Venezuela sin certeza: el año de Elecciones Libres sigue sin ofrecer satisfacciones ni garantías democráticas | Por: Luis A. Villarreal P.

 

Aunque apenas comienza, el 2024 nos mantiene expectantes dada la impaciencia por avizorar el nuevo amanecer nacional.  Por ello al ver tantos cabos sueltos, relacionados con la pre-organización electoral, se produce la natural ansiedad de querer ver los acomodos o la adecuación de las condiciones necesarias para la realización de las Elecciones Libres Presidenciales. Mientras no se vea ponderancia y movimiento en este sentido, entonces la confianza y animosidad comicial estaría desde ya experimentando un ciclo de atenuación y desánimo.

No es coherente, sino contradictorio, imaginar siquiera comparecer a las próximas votaciones Presidenciales, bajo el supuesto de realizar unas elecciones como las ‘acostumbradas’; es decir, bajo los mismos términos de inseguridad, desconfianza y ventajismo; en la organización de la campaña electoral, la estructuración del registro respectivo, el ejercicio del voto, y la limitada veeduría especializada.

La desconfianza en el proceso de elección Presidencial, sigue y tiende a crecer si no se ven reformas fehacientes en el sistema y representación electoral, en relación a la autonomía del CNE y su imparcialidad

Aún bajo las ambiciosas y estrictas medidas en defensa del voto ya anunciadas por quienes tienen responsabilidad organizativa con la candidatura unitaria de María Corina Machado, se necesita mucho más para blindar el proceso; honestamente el mencionado esfuerzo unitario opositor de activar ‘600 mil cuidadores o defensores del voto’ sería insuficiente ante el tamaño e importancia del objeto de la elección. Y en la determinación, ya demostrada en otros eventos electorales súper importantes, de quienes no aceptarán irse del poder porque así lo hayan dicho los papelitos de los venezolanos depositados en una cajita.

Creer otra cosa, con el corazón esponjado de fe, es más de lo mismo, un acto de ingenuidad:  subestimar por enésima vez al adversario antidemocrático con casi un cuarto de siglo de experiencia en el arte de salirse con la suya, para permanecer en el poder.

Pero ¿qué puede estar haciendo la Plataforma Unitaria Democrática para calmar a los venezolanos en relación a los cambios necesarios esperados sobre el CNE?

La mesa de negociaciones entre oficialismo y oposición, casi siempre sorpresiva porque efímeramente aparece y desaparece, cual cometa de sombríos presagios, debe tener en cuenta la aspiración del electorado venezolano en relación al ejercicio del voto, cuyas verdaderas y mejores condiciones deben estar muy claras y precisas en los posibles acuerdos, con suficiente antelación de las Elecciones Libres. Nada de conformar con lo mismo a los venezolanos: acuerdos genéricos y ambiguos, sobre los cuales la última palabra en relación a su interpretación la tiene el oficialismo.

Elecciones Libres Presidenciales

 

Los diversos acuerdos

conocidos entre la Plataforma

Unitaria y el ‘gobierno’

delatan y cercioran

el porqué a la oposición le toca

 

ceder en demasía.

No disponer de medios propios para

actuar como ameritan

las duras circunstancias

es la limitación infortunada

 

de quienes asumieron,

habiéndose intentado casi todo,

el ‘solos no podemos’.

Realismo capcioso

en las mentes proponentes del voto

 

sin tener condiciones

electorales apropiadas sino

desconfíos enormes.

si hay que ir a  los comicios

sobre el CNE deben haber requisitos

 

                                   L A V P

Aún no se finiquita el principal punto de la discordia entre la oposición y el régimen, debido al retraso procesal y ‘senderismo’ asumido desde la Contraloría y el TSJ para dar respuesta a las ilegales inhabilitaciones políticas. Ellos, los perjudicados en sus derechos civiles y políticos, comparecieron al despacho del alto tribunal, a regañadientes, coaccionados, con la intención de facilitar el cumplimiento de los acuerdos de Barbados y no dar excusa ni oportunidad a la intención continuista de desechar principalmente la candidatura del cambio —con holgura posicionada en las encuestas y terriblemente temida por quienes nunca querrían irse del poder—.  Esa tardanza, se corresponde con la básica estrategia del régimen de quemar tiempo y esperar las circunstancias apropiadas para decidir su jugada; la cual nos parece, de seguir en suspenso la decisión del TSJ, imposibilitar la candidatura más robusta de la oposición unitaria y reemplazarla por otra de las que esperan semejante “oportunidad”, generando con ello una situación más aberrante y escabrosa en la lucha por la liberación de Venezuela; porque tampoco es el fin del mundo.

Tampoco se tiene certidumbre de la liberación de los presos políticos, ilusión y exigencia irrenunciables del perfil democrático investido de ciudadanía y de sensibilidad por los Derechos Humanos, irresponsable y cruelmente conculcados.

Interpretamos que el oficialismo está jugando a la incertidumbre, a la desmotivación de un pueblo decidido a cambiar el poder político. Por lo tanto, no desistir de ese propósito y evitar los cabos sueltos, vía los próximos comicios, es una buena manera de estar preparados. Son muchos los aspectos relacionados con la realización del proceso integral de las Elecciones Libres Presidenciales y las sucesivas; y lógicamente deben ser abordados sin dilación, con la noble y gallarda intención de llevarlas a feliz término, porque en ellas está cifrada la esperanza y el propósito de regresar a la vida democrática, de la cual fuimos despojados bajo los engañosos estandartes de un pseudo socialismo.

Pese a las dificultades, volver a reconstruir el sistema democrático de libertades, responsabilidad y eficiencia, sigue siendo la opción válida: promesa y garantía del Estado de derecho y bienestar de los venezolanos.

Por ahora, también seguimos esperando resoluciones sobre la Guayana Esequiba, ante la OEA, ONU, y las pretensiones solidarias de EEUU cuando casi ha dicho hacerse cargo de la defensa de Guyana y de su pretensión de dejar como válido el Laudo Arbitrario del despojo de 1899, en abierto y desafiante desconocimiento del Acuerdo de Ginebra de 1966.

 

 

 

 

 

 

 

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