Por: José Francisco Conte C.
Es asombroso como quienes nos gobiernan continúan afianzados al poder, y han sido incapaces de saberlo ejercer, pues han convertido al país en una verdadera miseria, que en el pasado se consideraba como el más próspero de América Latina, lo que ha generado incalculables padecimientos, angustias y daños a toda la población, sobre todo a los sectores más empobrecidos e indefensos, denominados “vulnerables”, cuya promesa de dignificación quedo en el olvido; pues solo los que ejercen el poder gozan de la más opulenta y pomposa calidad o nivel de vida, frente a la inmensa mayoría que padece y agoniza ante la situación actual del país.
Llama poderosamente la atención que aun existan personas que sigan creyendo en este aterrador desgobierno, y hagan eco de las mentiras y falsas promesas que han sembrado, mostrándose ciegos de observar la realidad y reconocer cabalmente las causas de esta triste realidad y de sus terribles y perjudiciales consecuencias.
Hoy día nadie podría afirmar de manera ecuánime que el país esta mejor que hace más de dos décadas; es decir, la denominada “Quinta República” esta peor que la criticada “Cuarta Republica”, pues la llamada Revolución Bonita no puede mostrar un solo logro, salvo la perversa e increíble corrupción y malversación de fondos públicos, y podemos afirmar tajantemente, que actualmente no existe una sola cosa que funcione o que al menos funcione a media máquina, pues todo se ha convertido en un estruendoso caos y en la más visible miseria.
Esta mal llamada Revolución ha destruido al país y lo ha convertido en el país con mayor retraso de la región, lo que ha originado que millones de personas huyan del país en búsqueda de una digna calidad de vida, la cual obviamente no pueden tener en su país, así como también quienes adoptaron a Venezuela como país de emigración.
Todas las promesas de esa Revolución resultaron todo lo contrario; así encontramos, que las políticas de inclusión se convirtieran en exclusión; la promesa de eliminar la corrupción sirvió para generar el lugar del país con la mayor corrupción del mundo; las promesas de cambio en paz y amor generaron división, aversión, rencor y odio, llegando a los mayores niveles de polarización, inseguridad, violencia, intolerancia e impunidad. De igual modo, se destruyó el sistema educativo en todos sus niveles y modalidades, cuando se prometió una revolución educativa; la retórica sobre el nuevo orden humano y social, trajo como consecuencia la proliferación de delincuentes, bandas criminales, narcotraficantes, pranes, matraqueros, corruptos, y hasta la aparición y multiplicación de guerrillas y paramilitares, entre otros, efectos perversos y negativos.
Si pasamos al orden económico, además de la hiperinflación que padecemos sin miras a su control, y bajo el espejismo de una “supuesta recuperación” en algunos sectores, las políticas de expropiación de empresas, industrias, fundos y fincas, en búsqueda de una mayor y equitativa productividad y en pro de la seguridad alimentaria, trajo desabastecimiento, escasez, destrucción de las mismas y genero hambre. Iguales efectos se produjeron en el área de producción alimentaria, con la estatización de empresas alimentarias, los denominados fundos zamoranos, gallineros verticales, huertos hidropónicos, areperas socialistas, y paremos de mencionar proyectos infundados y mal estructurados, que ocasionaron la ruina de gran parte del sector referido.
Por otra parte, se suman una gran cantidad de obras inconclusas, en las cuales se han invertido grandes cantidades de recursos; se trata de proyectos contratados o anunciados en 21 regiones del país por el Poder Ejecutivo en las últimas dos décadas y que hoy se encuentran paralizadas o inacabadas, causando la pérdida de una colosal cantidad de recursos. Las obras inconclusas han servido para el desvió y despilfarro de fondos públicos, que se traducen en edificaciones abandonadas, barras herrumbrosas y columnas resquebrajadas rodeadas de maleza, así como maquinaria desmantelada, vallas descoloridas y restos de materiales de construcción inservibles. La mayoría de las infraestructuras fallidas pertenecen a los sectores vialidad, transporte, salud, vivienda, educación y alimentos, Podemos señalar como ejemplos que en el Estado Lara existen 66 obras inconclusas, en Barinas 45, en Zulia 22 y en Bolívar 21. El resto de las obras inconclusas pertenecen a los sectores energía, agua, saneamiento ambiental, deportes, hidrocarburos, cultura, plantas industriales, institucional, turismo, defensa, justicia, áreas verdes y recreativas, así como tecnología. Podemos citar algunos casos, de las aproximadamente 246 obras inconclusas: Hospital tipo III de Guanta, Unidad de Quemados del Hospital Luis Razetti en Barinas, Sistema Hidráulico Yacambú, Quíbor Estado Lara, Tercer Puente sobre el Rio Orinoco, segundo Puente sobre el Lago de Maracaibo, Central Hidroeléctrica Tacoma, Metro de Guarenas y Guatire, y pare de contar.
En cuanto a PDVSA, que prometieron ser la “empresa del pueblo”, paso a ser de una de las grandes empresas del mundo a una empresa totalmente quebrada, saqueada y por demás improductiva; aún cuando alardean de ser el país con las mayores reservas de petróleo; hoy tenemos que hacer inmensas colas, de hasta tres o cuatro días, para poder colocar gasolina a nuestros vehículos. También el sistema eléctrico esta destruido, lo que hace que ocurran apagones o cortes de energía eléctrica en todo el país, resultando afectadas mayormente algunas regiones que otras, sin esperanzas de solución.
Culmino este artículo copiando las sabias palabras del Maestro Antonio Pérez Esclarin, en su artículo titulado “Salir del desgobierno con votos”, que sirvió de inspiración a estas ideas, quien señala: “Basta ya de promesas e intentos de curar el cáncer del país con medidas que agudizan la enfermedad. Basta de culpar siempre a otros y no asumir la propia responsabilidad. La situación es insostenible y queremos soluciones. Si el capitán del barco, insensible a la tragedia de las mayorías porque a él no le tocan los problemas que sufrimos los demás, sigue aferrado al timón y no quiere reconocer – o no le importa -, que sigue llevando al país a un despeñadero, debemos unirnos para cambiarlo. El poder es nuestro, no de los que nos gobiernan y queremos ejercerlo. Por ello, todos a elegir un candidato unitario y luego apoyarlo con fuerza en las próximas elecciones, aunque no sea el de nuestra preferencia. Ir a las elecciones divididos es apoyar el caos y el desgobierno”.
Culmino expresando nuevamente: “Si reactivamos el voto, revivimos la esperanza”
José Francisco Conte C.
Abogado y Docente Universitario.