Esta es una investigación de: insightcrcrime.org
En la frontera colombo-venezolana, donde la región del Catatumbo al nororiente de Colombia colinda con el estado Zulia, al noroccidente de Venezuela, se encuentra el corredor de cocaína con uno de los flujos más continuos del mundo.
Cada fase de la cadena de suministro de cocaína, desde el cultivo de la coca hasta la exportación a los mercados internacionales, se encuentra en unos pocos cientos de kilómetros. Del lado colombiano, los esfuerzos de los cuerpos de seguridad por detener el flujo de drogas han sido insuficientes, mientras que en territorio venezolano las autoridades se involucran activamente en facilitar el tráfico de narcóticos.
Hoy en día, el control de esta zona está en manos de un grupo que insiste en que no trafica drogas: el Ejército de Liberación Nacional (ELN), una insurgencia guerrillera marxista-leninista que nació en Colombia en la década de 1960.
El rechazo del ELN a las operaciones del narcotráfico fue sincero en algún punto, pero sus negaciones se han vuelto cada vez más difíciles de sostener. El tráfico de drogas se ha infiltrado en su revolución desde hace más de una década, pero la toma del corredor de tráfico del Catatumbo por parte de los rebeldes en los últimos cinco años marca un salto evolutivo. Esto ha convertido al Frente de Guerra Nororiental del ELN en los dueños de uno de los centros de producción de cocaína más importantes del mundo, y en un destacado proveedor que trata directamente con los carteles mexicanos.
La expansión del ELN a lo largo de la frontera colombo-venezolana en los últimos cinco años se extiende mucho más allá de la región del Catatumbo-Zulia, y el ejército insurgente está a punto de controlar un tramo de frontera que recorre miles de kilómetros, desde la costa del Caribe hasta la selva amazónica. Con ello, el ELN se ha posicionado como el guardián de las rutas del narcotráfico utilizadas para mover unas 250 toneladas de cocaína al año.
Las tentaciones del ELN
Cuando el tráfico de cocaína se extendió por Colombia en los años ochenta, el ELN se mantuvo al margen. Los líderes del grupo condenaron a la “burguesía del narcotráfico” y emitieron directivas que prohibían a sus frentes regionales buscar una tajada de la increíble riqueza que esta economía criminal ofrecía. Pero mientras el ELN veía cómo sus primos guerrilleros de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) utilizaban el dinero de la cocaína para construir un ejército insurgente que empequeñecía al suyo, poco a poco su resistencia empezó a debilitarse.
Cuando los cultivos de coca empezaron a brotar en sus territorios, el ELN comenzó a cobrar a los agricultores una especie de impuesto conocido en Colombia como gramaje. En algunas regiones, los guerrilleros no tardaron en proporcionar protección a los cultivos de coca, laboratorios y rutas de la droga, e incluso a suministrar precursores químicos.
“Se hizo evidente que tenían que participar de alguna manera, porque necesitaban el dinero”, le dijo a InSight Crime el periodista Matthew Charles, académico especializado en dinámicas criminales colombianas. “Oficialmente, el comando central dice que no están involucrados, que lo único que hacen es cobrar impuestos a los traficantes que utilizan su territorio. Pero sabemos que no es así”.
La desmovilización de las FARC en 2017 completó la transformación del ELN de puritanos del narcotráfico a grandes actores transnacionales. Cuando las FARC entregaron las armas tras negociar un acuerdo de paz con el gobierno colombiano, dejaron un vacío criminal en algunos de los tramos más preciados del narcotráfico en Colombia. El ELN estaba en buenas condiciones de capitalizar muchos de esos tramos, especialmente en el Catatumbo.
El Catatumbo es una tierra sin ley, de amplios valles y elevadas montañas, donde los grupos armados gobiernan y las fuerzas de seguridad rara vez aparecen. El departamento de Norte de Santander, donde se ubica el Catatumbo, tiene más de 40.000 hectáreas cultivadas de coca, más que en ningún otro lugar, y produce más de 300 toneladas métricas de cocaína al año, según la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito (ONUDD).
Cuando las FARC salieron del Catatumbo, lo único que se interponía entre el ELN y el control de la región era el Ejército Popular de Liberación (EPL), una célula disidente de un ejército insurgente que desde hace tiempo había abandonado la lucha revolucionaria para controlar los laboratorios de cocaína y las rutas de tráfico en el Catatumbo.
“El ELN y el EPL comenzaron a ocupar los territorios que dejaron las FARC, pero el acuerdo siempre había sido que las FARC se encargaban de los cultivos ilícitos, el ELN proporcionaba suministros para la producción de la coca y el EPL vendía el producto”, dijo un miembro de una organización humanitaria en el Catatumbo que habló con InSight Crime bajo condición de anonimato. “El ELN empezó a romper estos acuerdos al darse cuenta de que el EPL tenía mucho dinero, no solo por las ventas, sino también porque se encargaba de los laboratorios de procesamiento”.
Para el 2018, el ELN y el EPL estaban en guerra. La pelea fue cruda y sangrienta, y sumió a la región en una crisis humanitaria. Sin embargo, el ELN pronto comenzó a replegar al EPL, obteniendo el control de más y más terreno en el Catatumbo, así como de sus cultivos de coca, de los laboratorios de procesamiento y de las rutas del narcotráfico.
Muy poco queda hoy del EPL. Aunque una pequeña facción disidente de las FARC ha retornado a la región, el ELN es por mucho el grupo armado más poderoso en el Catatumbo y el actor criminal más importante en el tráfico de drogas de la región.
En la actualidad, el ELN tiene el control sobre decenas de miles de hectáreas de cultivos ilícitos, donde además de proteger los cultivos existentes, obliga a los campesinos locales a sembrar otros nuevos, según investigaciones de Crisis Group. La guerrilla utiliza su control territorial para asegurarse de tener el control del comercio de la pasta base de coca, una fase intermedia en la producción de cocaína, que producen estos agricultores.
“El mercado de las drogas no es un mercado abierto en el que uno le pueda vender al mejor postor”, le dijo a InSight Crime un investigador y experto en narcotráfico en Norte de Santander, bajo condición de anonimato. “Si uno está cocinando [produciendo pasta base de coca] en territorio del ELN, entonces le vende al ELN”.
Esta pasta de coca se transforma en cocaína en polvo en laboratorios de cristalización, que en el Catatumbo incluyen “megalaboratorios” que pueden producir más de 3,5 toneladas métricas de cocaína al mes. Las autoridades colombianas afirman que entre los propietarios de los laboratorios figura el ELN.
Completando la cadena de la cocaína
El control del Catatumbo, en el lado colombiano de la frontera, convirtió el Frente de Guerra Nororiental del ELN en uno de los mayores proveedores de cocaína para los narcotraficantes colombianos que enviaban la droga desde la costa del Caribe, lo cual les ayudó a establecer vínculos con compradores internacionales. Pero el ELN aseguró su lugar en la mesa de los actores transnacionales con su expansión simultánea al estado Zulia, al otro lado de la frontera con Venezuela.
La expansión del ELN en Zulia tras la desmovilización de las FARC contrasta con su campaña para tomar el control del Catatumbo. En esta región, donde el ELN enfrentó adversarios que también reclamaban el territorio, las comunidades locales sufrieron desplazamientos masivos, confinamiento y asesinatos selectivos de civiles “colaboradores” a medida que el grupo insurgente luchaba por arrebatarle el control de la zona al EPL. Pero en Zulia, donde no había competidores para llenar el vacío dejado por las FARC, el ELN se ganó a las comunidades locales con una ofensiva de encanto.
“El ELN ha hecho que la comunidad los vea como un grupo que lucha por una causa justa, y que además no es un grupo ilegal sino un ejército de verdad”, dijo bajo condición de anonimato un habitante del municipio Guajira en Zulia, un territorio controlado por el ELN.
Al congraciarse con las comunidades locales, el ELN se expandió silenciosamente a lo largo del estado, el cual sirve como un punto de partida para los envíos de droga transnacionales. En Zulia hay docenas de pistas clandestinas usadas por aeronaves livianas que transportan cargamentos de cocaína hacia Centroamérica y México. El acceso, y en algunos casos el control de estas pistas, le ha permitido al ELN beneficiarse de cada fase de la cadena de suministro de cocaína que empieza en el Catatumbo y termina con vuelos cargados de droga que salen de Venezuela.
“Los guerrilleros se encargan de la seguridad, de montar retenes y de vigilar las pistas de aterrizaje, asegurándose de que todo funcione como es debido”, dijo el propietario de una finca con narcopistas controlada por el ELN en Zulia.
El ELN también se ha apoderado de municipios en donde la producción de cocaína se ha arraigado lentamente. Como reveló una reciente investigación de InSight Crime, las autoridades han descubierto cultivos de coca a gran escala en territorios dominados por el ELN, así como también laboratorios de cocaína, los cuales han proliferado en los mismos municipios.
Zulia también le ofrece impunidad al ELN. La guerrilla mantiene estrechos vínculos con elementos del Estado venezolano en Zulia, y numerosas fuentes de InSight Crime en territorios controlados por el ELN, quienes hablaron bajo condición de anonimato, describieron cómo el ELN colabora con los militares a todos los niveles para facilitar y proteger sus operaciones de narcotráfico. En el marco de las redes de células de tráfico de drogas incrustadas en el Estado, conocidas colectivamente como el Cartel de los Soles, mientras las personas correctas sean compradas, los cargamentos pueden pasar por los puestos de control sin ser chequeados, y las aeronaves pueden aterrizar en pistas ocultas a simple vista y volar a través del espacio aéreo vigilado por militares sin ser detectadas.
“Aquí hay una alianza perfecta entre el gobierno municipal, estatal y nacional, las fuerzas armadas, los narcotraficantes y la guerrilla”, dijo a InSight Crime un exfuncionario chavista de Zulia, quien habló bajo condición de anonimato, en una entrevista realizada en 2021.
Asegurar el acceso a pistas de aterrizaje clandestinas en donde las aeronaves pudiesen despegar y aterrizar sin temor a que fueran detenidas representaba para el ELN más de una fuente de ingresos del narcotráfico. Representaba además una intersección donde podían entregar cargamentos directamente en las manos de los mayores compradores del mundo: los carteles mexicanos.
Durante años se ha reportado que los carteles mexicanos han enviado emisarios a ambos lados de la frontera colombo-venezolana para que sean intermediarios en negocios de cocaína y supervisen la producción. Ahora que el ELN está cada vez más inmerso en la producción y el narcotráfico, la guerrilla se ha convertido en un confiable proveedor e intermediario de cocaína procesada para los mexicanos, según diversos reportes periodísticos, las autoridades colombianas e investigaciones de InSight Crime en la región.
Funcionarios colombianos han señalado a medios locales que la principal conexión del ejército insurgente es con el poderoso Cartel de Sinaloa. Esto fue confirmado por el experto en narcotráfico en Norte de Santander, quien dijo a InSight Crime que esta relación se forjó durante el conflicto del ELN con el EPL. Los mexicanos enviaron emisarios a la región para que sirvieran de enlace con la guerrilla cuando los combates pusieron en riesgo los envíos de cocaína.
“El Cartel de Jalisco empezó apoyando al EPL, mientras que los otros [el Cartel de Sinaloa] apoyó al ELN”, dijo el experto.
Los nuevos guardianes de la frontera
Las diversas condiciones geográficas y las dinámicas del tráfico en la frontera colombo-venezolana indican que el ELN no podrá replicar la cadena de suministro de cocaína que hoy existe en el Catatumbo-Zulia en ningún otro lugar. Pero lo cierto es que toda la línea fronteriza ofrece oportunidades de tráfico para aquel que controle los pasos fronterizos, y en su mayoría, ese es el ELN. Dado que está en juego el control de uno de los territorios de tráfico más preciados de Venezuela, se encuentran bien posicionados para convertirse en el actor más importante en el tráfico de drogas a través de la frontera colombo-venezolana.
Aunque existe evidencia de una incipiente producción de cocaína en el estado Apure y hay rumores similares en otros estados, como Amazonas, no hay cultivos de coca en la frontera comparables con el Catatumbo u otros epicentros de producción de cocaína en Colombia. Sin embargo, existen múltiples corredores de narcotráfico que conducen por tierra, agua y aire al Caribe, Brasil, Guyana, Surinam, e incluso directo a Europa.
El rol del ELN en estas rutas varía de una región a otra, pero está en ascenso.
En zonas como el extremo norte de la frontera, donde el departamento colombiano de La Guajira limita con el de Zulia, o la región central de los pasos fronterizos del Norte de Santander a Táchira, el ELN controla los pasos clandestinos conocidos como trochas. Cualquiera que utilice estas trochas, incluyendo narcotraficantes, debe pagar “impuestos” a la guerrilla para garantizar su paso seguro.
“La guerrilla obtiene una tajada del dinero que ingresa por las trochas”, le dijo a InSight Crime un periodista de Táchira bajo condición de anonimato.
Más hacia el sur, el control que ejerce el ELN sobre los cruces fluviales hacia los estados venezolanos Apure y Amazonas también permite cobrar a los traficantes por trasladar cargamentos a través del río Orinoco, que separa ambos países.
En otros lugares, las células de tráfico del ELN desempeñan un papel más directo, haciendo tratos con los traficantes para mover los cargamentos desde las zonas de producción controladas por el ELN en Colombia hasta los puntos de envío en Venezuela.
En la frontera de Vichada-Amazonas, por ejemplo, la policía de Colombia le dijo a InSight Crime que el ELN controla dos rutas, una a lo largo del río Meta, y otra por el río Vichada. Rara vez se ven guerrilleros uniformados transportando drogas, afirmó la policía. Por el contrario, el ELN emplea células de tráfico civiles que mantienen un bajo perfil a medida que se acercan a la frontera bajo la protección de la guerrilla.
Un modus operandi similar también fue reportado a InSight Crime por una fuente local más al sur, en Guainía, quien señaló que el ELN recluta a jóvenes indígenas para transportar la droga.
“Llevamos años conviviendo con la guerrilla en esta ruta del narcotráfico”, dijo un funcionario del gobierno local de Puerto Inírida, quien pidió permanecer en el anonimato por razones de seguridad. “Trabajamos con el transporte [de drogas], y actuamos como guías, pero nos vemos obligados a hacerlo”.
Al ELN solo le falta la última pieza del rompecabezas: Apure, un estado fronterizo que no solo es un centro de pistas de aterrizaje clandestinas, sino también una región donde la producción de cocaína está empezando a echar raíces.
Aunque el ELN ha controlado los cruces fronterizos hacia Apure por mucho tiempo, hasta hace poco el transporte y los envíos de cocaína habían estado en manos de dos facciones disidentes de las ex-FARC, el Frente 10 y la Segunda Marquetalia.
Sin embargo, desde comienzos de 2022, el ELN ha replegado al Frente 10 del territorio venezolano, y a su vez, las fuerzas militares de ese país han desmantelado gran parte de la estructura narcotraficante de esta facción disidente. Por su parte, la Segunda Marquetalia ha sido llevada al límite por una oleada de misteriosos ataques que han causado heridas y muerte a sus más importantes líderes.
El debilitamiento de las ex-FARC ha eliminado los principales obstáculos que le habrían impedido al ELN disputar los cultivos de coca, los laboratorios de cocaína, las rutas de tráfico y las narcopistas de Apure. Incluso, el grupo puede encontrar en los remanentes de la Segunda Marquetalia, que hasta ahora ha mantenido buenas relaciones con el ELN, una red dispuesta a utilizar su experiencia y contactos para dirigir estas operaciones como un ala de facto del ELN.
Si el ELN se hace cargo del narcotráfico en Apure, entonces controlará los pasos fronterizos a lo largo de toda la frontera, además de al menos tres zonas de producción de cocaína a ambos lados de la misma y puntos de envío internacional de cocaína en tres estados venezolanos.
La frontera venezolana no es el único lugar en que el ELN ha aprovechado la desmovilización de las FARC para adentrarse en el tráfico de drogas. El ejército insurgente también ha dado pasos importantes en el narcotráfico en el departamento de Chocó, en la costa del Pacífico.
Por el momento, el ELN aún carece de las conexiones internacionales y de los conocimientos logísticos necesarios para competir con las principales redes de tráfico de cocaína de Colombia a nivel internacional. Pero con su alcance territorial y su capacidad militar, tienen el potencial de convertirse en una de las organizaciones de narcotráfico más poderosas de Colombia.
Sin embargo, la relación entre las drogas y el ELN sigue siendo compleja y las guerrillas son principalmente una organización insurgente.
“Creer que el ELN es un grupo criminal es no entender la complejidad de esta organización, pues mantienen un componente político fuerte”, dijo a InSight Crime el académico e investigador Luis Trejos, experto en el conflicto colombiano.
La historia de Colombia está plagada de ejemplos en los que la participación en el tráfico de drogas corrompe los objetivos políticos de la guerrilla, y los líderes del ELN seguramente conocen los riesgos. Desde la elección del político de izquierda y defensor de la paz, Gustavo Petro, como presidente de Colombia, los líderes del ELN han planteado la posibilidad de entablar conversaciones de paz con el gobierno colombiano. Los dos frentes que probablemente serán más difíciles de convencer para que se unan a algún proceso son los mismos dos frentes que actualmente se están haciendo ricos y poderosos gracias al tráfico de drogas venezolano: los Frentes de Guerra Nororiental y Oriental.