Venezuela con cabos sueltos: ante propuesta de más elecciones | Por: Luis A. Villarreal P.

 

Luis A. Villarreal P.

 

Las circunstancias prevalecientes nos están llevando de la mano como a niños, aunque no precisamente con inocencia o ingenuidad. Tan solo, estamos aceptando el discurrir en desventaja, dejando el trabajo del silente esfuerzo y optimismo a la ley de gravedad, esa misma destinada a mantenernos con los pies sobre la tierra; aunque muchos, por febril imaginación y comodidad, han decidido actuar en levitación, siempre maquillando la terrible realidad y dejando para después el enorme reto de modificarla a favor de todos.

En ese sentido, no hay de otras. Eso sí, sin llegar a defraudar con abandonos y claudicaciones la ilusión de hacer de Venezuela el oasis democrático, donde la funcionalidad de sus instituciones sea tangible, realmente evidente; en una atmósfera de bienestar, progreso y fraternidad social, haciendo percibir en nuestras facultades sensoriales ese aire aquiescente y libertario; ideal preludio para dar rienda suelta a las legítimas aspiraciones a través de las cuales se tenga conciencia de estar tejiendo el futuro limpio y promisor, nuestro gran e histórico legado colectivo.

 Esperanza y desafío

 

No es exageración

argüir que la lucha venezolana,

transida de dolor,

ha perdido la talla

en sectores que antes participaban.

 

El miedo llega y cunde

a niveles exentos de peligro.

Extremas actitudes

—sin razón ni motivo—,

excusables, intrincan el camino. 

 

Es la discordancia íntima

entre el qué hacer y el debido intento.

Ante esta disyuntiva,

por qué desentendernos 

y esperar —sin límite— por más

                                             [tiempo.

 

La esperanza y la fe

están envueltas en celofán; y nos

complacen —sin saber—

dejando a discreción

nuestro arrojo, ¡como lo manda Dios!

 

                                           L A V P

 

Ante las reformas electorales y constitucionales, el clásico eleccionario en ciernes como propuesta del oficialismo para cumplir con los compromisos democráticos ante el mundo, se podría estar forjando un sistema inédito e inquietante

Según los procedimientos puestos en riel por el oficialismo, sobre todo relacionados con el esquema o la pauta electoral: ejecutiva y legislativa, en los niveles estadales y municipales; nos agarran sorprendidos, más escépticos y desconcertados, en la medida de no tener claro el tema de la recién elección presidencial y la percepción sobre el CNE, ahora menos creíble; asumida por el oficialismo con determinación, pero en el duro ámbito opositor con equiparable carga de renuencia a dejar eso así.

Los cuadros de oposición partidista, en su mayoría; principalmente aquellos de quienes ya no se sabe sin son chicha o limonada, en tanto el aspecto cuasi neutro de sus figuras emblemáticas así lo muestran o sugieren; apenas si se han atrevido hablar de este descomunal asunto, y eso para dar relevancia a aspectos secundarios e irrelevantes del momento, referidas a propuestas exógenas no avaladas por la oposición beligerante.

La Plataforma Unitaria Democrática no dice casi; la comisión negociadora en eclipse desde Barbados; los referentes de partidos con fachada opositora en una actitud rara e incomprensible están allí, chito; dando de qué hablar

Al extremo de atribuírseles supuesto sainete de querer quitar de la oposición a controvertidos e incómodos, en la bocanada de una dramaturgia pragmática y envolvente, apaciguante y permisiva, moviéndose hacia las tablas con una obra ‘comprensible’ ante las masas. Entre los personajes estarían la María Corina, caudillesca de la voluntad popular, y el propio Edmundo, dado a la tarea —en un itinerario arduo y complejo por buena parte del mundo—  de hacer valer los resultados comiciales por él esgrimidos.

Tímidamente han estado moviendo la cabeza y arrugando la cara —o esbozando una sonrisa socarrona e intrigante— al momento de obligarse a opinar y asentir sobre los cabos sueltos reclamando ser atados. En eso se han dejado ver Roberto Enriquez, Felipe Mujica, entre otros.

¿Pero de qué hablan? Bueeeno, muy plausible, de la enorme necesidad —o conveniencia— del enderezamiento político, tal vez pensando en un sistema electoral más inclusivo, respetuoso de derechos civiles y políticos, donde se pueda hacer política mucho menos tímida, complaciente o conformista, con claro perfil de criterio propio en oposición.  Difícil alcanzar este objetivo si no hay atrevimiento, guáramo e inteligencia intrínseca verdaderamente unitarios. Porque de manera aislada o sectaria, ni soñar; habida cuenta de estar además desgajados del pueblo.

 Ahora han vuelto por sus fueros, resucitando la idea recurrente del diálogo, una vía ancha y recomendable, palabra del argot civilizado y pacifista en casos y términos donde sus correspondientes interlocutores —las partes confrontadas— albergan genuinos deseos de querer resolver problemas de envergadura con soluciones viables y creíbles a la vista.

Los alfiles opo-light ya los vemos con antifaz, no porque sean héroes como Batman, Spiderman, El Zorro, o algo parecido, en la ilusión, necesidad y urgencia actuales, sino porque simplemente pertenecen a viejas leyendas de suspenso y frustración, o a las castas del celestinaje político causando ya preocupación e incomodidad en un gladiador de la política como Pedro Pablo Aguilar, en los tiempos aquellos de un bipartidismo bien entendido.

Pero, quiénes son los interesados en volver a la arena electoral, una vez haya ‘anuencia’ para ello. Sin duda, deberían ser  líderes con muchas horas de vuelo democrático, con sus naves —los partidos— sin enormes abolladuras en su fuselaje causadas por impericia, omisión o exceso de sus respectivos capitanes; escarmentados y dispuestos a servir a Venezuela con sinceridad, prestos a desarrollar la democracia y a dejar los vicios causantes de su corrosión  y socavamiento, para felicidad colectiva.

 

 


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