Para enfrentar la difícil realidad que se avecina, la oposición (o Gobierno encargado) necesitará de la protección del manto de la unidad. En casos como el de Venezuela, donde la política se encuentra separada solo por milímetros de la guerra, la unidad de los factores que se oponen al llamado “régimen” de turno ha llegado a ser un tema existencial
La reciente visita de Juan Guaidó energizó a los trujillanos, también a una dirigencia política regional plagada de egos, intereses partidistas y hasta personales. Su mensaje fue bastante claro: no basta la unidad electoral, ahora es imprescindible una unidad de causa, que no es otra sino superar el modelo político que tiene sumergida a la nación en una crisis humanitaria.
Ver a representantes de distintos partidos políticos en Trujillo disputarse un espacio en la tarima mientras hablaba Guaidó con el propósito de “figurar”, no da la sensación de madurez política.
Unidad no es palabra mágica. Sin unidad no puede haber ningún movimiento democrático, mucho menos cuando se enfrenta a un adversario tan peligroso. En casos como el de Venezuela, donde la política se encuentra separada solo por milímetros de la guerra, la unidad de los factores que se oponen al llamado “régimen” de turno ha llegado a ser un tema existencial.
Mayores diferencias
La unidad será siempre unidad en la diversidad, porque con los idénticos no se requiere unidad. La unidad comienza entre los distintos y, muchas veces, entre fuerzas, organizaciones y partidos que no tienen nada en común, nada, con excepción de un mismo enemigo. De ahí que, mientras más amplia es la unidad, mayores son sus diferencias. Y mientras más claras sean las diferencias, tanto mejor para la unidad.
La salida a la crisis venezolana tiene su mirada puesta sobre las decisiones que anuncia un hombre que es reconocido como presidente encargado de Venezuela por casi 60 países, Juan Guaidó. Sobre él pesan distintas críticas: “¿Otra vez el diálogo? ¿Por qué no pide una salida militar ya? ¿Qué espera para hacer algo, ya se le ‘acaba el tiempo’? ¿Es uno más del montón?”.
La impureza de la política
Así como en la vida privada distinguimos entre amigos, compañeros de trabajo, vecinos y simplemente conocidos, la unidad entre distintos reconoce diversos niveles. En los casos extremos –Venezuela es uno de ellos- la unidad más amplia debería darse entre los que bajo condiciones normales serían adversarios. Sin esas unidades amplias, el enemigo fundamental nunca podrá ser derrotado. La política no es sucia, pero no se hizo para las almas cándidas y puras. La política es impura. La unidad política, también.
Oposición de la oposición
En la oposición venezolana algunos forman parte del ya cuestionado Frente Amplio, otros se sitúan en la llamada resistencia cuyas acciones más notorias últimamente parecen ser, desprestigiar al también ya desacreditado diálogo, atacarlo por todos los medios. Hay grupos internos en la oposición que han hecho de la lucha en contra de “la unidad” una profesión de fe; estos son llamados “opositores a la oposición”.
Si cada factor opositor desarrollara una política independiente pero con un objetivo común, dejaría de restar y dividir. Y en este momento la tarea para superar este terrible episodio de nuestra historia es sumar y multiplicar.
No hay mejor medio para consolidar la unidad, reiteramos, que tener un objetivo común. Y el objetivo de los venezolanos es la recuperación de su institucionalidad para rescatar así nuestra calidad de vida.
¿Qué harán?
Ante la posibilidad de unas elecciones generales aún con el mismo CNE, surge la pregunta: ¿Se presentará o no la oposición de manera unida contando a su favor con un alto descontento y una abrumadora necesidad y deseo de cambio político?
No hay que olvidar nunca la principal crítica que se le hace a Maduro y su entorno: su naturaleza es profundamente antidemocrática, anti-electoral. Hay quienes piensan que si las elecciones tienen efectivamente lugar, intentarán manipular los resultados, pero esta vez enfrentaría el obstáculo de muchos gobiernos democráticos que observan con lupa y, sobre todo, el de la vigilancia de miles de activistas, esos mismos anónimos testigos de mesa que hicieron posible el triunfo del 6D.
Una fortaleza a bien usar
Para enfrentar a la difícil realidad que se avecina, la oposición (o Gobierno encargado) necesitará de la protección del manto de la unidad. Por lo demás, gracias a la unidad tejida en torno a la persecución de objetivos democráticos y constitucionales, esa oposición ha logrado hoy lo que en un momento parecía imposible: el apoyo de la inmensa mayoría de los países democráticos de la tierra. Cada vez está más claro: solo la unidad políticamente organizada de los demócratas salvará a Venezuela. Ante tal tesis surge otra pregunta: ¿Está a la altura de las exigencias del país una figura como Juan Guaidó para alcanzar el establecimiento y puesta en práctica de esa imprescindible unidad? La misma pregunta es oportuna para nuestros dirigentes políticos.
Debilidad injustificada
Para Jesús Seguías (presidente de Datincorp), la mayor debilidad opositora venezolana es que no existan objetivos ni estrategias definidas por parte de sus dirigentes sino que estas han nacido de escenarios equivocados, de propósitos desubicados en el tiempo y en el espacio, y con prioridades que obedecen más a necesidades personales que a necesidades de país, de nación. Si no existen objetivos comunes y cada quien anda con su propia agenda, si las estrategias se diseñan en función de los intereses particulares y no de los intereses colectivos, entonces la unidad será una entelequia, una mentira de patas cortas. Será tiempo perdido, una mayor frustración y muchas ganas de irse del país.
LA FRASE:
“Si cada factor opositor desarrollara una política independiente pero con un objetivo común, dejaría de restar y dividir. Y en este momento, la tarea para superar este terrible episodio de nuestra historia es sumar y multiplicar”