Algo muy importante es desarrollar la capacidad de ‘Ver’ y analizar todo de la manera más acertada posible. Pero para ‘Ver’ acertadamente hace falta que se cumplan varios requisitos.
En primer lugar hay que tener interés en ‘Ver’ bien las cosas. El gran dramaturgo alemán Berltot Brecht (1898-1956) lo ilustra muy bien en su obra de teatro: ‘Vida de Galileo’ (1943). Galileo intenta que el joven Andrea Sarti, que apenas tiene 10 años, aprenda a observar los cielos, pero se irrita porque Sarti no se esfuerza en mirar bien, y le dice: “¿Así que tú ves? ¿Qué es lo que tú ves? No ves nada absolutamente. Solamente miras embobado. Mirar embobado no es ver” (Acto I). Lo mismo sucede en muchas ocasiones de la vida. Un requisito es esforzarse para ‘Ver’ y no simplemente ‘Mirar embobado’. Un segundo requisito es tener capacidad para analizar lo que se ‘Ve’ y obviamente, cuanto mayor sea el nivel intelectual y cultural, mayor será la capacidad para entender lo que sucede. El escritor español Baltasar Gracián (1601-1658) lo expresa muy bien en su obra: ‘El Criticón’ (1651-1657) cuando dice: “Advertid que va grande diferencia del ver al mirar, que quien no entiende no atiende: Poco importa ver mucho con los ojos si con el entendimiento nada, ni vale el ver sin el notar” (Tercera Parte, ‘Crisi Cuarta’). Esto que dice Gracián es una gran verdad. Desgraciadamente es muy frecuente que las poblaciones tengan un nivel intelectual y cultural muy bajo que les impide analizar y entender lo que ven.
El tercer requisito es comprender que la manera en que ‘veamos’ puede estar sesgada por la manera en que vivamos. El filósofo alemán Ludwig Feuerbach (1804-1872) en su obra: ‘El dualismo de cuerpo y alma, carne y espíritu, una vez más’ (1846) dice: “En un palacio, uno piensa de manera distinta que en una choza”. Eso es muy cierto porque una persona muy adinerada ve la vida de una manera distinta que una persona pobre. Un cuarto requisito es despojarse de intereses personales. El autor alemán Theodor Adorno (1903-1969) en su colección de ensayos: ‘Minima Moralia’ (1944-1947) dice: “Los hombres se tornan estúpidos en el punto donde comienzan sus intereses, y entonces dirigen su resentimiento contra lo que no quieren entender, porque temen entenderlo muy bien” (Parte Tercera, Ensayo 118). Ciertamente muchas personas ven y analizan solamente según cuáles sean sus intereses personales.
Por otra parte, a medida que crecemos, perdemos la capacidad que teníamos cuando éramos niños para sorprendernos y examinar con atención hasta los más mínimos detalles de las cosas circundantes. Eso lo describe muy bien el escritor ruso Nicolai Gogol (1809-1852) en su obra: ‘Almas Muertas’ (1842). En el inicio del Capítulo VI el protagonista Pavel Chichikov se hace la siguiente reflexión: “Hace mucho tiempo, durante los años de mi infancia, que tan pronto pasó para no volver, era para mí una gran alegría llegar por primera vez a un lugar desconocido (…) Mi insaciable mirada infantil descubría una infinidad de cosas curiosas. Un edificio cualquiera, todo lo que se me aparecía bajo el sello de la novedad, era para mí motivo de admiración”.
Además, cuando somos adultos por lo general estamos inmersos en nuestras rutinas cotidianas y siempre contamos con que habrá un mañana. Por eso, la mayor parte del tiempo no percibimos una cantidad de cosas que podríamos observar detenidamente. No obstante, si en algún momento nos percatamos de que lo cotidiano está amenazado y ya no se repetirá, entonces es posible que, quizá por primera vez, comencemos a ver la vida de una manera diferente y comencemos a valorarla de verdad. En tal sentido, es muy pertinente referir una obra de teatro titulada: ‘Nuestro Pueblo’ del novelista y dramaturgo norteamericano Thornton Wilder (1897-1975). Esta obra fue estrenada en el año 1938 y su trama transcurre en un pueblo llamado Grover´s Corners, en New Hampshire. En el Acto I, titulado ‘Vida Cotidiana’, los ciudadanos se dedican a sus actividades rutinarias. En el Acto II, titulado ‘Amor y Matrimonio’, una joven llamada Emily se enamora de George y se casa con él. En el Acto III, titulado ‘Muerte’, Emily fallece dando a luz y es enterrada en el cementerio del pueblo. Luego en la obra, se le permite que escoja un día de su vida para vivirlo de nuevo. Emily escoge el día que cumplió 12 años. Cuando vuelve a vivir ese día desde su condición de persona muerta, ya no puede ver las cosas de su casa, su familia o la vida cotidiana como si no importaran, o como si estuviera garantizado que siempre habrá un mañana. En efecto, ese día de su cumpleaños que vuelve a vivir, observa cosas que nunca había notado cuando estaba viva y las encuentra repletas de una inexplicable belleza. Por ejemplo, Emily exclama con los ojos llorosos: “Yo no sabía que mi mamá hubiera sido alguna vez tan joven”. Emily es incapaz de seguir hasta finalizar el día, porque sus emociones son demasiado intensas y no puede soportar la belleza y la pérdida asociadas con todo cuanto amó y ya no tiene. Regresa a su tumba y en su momento final en la obra, Emily exclama desolada: “Oh, Tierra, eres demasiado hermosa como para que alguien se percate de ello”.
Si nos viéramos amenazados con perder la vida, quizá miraríamos de manera diferente todas las cosas cotidianas, inclusive las más triviales y aburridas, y entonces quizá sentiríamos una gran satisfacción. Pensamos que hay un número ilimitado de mañanas y por eso hacemos todo rutinariamente.
En tal sentido es importante recordar la filosofía oriental ZEN, que plantea que debemos abordar todo con una ‘Mente de Principiante’, es decir, como si fuera la primera vez que lo hacemos. Por ejemplo, veamos la siguiente descripción de cómo practicar la caligrafía: “La forma ZEN de practicar la caligrafía es escribir de la manera más directa y simple, como si fuera un principiante; no trate de hacer algo que muestre destreza o belleza, sino simplemente escriba con toda su atención, como si estuviera haciéndolo por primera vez; de ese modo toda su naturaleza estará en su escritura” (1). El ZEN plantea que abordar todo en la vida diaria con una ‘Mente de Principiante’, permite vivir con más intensidad y plenitud cada momento. NOTA: (1) Pag. 14 en ‘Introduction’ de Richard Baker, en la obra de Shunryu Suzuki y Trudi Dixon (1970): ‘Zen Mind, Beginner´s Mind’, Weatherhill, New York.