La situación política y humanitaria de nuestro país ha pasado de ser de simple carácter nacional para tornarse en un verdadero problema de naturaleza hemisférica. Nuestra crisis política, económica y social no solo ha hundido o postrado a nuestra población en la más grande y grave crisis humanitaria del hemisferio occidental, sino que constituye un factor de riesgo absoluto para la seguridad regional, lo cual exige un abordaje de índole multilateral para las democracias de la región e inclusive para Norteamérica y la Unión Europea; que si bien esta gestión multilateral se ha venido ejerciendo con mayor presencia desde el 2017, cuando el autoritarismo adquirió un rasgo ineludiblemente hegemónico, sus resultados no han sido verdaderamente satisfactorios, lo cual impone una revisión profunda de las estrategias y maniobras ejercidas hasta estos momentos, que imponga un reforzamiento de esa multilateralidad y, un mayor compromiso de los regímenes democráticos occidentales, que genere una revisión de las tácticas y acciones desplegadas hasta estos momentos, para que conduzcan a un resultado favorable.
El régimen democrático venezolano se consolido durante cuarenta años, desde 1958 hasta 1998, llegando a ser una de las democracias más estables del continente, acompañada de una de las economías más fuertes de América Latina, cuyo soporte esencial recaía en una de las rentas petroleras más importantes del mundo, lo cual contribuyó a llegar a tener en determinados momentos el mayor PIB per capita de la región y un régimen de libertades políticas, económicas y sociales que evito claramente los embates de naturaleza autocráticos que se hicieron presentes en el continente durante dicho periodo.
Bajo este contexto, Venezuela se convirtió en un país receptor de muchos inmigrantes, exiliados políticos y desplazados que huían de los diferentes conflictos que sucedían en varios países de América Latina, como ya antes lo había sido de numerosos europeos que escapaban de las guerras y dictaduras de ese continente.
De igual manera, durante el señalado período se estructuro un sólido sistema educativo y sanitario de carácter gratuito y público, conjuntamente con iniciativas de carácter privado, que generaron un amplio desarrollo económico y una gran movilidad social en el país.
Actualmente en Venezuela sucede todo lo contrario, pues padece la mayor crisis humanitaria del hemisferio occidental. Para el año 2020 y desde la llegada a la Presidencia de Maduro, el PIB se contrajo alrededor del 65%, la empresa petrolera PDVSA dejo de ser una de las mayores corporaciones o compañías de América Latina y del mundo, pues confronta la casi total paralización de sus refinerías y taladros, registrando niveles muy bajos de producción, llegando a afirmarse que su producción vigente se equipara a los niveles de 1940; así como también el país lidera la lista de países con la mayores tasas de homicidios y de corrupción.
De un país receptor de inmigrantes como antes se señaló, pasamos a tener más de cinco millones y medio de venezolanos que se han desplazado al extranjero y muchos de los inmigrantes llegados en el período arriba indicado han retornado con su familia a sus países de origen, producto del desastre económico que padece el país, donde el salario mínimo es absolutamente insuficiente para satisfacer las necesidades básicas de una persona en un solo día. A esto se agrega, lamentablemente, que el sistema hospitalario se encuentra destruido y desasistido, los centros educativos en todos sus niveles presentan alarmantes cifras de deserción tanto de estudiantes como de docentes o profesores. El sistema de justicia no cumple en lo más mínimo sus funciones constitucionales y legales, lo cual genera una inmensa inseguridad jurídica que afecta no solo las inversiones nacionales y extranjeras, sino también la seguridad ciudadana.
Por otra parte, lo que a nuestro juicio, constituye el problema central del país, es que el sistema democrático registra su peor situación en décadas, y conforme a los más elevados estudios relativos a índices sobre calidad de la democracia ponen de manifiesto que desde el año 2017 el régimen venezolano se ha constituido en un hegemónico autoritarismo, lo que conlleva a una ruptura fundamental del modelo democrático construido con tanta fortaleza en los cuarenta años previos al inicio de esta mal llamada “revolución bolivariana”.
José Francisco Conte C.
Abogado y Profesor Universitario