Por: María Eloina Conde
Todos, en mayor o menor medida, sufrimos las largas colas que se vivieron en el país durante la crisis de desabastecimiento entre el 2016 y 2019, fueron años que quedaron marcados en nuestra memoria. Pero la lucha por la supervivencia en Venezuela, el país con las mayores reservas probadas de petróleo, en pleno siglo XXI, golpeó en especial a las madres venezolanas.
Fueron días en los que no se sabía qué productos se podían adquirir, con sorteos de números para ver si se podía comprar, distribución por número de cédula y control férreo del número de unidades que se podía conseguir en jornadas que comenzaban incluso desde la noche anterior. Las distorsiones se extendían también después de la compra ya que era habitual efectuar trueques de productos de la cesta básica para completar lo necesario en cada casa. La búsqueda de medicamentos o insumos para una cirugía se convirtió en una tortuosa realidad; además, pañales y leche de fórmula para los más pequeños fueron regalos que las madres agradecían con el alma porque detrás de ellos sabían que existía algún esfuerzo importante.
Aunque primero Chávez y luego Maduro se autocalificaron de feministas y han creado instituciones como el Ministerio del Poder Popular para la Mujer y la Igualdad de Género o el Banco de la Mujer, las madres venezolanas podemos dar fe de que ninguna de esas instancias ha dado como resultado un cambio significativo en la calidad de vida de las mujeres en el país.
No puede hablarse de reivindicación de la mujer venezolana porque se apruebe alguna ley o llegue un mínimo bono, esas dádivas no reivindican nada y a nadie. Sabemos que hay madres venezolanas que tienen que acostar a sus hijos sin un bocado o que han tenido que enterrarlos por querer un futuro mejor y luchar por él en las calles. No sirve invocar a Luisa Cáceres de Arismendi o a Juana La Avanzadora cuando hay madres que ven a sus hijos esperar sin ningún apoyo una operación en un hospital sin insumos o médicos calificados, hijos que claman por un trasplante, hijos que han sido encarcelados y torturados, hijos secuestrados o simplemente, madres que todos los días se levantan con la amargura del adiós de ese hijo que salió en busca de otros horizontes por una vida mejor.
El Día de la Mujer y el Día de la Madre, para las venezolanas desde hace más de dos décadas, son fechas para conmemorar a aquellas madres que, aún con el corazón roto han decidido quedarse y seguir luchando por la memoria de sus niños y el futuro de los hijos de otras madres que, como ellas, también necesitan de esa sinergia que da el abrazo solidario durante tantas calamidades que hemos vivido estos años de una revolución que llegó para cambiar todo y sin duda lo logró: nos dejó en la quiebra económica y en la peor crisis que jamás tuvimos como país, como está bien documentado en informes especializados.
Decía la expresidenta chilena Michelle Bachelet que “si una mujer entra a la política, cambia la mujer, si muchas mujeres entran a la política, cambia la política”. No es casualidad que el despertar social y político que estamos viviendo desde el año pasado esté liderado por una mujer que también es madre. Por eso estamos convencidas de que más que esperar dádivas, oficinas o bonos, la mujer venezolana tiene cada día más que acercarse a la política y tomar el protagonismo y ofrecer esa visión que sólo ella por su condición de sostén y administradora de la familia y constructora de su vida y su futuro puede ofrecer. Porque si existe una forma inequívoca para entender no sólo la realidad sino el significado de pertenecer a una sociedad es hablando con sus madres, quienes, en un trabajo continuo y silencioso, que danza con las crisis y el día a día, logra dar forma al fruto de la vida, al presente y también a el futuro de cada nación.
Venezuela es también una madre, una madre herida y dejada por muchos de sus hijos que han necesitado buscar refugio y sosiego en otras tierras, lejos de sus afectos y han tenido que construirse de nuevo. Y como madre sigue en pie y procura desde su tierra dar sustento y prosperidad a los que trabajan y respetan las bondades que ofrece.
Es una madre tan diversa que tiene bajo el mismo nombre médanos, llanos, andes, sabanas y ríos; playas hermosas y también misterios únicos en el mundo como el relámpago del Catatumbo o los tepuyes. Es tierra madre de grandes hombres y mujeres y sin duda una madre que hemos visto llorar y resistir.
Por eso, mientras más madres sean protagonistas de las decisiones en esta Venezuela, más motivos habrá para celebrar no solo el segundo domingo de mayo sino todos los días del año para honrar esa esperanza que guardan en su corazón de recibir a sus hijos en casa y construir con ellos el porvenir de nuevas generaciones.
Hay una alquimia especial en la medres y es transformar el dolor con un abrazo y un beso en resguardo y serenidad, es un don único reservado para quienes dan vida y la ayudan a crecer. Para ellas —para nosotras— las madres venezolanas, hoy en nuestro día el mayor de los reconocimientos, han logrado con determinación, dedicación y esfuerzo diario, mantenernos no sólo vivos sino también con la certeza de que no todo está perdido y que mientras tengamos vida y la voluntad para continuar, podemos ser parte y protagonistas de un futuro mejor, de una Venezuela mejor. ¡Feliz día de las madres!
María Eloina Conde
Mayo 12, 2024
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