Venezuela: vórtice de opiniones, retos y desafíos de cara al 10 de enero | Por: Luis A. Villarreal P.

 

Luis A. Villarreal P.

Seguimos a expensas del bombardeo informativo de afuera y dentro del país, y, por lo tanto, obligados —como ciudadanos— a interpretar informaciones y eventos lógicamente relacionados con las circunstancias de nuestra Venezuela, hace tiempo acaparando en gran medida la atención del mundo; no solo debido a la solidaridad democrática global frente a la extendida crisis política y humanitaria, sino a  intereses ideológicos externos convalidantes —abigarrados, con mustio silencio o ‘inocente y cómoda’ neutralidad— de las ejecutorias oficialistas venezolanas, aparte de las posturas geopolíticas inmiscuidas y confabuladas.

El oficialismo continúa a sus anchas, con sus programas radiales y televisados desgranando los acontecimientos. Fijando posición, en su accionar  contraofensivo  —o meramente ofensivo en términos de ‘beligerante’ paz— tratando de hacer valer sus puntos de vista ante la oleada de realidades campeantes,  principalmente desde el exterior.

La expatriación o exilio de Edmundo González Urrutia es la ‘culpa’ del abrupto desbordamiento del río.  ‘Paradójicamente’ de quien tal vez se esperaba prosecución en su actitud condescendiente o dócil tal como lo hizo al dejar Venezuela; pero, al llegar a España, abriéndose paso, no obstante la revuelta ocurrida al interior del país ‘anfitrión’, llevada a cabo en los hemiciclos del Congreso de Diputados y el Senado, en los cuales obtuvo reconocimiento de Presidente Electo —a despecho de la contraria posición del partido de gobierno y pocas abstenciones—. La Unión Europea siguiendo la tendencia democratizadora hizo lo propio al decidir también —en conteo voto a voto— por amplio margen el reconocimiento continental a quien prefirió dar batalla desde Europa, por resultados electorales a su favor. Aunque desde el oficialismo se le haya asignado sentenciosamente el papel de «Guaidó II».

No se trató exclusivamente de González Urrutia y su reclamo electoral sino del conflicto político de los venezolanos por tratarse de una de las democracias de América más desafortunadas, con agravante hacia millones de sus habitantes.

En el ámbito nacional, la partidocracia opositora ha optado por callar o parapetarse ‘estratégica o convenientemente’ en el silencio o el secretismo

Los partidos opositores —con escasas excepciones— no hicieron suficiente bulla ni para la Presidenciales, mucho menos ahora; ni porque la democracia les requiere deseando apoyarse sobre organizaciones políticas —sus pilares fundamentales— a través de las cuales se articula el pluralismo y la esencia del poder popular. Desde hace tiempo siguen extraviados y erráticos, judicializados y víctimas del alacranato, sintiéndose como columnas de anime.

Ahora, estrellas han dejado de ser los partidos en el elenco democrático venezolano; porque otras iniciativas han eclipsado el statu quo partidista de ala caída, para dar rienda suelta a la ilusión del Pueblo en un ‘sí se puede’. Y me refiero, más allá de liderazgos, a todas aquellas personas dándose por aludidas ofreciendo resplandor de Ciudadanía.

Este análisis reitera la observancia de una Ciudadanía sin compromiso partidista indiferentes a dirigentes y partidos sin iniciativa y con saldos erráticos o infortunados, sin estrategia ante la adversidad. Tampoco porque la conciencia ciudadana haya despertado por su cuenta o reflexionado profundamente, sino porque ha reaccionado ante el estímulo de nuevas propuestas y liderazgos políticos advertidos en Primarias, actuando estos como reactivos o catalizadores.

La lucha por alcanzar los objetivos de Cambio fehaciente, se ha transfigurado por intermedio de sus propias energías esperanzadoras y resilientes, fundamentadas ya no en una necesidad puramente material sino espiritual. Para proyectar estas energías a propulsión, generada por la insurgente dignidad y la impotencia, ha sido suficiente el haber sabido zafarse de la entropía partidista opositora ante el desbarajuste oficial y sumarse a la opción más confiable; aunque obstruida, claro está, por oficialistas y elementos del entramado partidista  inadecuadamente competitivo dentro del ámbito opuesto al continuismo, del cual siguen siendo víctimas.

Por lo expuesto no se pretenda establecer conformidad, sino estar claros de las circunstancias pretéritas infortunadas para volver al camino del futuro democrático. Pero no, ni exclusivamente, a través de líderes o facciones vueltos imprescindibles, salvadores o redentores, sino más bien de una Ciudadanía autónoma, visionaria y responsable del destino de Venezuela

 

Partidismo opositor, de ‘bajo perfil

 

Las circunstancias no unen

como debiera al sector partidista;

sus líderes confunden

con su extraña apatía

andando incógnitos y a la deriva.

 

¿¡Cuándo poder contar

con los partidos que la democracia

llama ahora y no están!?

Líderes sin resaca

de aquel raro poder que

                             [usufructuaban.

 

¡Les toca sincerarse!

Legitimarse y mostrar lealtad

con el país cuanto antes;

al que han de subsanar

con primacía, trabajo eficaz

 

y profesionalismo.

La mediocridad y el celestinaje

político ¡el castigo

bien merezcan! de parte

de la Ciudadanía responsable.

 

                                            L A V P

 

Tenemos un país en su gente traumatizado —tanto en opositores como en oficialistas— pero deseoso de construir la autopista democrática con expeditos canales de libertad, donde haya reglas claras y respetadas, prolija en oportunidades de progreso, bienestar e igualdad ante la ley en el marco de un acorazado Estado de derecho, fulgiendo desde versátiles instituciones aunadas en su autonomía e independencia de poderes hacia su único fin: el bien común.

 

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