El sociólogo Trino Márquez explicó que los ciudadanos buscan la forma de resistir la crisis. Asevera que no se puede precisar hasta qué punto los venezolanos van a tolerar la grave situación económica que agobia al país, la cual se ha profundizado en los últimos seis años
La lista de calamidades que padecen los venezolanos es larga. Pasar horas sin luz por fallas en el servicio eléctrico, ver gente buscando comida en la basura, unidades de transporte público excediendo su capacidad por falta de unidades, caminar infinitas cuadras por deficiencias en el transporte, lidiar con largas colas para comprar alimentos (cuando los hay), ir al banco a retirar efectivo y solo recibir entre Bs. 10 mil y Bs. 100 mil que si acaso alcanzan para los pasajes, son algunas de las situaciones caóticas que viven los venezolanos, esos que aún no han emigrado.
Los hechos anteriormente descritos suelen presentarse con mayor frecuencia, en ciertos casos acompañados de reclamos, en otros con la mirada indiferente, por lo que surge la interrogante: ¿Los venezolanos se acostumbraron a vivir en caos?
En una entrevista realizada por la periodista de Venepress, Ysabel Fernández al sociólogo Trino Márquez, el experto explicó que el venezolano no se acostumbró a vivir en la escasez, en medio del caos o la anarquía, consideró que “está desarrollando nuevas formas de sobrevivencia porque el cambio en la forma de vida se ha producido de forma acelerada, y en un periodo muy corto”.
Contexto
Márquez recordó que hasta finales del año 2012 el venezolano vivía en un ambiente de “relativa comodidad y prosperidad” con la inflación controlada, además había el dólar viajero o mejor conocido como “Cadivi” y surgieron varios negocios alrededor del dólar preferencial, con una ilusión de cierta prosperidad, gracias a la bonanza petrolera. Este panorama cambió “al desplomarse los precios del petróleo” aunado a la muerte de Hugo Chávez, y al quedar el país «descubierto, porque el dinero se había gastado entre las ayudas al exterior como compra de bonos a Argentina, las ayudas a islas del Caribe y a la dictadura cubana, el país se vio de repente en medio de una crisis muy grande”, expresó el académico.
Aseveró que lo mencionado “tomó por sorpresa al Gobierno” al creer que los precios del petróleo se mantendrían en alza “de forma indefinida”.
¿Adaptación al caos?
El también profesor universitario aclaró que quien habita en Venezuela, “ha tenido que desarrollar algunas formas para adaptarse y sobrevivir, un venezolano que no estaba acostumbrado hacer cola, ahora tiene que hacerlo. Caracas que tenía un Metro de maravilla de referencia a nivel mundial y de calidad, ha tenido que adaptarse a un Metro con un servicio deficiente”.
¿Conformismo o resistencia?
Dijo que la adaptación a un país en caos pudiera derivar en conformismo aunque no en todos los casos. Para el sociólogo “hay evidencia que el venezolano está resistiendo contra el deterioro tan acentuado en la calidad de vida”. Precisó que una muestra de ello está en el más reciente informe del Observatorio para la Violencia. “En lo que va de 2018 se han registrado más de mil protestas de diversas razones desde escasez de alimentos hasta falta de medicinas y deficiencia en los servicios públicos.”
¿Hasta cuándo la tolerancia?
Márquez aseveró que no se puede precisar hasta qué punto los ciudadanos van a tolerar la crisis del país que se ha agudizado en los últimos seis años.
Recordó que cuando un grupo de venezolanos perdió la paciencia y se desbordó la violencia fue en1989 con los hechos de El Caracazo. “Los problemas que tenía Venezuela en ese momento no son comparables a los que tiene ahora, porque en aquel momento ni la escasez, ni la inflación, ni el desabastecimiento eran tan acentuados, no se puede determinar si eso se repetirá”.
¿Por qué los extranjeros que podrían irse de Venezuela deciden quedarse?
Una de las consecuencias más notables de la crisis de Venezuela es la emigración, que supone todo un cambio cultural para un país que durante décadas acogió a los inmigrantes que buscaban la prosperidad de un petroestado.
Primero fueron los mejores preparados los que salieron, jóvenes profesionales que no vieron futuro en el país. Pero ahora, la escasez de productos básicos y la inflación han empujado también a salir a clases más bajas y menos preparada.
Aunque no hay cifras oficiales exactas, se estima que la diáspora venezolana está entre cuatro millones de personas. Venezuela tiene unos 30 millones de habitantes. Y según Naciones Unidas, alrededor de 100 mil venezolanos han pedido asilo en otros países desde 2014.
Ya sea por el Aeropuerto Internacional de Maiquetía en Caracas o por las fronteras terrestres con Colombia y Brasil, lo venezolanos salen de su país. Muchos otros lo están pensando y algunos más lo harían, pero no tienen los recursos.
Muchos, sin embargo, deciden quedarse. Entre ellos, extranjeros que, pese a los problemas y a que podrían regresar sin problemas legales a sus lugares de origen, permanecen en el país que los acogió.
Los motivos son varios. Para unos, al final, Venezuela se convirtió en su hogar. Otros apuestan a la recuperación del país y a estar ya posicionado cuando eso pase. Y otros, con ingresos en dólares, sopesan ventajas y desventajas y concluyen que Venezuela, pese a sus problemas, sigue siendo para ellos un “paraíso”.
Estas son tres historias de extranjeros que pensaron salir de Venezuela, pero que decidieron permanecer (Tomado de El Nacional).
“Sigo apostando a Venezuela”
Ariel Reyes es uruguayo y tras un paso por Paraguay llegó a una Venezuela próspera hace 20 años. Se ha ganado la vida como ha podido. Desde 2012 regenta junto a su socio, compatriota y amigo Fabián un pequeño restaurante, “El Farolito”, donde se comen empanadas y se almuerza.
Poco a poco el negocio ha ido creciendo, sin dejar la modestia. Desde hace pocos días cuenta con un asador para ofrecer cortes de carne uruguayos. “Cuando uno sale (de su país) siempre sueña con volver, pero uno echa raíces y se complica”, dice Reyes, de 54 años y cuya mujer e hija son venezolanas.
“Pero si esto sigue así…”, dice sin cerrar la frase. El negocio se ve afectado por la carencia y las dificultades para encontrar los productos y por la inflación.
¿Volver? No podría gastarse los miles de dólares que cuesta un billete para él y su familia con destino Montevideo, que además es una de las ciudades más caras de América Latina. Sobre todo si se compara con Caracas.
“Sigo apostando a Venezuela y espero que todo esto se corrija”, afirma pensando en que si el país mejora, él ya estará bien posicionado para el futuro, cuando espera sacar partido de las dificultades actuales.
De momento contiene la presión de su esposa e hija, ansiosas por dejar Venezuela. “Ellas se quieren ir, pero eso es porque no han emigrado”, dice, consciente de las dificultades de abandonar su país, donde ya también se siente extranjero.
“Prefiero pelear”
Joao Dacosta es aún a sus 66 años un aventurero. Portugués, de la pequeña isla de Madeira, sintió curiosidad por Venezuela, adonde llegó en el año 1975. Antes estuvo en Angola con el Ejército portugués y luego en Rhodesia, actual Zimbabwe.
“Yo soy un guerrero. Prefiero pelear”, dice, divertido, cuando se le pregunta por qué se queda en Venezuela, donde formó una familia y donde regenta un abasto con frutas y verduras junto a su socio italiano y que, como él, lleva muchos años en el país.
“Puedo volver a Portugal, pero no quiero. Sólo de vacaciones, para quedarme no”, afirma seguro, aunque admite que en Venezuela “todo es un problema”. “Pero después de tantos años acá…”, apunta lo difícil que sería regresar.
Dacosta distribuye fruta importada. “Todo empezó a deteriorarse hace 5-6 años”, dice. Ha pasado de distribuir entre mil 200 y mil 500 cajas al día en los buenos tiempos, a unas 40 ahora.
Más nostalgia. Recuerda cómo antes cambiaba de auto cada tres años. “Ahora ya tiene siete y tengo carro para rato”.
Tiene esposa y dos hijas. Una de ellas es ingeniera de computación. Hace 12 años vio junto a su marido lo que venía, dejó Venezuela y se instaló en España, en Bilbao. Ahora tiene un hijo de 11 años, nieto del comerciante portugués.
Recientemente fue a visitarlos. A consecuencia del largo viaje, Dacosta tuvo un problema con una variz en su pierna. “Me atendieron muy bien”, elogia a la sanidad pública española.
“¿Y si le hubiera pasado aquí?”, se le preguntó. “Igual tendría ahora la pierna cortada”, ríe con una mezcla de exageración y de temor por el estado de la sanidad en Venezuela, lo que más le preocupa.