Caracas, 20 nov (EFE).- Venezuela vivirá este domingo unas elecciones locales y regionales que servirán para tomar el pulso político de un país en el que la polarización ha ido dejando paso a la desidia y que supondrá la primera vez, desde 2017, en que la oposición llama a sus simpatizantes a acudir a las urnas.
Tras hacer varios llamados a la abstención, el principal reto de los detractores del Gobierno de Nicolás Maduro es el de seducir a una ciudadanía mayoritariamente cansada y que, según las encuestas, quiere un cambio en el país.
No obstante, los numerosos llamados a no participar en los años previos han hecho mella en los posibles simpatizantes de la oposición, que desconfían ahora de acudir a las urnas al considerar que las condiciones no son óptimas.
A ello se suma el mayor mal de los antichavistas: las eternas peleas por salir en la foto que han vuelto a la primera línea en estos comicios.
Las disputas llegaron, incluso, al enfrentamiento físico entre candidatos en el sureño estado Bolívar (fronterizo con Brasil), donde el exdiputado opositor Américo de Grazia fue abofeteado por el también aspirante antichavista Raúl Yusef frente a la jefa de la Misión de Observación Electoral de la Unión Europea (MOE-UE), Isabel Santos.
Ese cóctel hace presumir una alta abstención este domingo entre los potenciales votantes de la oposición, con lo que el número de participantes en las elecciones será uno de los datos clave.
A esa abstención se suma la migración que la ONU estima en cerca de 6 millones de venezolanos que han abandonado su país en los últimos años, la mayoría de ellos, mayores de edad.
El número supone, según distintas estimaciones, cerca de un 25 % del censo electoral que tampoco acudirá a las urnas este domingo.
Del otro lado, el chavismo ha tratado de cerrar filas y mostrar una imagen de unidad tras las primarias abiertas que celebró el Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV) el pasado agosto.
En aquella ocasión se mostraron amplias grietas que derivaron incluso en peleas entre simpatizantes de distintos aspirantes a conseguir la nominación del PSUV.
El caso más llamativo lo protagonizaron dos familiares del fallecido presidente Hugo Chávez, su hermano Argenis y un sobrino del mandatario con su mismo nombre.
Ambos trataban de convertirse en candidatos a gobernador del estado Barinas, región natal de Chávez, y sus seguidores se enzarzaron en varias peleas durante la pequeña campaña de primarias que finalmente ganó Argenis, actual mandatario regional.
Ya en campaña, los dirigentes han superado -al menos en público- esas diferencias y han tratado de acrecentar las de sus rivales para, de ese modo, presentarse como la «única» alternativa «de paz».
Uno de los rasgos más peculiares de esta campaña ha sido la eliminación, por parte de muchos candidatos, del color rojo que identifica al partido e, incluso, la ocultación con mayor o menor éxito de las siglas del PSUV.
Eso sí, los ojos de Chávez, símbolo del movimiento, han estado muy presentes, como es habitual, en un intento, según diferentes expertos, de vincularse a su líder, eludiendo la escasa aprobación que tiene su sucesor, Nicolás Maduro.
La gran novedad en estas elecciones será la presencia de una MOE-UE, la primera que envía el bloque comunitario en 15 años.
Pese a las múltiples confusiones -algunas interesadas- que ha generado, la MOE-UE está desarrollando su labor y emitirá su informe preliminar el próximo martes, dos días después de los comicios, tal y como es habitual.