Venezuela en la inercia: oficialismo y oposición no hallan qué hacer en sus antagónicos propósitos

 

Por: Luis A. Villarreal P.

Como ya hemos dicho, nos encontramos tal vez con un plan difuso o abstracto de libertad y con la incertidumbre de poder realizarlo. Cada día las ajenas e inesperadas y muy largas circunstancias nos colocan de nuevo a la espera, nos obligan a repetir con la paciencia los fallidos intentos por la liberación de Venezuela.

¿Qué se dice en estos momentos en Venezuela? ¿Qué estamos esperando los venezolanos?

Se han dejado de decir cosas nuevas, simplemente estamos repitiendo como loros:  Unidad, diálogo, elecciones limpias.

El oficialismo se ha venido conformando en su propia reducción —es lo que le queda—, ‘simplemente’ espera que de manera silvestre Venezuela vaya mejorando, como el retoñar de un bosque que ha sido calcinado.

El ‘instinto’ de supervivencia del pueblo que sufre las miserias y humillaciones —que se desplaza, que se aferra a su tierra, al legado de quienes, con su esfuerzo y sangre, hicieron posible este gran país que se desmorona—, indirectamente también juega a favor del régimen, que, propulsado por ‘neutras’ opiniones economicistas que reseñan ‘estar saliendo de la hiperinflación’, arguye que Venezuela está mejorando.

Leamos las palabras del representante oficialista: «Se observa en Facebook, Instagram y Tik-Tok nuevas campañas incitando al saboteo y las guarimbas. Que nadie sabotee el proceso de recuperación paulatina de la economía, de la prosperidad, la felicidad y la paz venezolana». Instando al regreso de quienes se han ido, expresó:  «Vamos a abrazarnos todos los venezolanos para echar adelante a Venezuela. Vamos a abrazarnos con los venezolanos que viven en el exterior».

El caso es que, aunque haya una intención propagandística haciendo ver el espejismo de la recuperación en ciernes, los venezolanos sufren en sus necesidades básicas y personales insatisfechas, porque el flaco poder adquisitivo que le provee el salario, su pensión o jubilación, nos obliga a vivir en la miseria, sin poder ayudarnos ni ayudar como quisiéramos a nuestra familia, a nuestros trabajadores y amigos. Por esa ‘cualidad’ Venezuela ocupa, luego de su hermana Cuba, el segundo lugar mundial en la Miseria.

Pero, ¿qué hacer? ¿Quién podrá defendernos?  ¿Dónde está el Chapulín Colorado?

Todos sabemos que nuestra situación —nuestra suerte— está en el ámbito geopolítico. El destino que vivimos es el mismo de muchos países que por su ubicación estratégica y producción energética, de acuerdo a la importancia que quiera darle algún poder imperial; en nuestro caso, es Estados Unidos el que debería inmiscuirse en nuestro problema so pena que sea aventajado por los lejanos imperios ruso y chino.

Al parecer, nuestro Chapulín Colorado ha dejado correr la rueda, por razones de índole superior: evitar la escalada, la pandemia y Ucrania; ésta última, verdadera prueba de fuego en la que se encuentra Europa, con coletazos hacia el resto del globo, y por supuesto la capacidad de maniobra de EE. UU. ya puesta en evidencia.

Es a Estados Unidos a quien corresponde apretar las tuercas venezolanas para inducir el cambio político; de ese gran país depende si caemos en manos de imperios extracontinentales, si languidecemos per sécula seculórum en manos de quienes nos sojuzgan, o si volvemos a los caminos democráticos a prepararnos y a dejar de ser lo he hemos sido.

Juan González, asesor para Asuntos del Hemisferio Occidental e integrante del Consejo Nacional de Seguridad de Estados Unidos, en entrevista por WRadio de Colombia, expresó, en reunión que sostuvo con el embajador James Story el pasado mes de marzo —en relación a las razones de la visita de la comisión estadounidense a Caracas—, que: «La primera fue conseguir la libertad de americanos detenidos y la segunda fue instar al régimen a que regresara a la mesa de diálogo en México».

Asimismo, prosiguió: «Dejamos muy claro que cualquier decisión de Estados Unidos de levantar la presión de sanciones, sería en base a la mesa de diálogo entre los venezolanos».  Explicó que «El interlocutor primario para nosotros es el gobierno interino y la plataforma unitaria, porque al fin y al cabo, estamos del lado de los venezolanos que quieren libertad para su país».

No obstante, y en contraposición de las prioridades e intereses de EE. UU., la carta de Ledezma al presidente Biden aunque comprensible, también por el aval de quienes la firman, deja una estela de dudas o inconsistencias, quizá por entrever su ultranza o porque tampoco expone lo que ‘en cambio’ debería hacerse para «desalojar al gobierno de las instituciones» y realizar unas elecciones libres. No concretizó la petición para salir de la crisis, para producir el cambio, ni ‘aludió’ ningún mecanismo para ello.

No es suficiente el «No al alivio de sanciones», sino algo más. Todos sabemos que a cambio de nada el gobierno cuestionado no modificará sus procedimientos, mucho menos para acordar en la mesa de diálogo unas elecciones en manos imparciales.

La presión debe hacerse sobre EE. UU. para que este agilice la búsqueda de un acuerdo sobre elecciones libres, sin control oficialista, cuyo precio ha de pagarse con las fichas de las sanciones.  Mientras, la oposición partidista debe sacar adelante las primarias como una prueba Unitaria. De allí saldría fortalecida para poder exigir.

 

 

 

 

 

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