La venta de gasolina en envases de refresco de dos litros y litro y medio a 3.500 pesos colombianos, se observa en la vía que conduce de San Cristóbal hacia San Antonio del Táchira. Colocar los envases con el líquido en la acera es una forma de ofrecerlo, otros tienen avisos en sus ventanas
“Si hay gasolina a 3.500” tienen escrito avisos en ventanas de las casas que están ubicadas en plena vía hacia la frontera. En los municipios Junín, Capacho Nuevo y Capacho Viejo la venta de gasolina está a la vista de todos, incluso de las autoridades que pasen por allí. Vender combustible por litros se ha convertido en una práctica normal en el Táchira, estado en el que sólo hay venta de combustible a precio internacional (0.50 centavos el litro) y para los sectores priorizados en el decreto de emergencia nacional por COVID-19.
Los envases de refresco de litro y medio o dos litros colocados sobre la acera, o sobre una silla, también son un anuncio. No necesitan carteles ni letras, quienes pasan por allí entienden que se trata de gasolina, tan solicitada en la entidad andina sobre todo durante la cuarentena, cuando los ciudadanos dejaron de abastecer durante cuatro meses consecutivos, y posteriormente solo pudieron acceder durante semanas de flexibilidad.
Junto a la gasolina venden chucherías, productos alimenticios y de primera necesidad. Es un elemento más de las bodegas improvisadas que incrementaron en todo el Táchira desde el inicio de la cuarentena.
Al preguntar, la respuesta es si necesitan colombiana o venezolana. El precio ya no varía, ambas tienen un valor de 3.500 pesos colombianos, por lo que una pimpina de 20 litros asciende a 70.000 pesos colombianos.
“¿Cuánta necesita?”, es la respuesta de un hombre al preguntársele el precio del combustible. “Usted solo me dice cuánta necesita y yo la busco, aquí tengo disponibilidad, pero también puedo preguntarle a algunos vecinos que venden”, complementa.
“No hay de otra”
Andrés Palacios se dirigía a visitar a su familia en un caserío de Capacho Nuevo. Salió de San Cristóbal con un cuarto de tanque de gasolina, por lo que apartó unos pesos para poder comprar en el camino y evitar quedarse varado en la vía.
“No tengo otra opción que comprar. No voy a dejar de venir a visitar a mis padres, y ellos (los vendedores) ofrecen la facilidad de abastecer lo que uno necesite. Es injusto, porque el dinero no me sobra y lo que hago es evitar mover el carro en San Cristóbal para poder rendir el combustible y venirme. No hay de otra”, expresó.
Irma Contreras estaba acompañando a un joven que se bajó a preguntar por gasolina. Al ser consultada sobre qué opinaba de estas ventas, aseguró estar sorprendida de que no se pueda acceder al combustible en las estaciones de servicio, pero sí en casas de la frontera. “Puede que una la traigan de contrabando de Colombia, pero también venden venezolana. ¿Cómo la traen? Será que la gente que tiene salvoconducto la vende o son otros los que tienen acceso y se la dejan a ellos aquí. Sea lo que sea creo que tocará comprarla, porque vamos con poquita”, agregó.