Con víveres procedentes de Colombia -en su mayoría- que se venden en pesos, porque los pequeños comerciantes deben volver a llenar su bodega y la compra se hace en divisa extranjera, se popularizan en el Táchira las “bodeguitas” a las puertas de las casas, como un paliativo para sobrellevar la crisis.
El dueño del negocio pone frente a su casa una mesa simple y sobre ésta sus productos; algunos se van más allá de su casa a una calle cercana donde lleguen más compradores, pero en el barrio a la gente le sirve, porque sin transporte para ir al supermercado o ante el gran sacrificio de ir a Cúcuta, Colombia, en éstos negocios se consiguen más baratos productos extranjeros, que los venezolanos.
Para pagar la universidad
Jesús Salazar, es un joven de 19 años de edad y hace sólo dos semanas decidió buscar una alternativa para tener ingresos propios y poder pagarse la universidad, porque estudia administración de empresas en la Universidad Católica del Táchira.
Viajó junto a su madre a Colombia, allá compró refrescos, que al cambio son más baratos que en Venezuela un aproximado de 30%, el plus de su producto es que los vende fríos, a 4 mil pesos el envase de 2 litros, que el cambio son unos 20 mil bolívares.
Su pequeño negocio compuesto por una mesa y una silla, está ubicado en el barrio La Castra de San Cristóbal.
Es un trabajo nada sencillo el de Jesús Salazar, su jornada es de una 12 horas diarias en una acera cercana a su residencia, además cargar esas botellas desde Cúcuta a San Cristóbal es un gran sacrificio, porque se debe caminar al menos un kilómetro en el paso limítrofe con esa carga sobre las espaldas y unas temperaturas que superan los 40 grados centígrados, pero el joven quiere seguir estudiando.
“No emigró, mejor sobrevivo con esto”
Daniel Bustos también vende productos a las puertas de su casa, en el barrio Ruiz Pineda de San Cristóbal, “lo hago por supervivencia, porque aquí en Venezuela no se puede hacer más nada”.
Es un trabajo que requiere mucha dedicación, Bustos trabaja de doce a trece horas diarias a las puertas de su hogar, pero prefiere hacer eso antes que emigrar, como lo han hecho muchos de sus amigos y familiares, “prefiero echarle muchas ganas, porque se come más ´desecho´ por allá que aquí.
Venden productos alimenticios, jabón, pañales, chucherías, refrescos y ya su mesa es más grande que cuando comenzó hace un año, “no se gana mucho, pero me alcanza para sobrevivir y me pensado es tener otro tipo de negocio más adelante”.
Sus ventas, al igual que las des resto de dueños de las bodegas de mesa, se hace en pesos colombianos, no tienen punto de venta, ni aceptan transferencias porque corren más riesgos su mercancía.
Dejó su taxi
Lo mismo hizo Edgar Contreras, quien vive en la Unidad Vecinal. El no pudo más mantener el carro por lo costoso de los repuestos y dejó su trabajo de taxista. Montó su mesa en la acera del frente a su residencia y ha ido creciendo su pequeño negocio. Ya tiene un paragua grande que lo cubre del sol y unas cajas adicionales a los lados, la mesita inicial fue insuficiente para la mercancía.
“Decidí ponerme a vender víveres porque así tengo todos los días comida, aquí en Venezuela no se puede hacer casi nada y hay que trabajar. Antes trabajaba con mi taxi, pero es insostenible un carro en Venezuela “.
La mayoría de los productos que vende Edgar Contreras, son traídos de Cúcuta, Colombia, allá son más baratos, pero no todos en la ciudad de San Cristóbal pueden viajar a la frontera, y las bodeguitas del vecino son la alternativa ideal para comprar un poco más económico que en el súper mercado.
“El jabón del polvo es lo que más vendo, en el supermercado vale Bs. 90 mil el kilo, yo lo vendo en pesos pero sale el kilo al cambio como en Bs. 60 mil”.