadora mayoría de las ocasiones no podemos alcanzar una certeza absoluta.

NOTAS: (1) Una buena parte de la información para el presente escrito se ha tomado con modificaciones de Pags 17-47 en Julian Baggini (2002) ‘Making Sense. Philosophy behind the headlines’. Oxford University Press. (2) Charles Sanders Peirce ‘Pragmatism and Pragmaticism’ in Collected Works of Charles Sanders Peirce (1960), Vol. 5.   (3) Véase Sección X: ‘De los Milagros’ (Parte I).  (4) Pag. 73 en Carl Sagan (1979) ‘Night Walkers and Mystery Mongers: Sense and Nonsense at the Edge of Science’. En Carl Sagan (1979) ‘Broca’s Brain’. Ballantine Books. New York.     

ernestorodri49@gmail.com

 

 

 

 

 

 

 

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