Valores democráticos | Por: Ramón Riva Sáez 

Dedico al Ing. Juan Garrido.

Quizá sin pretender ser un activista político, el tenor favorito de Venezuela, Alfredo Sadel, se vio arrastrado por la turbulencia que produjo en el país el desconocimiento de las elecciones que ganó el doctor Jovito Villalba al comienzo de la década de los cincuenta, circunstancia que ya tenía un antecedente violento en el magnicidio de Carlos Delgado Chalbaud.

Sadel se presentaba en el teatro «Chateau Madrid» de Nueva York, el 13 de febrero de 1951, acompañado de Aldemaro Romero, cuando se entera que el teniente coronel Marcos Pérez Jiménez, había desconocido los comicios y posteriormente mediante triquiñuelas, se atribuía el triunfo electoral y se hacía llamar presidente constitucional.

Fue el momento que, probablemente, hizo reflexionar a la naciente estrella del canto de Venezuela; en su país se había instaurado una dictadura bajo la fachada de unas supuestas elecciones. Muy pronto los venezolanos se dieron cuenta que el nuevo régimen no jugaba, y los primeros disidentes fueron arrestados entre ellos, Luis Herrera Campins, Ramón J. Velásquez, Eligio Anzola Anzola, el poeta Benito Raúl Lozada, Tomás Enrique Carrillo Batalla, Alberto Carnevali y Antonio Pinto Salinas, éstos dos últimos muertos posteriormente por la dictadura.

Otro hecho trágico que hizo reflexionar al país entero fue el asesinato del poeta mártir, el tachirense Leonardo Ruiz Pineda; toda esta secuencia de crímenes cometidos por el régimen militar afectaron la sensibilidad del artista que iba a ser el ícono de Venezuela en el exterior; sus triunfos iniciales en Costa Rica, México, Cuba, Argentina y Estados Unidos, hizo de Alfredo Sadel, «el artista  de facultades excepcionales», como lo describió  el dramaturgo José Ignacio Cabrujas.

Según los biógrafos Carlos Alarico Gómez y Antonio González González, «Gonzalito», Sadel se hizo «correo» de la resistencia a MPJ; colaboraba con el exilio. «Gonzalito» en su libro, «Alfredo Sadel, semblanza de un ídolo» contó que el futuro tenor triunfador en los grandes escenarios del mundo, entregó en San José de Costa Rica, una de sus joyas para contribuir con el exilio del líder y posterior presidente de la República, Rómulo Betancourt. Igualmente apoyó financieramente a Carlos Andrés Pérez, quien ejercía de periodista en la capital costarricense.

Pero eso no fue circunstancial, también ayudó a Betancourt en su estada en Estados Unidos, por cuanto la resistencia en el exterior carecía de recursos. Sadel en una entrevista en Caracas confesó que, en verdad, él expuso su vida durante la dictadura militar.

Hizo algo más, grabó el tema «Escríbeme» del compositor Guillermo Castillo Bustamante, que en ese momento era un preso político en las mazmorras de la dictadura militar. Fue más osado cantó «Escríbeme», en el espacio de televisión El show de Víctor Saume, que era el musical más visto de los venezolanos a fines de la década de los cincuenta.  «Escríbeme», se convirtió en un hit musical; en esa oportunidad, Sadel, retó a la dictadura en los estudios de RCTV, donde se transmitía el show del Tío Saume, estuvo acompañado por la hija del compositor detenido.

Era finales de 1957; quizá la dictadura militar tenía demasiadas dificultades para ocuparse de ordenar la detención del popular cantante que le desafiaba, pero Alfredo Sadel, se atrevió y anticipó finalmente la caída del régimen. Hay quienes sostienen que Sadel arriesgó mucho, otros aseguraban que poner preso al artista hubiese precipitado el desplome del dictador.

De todas maneras, el antiguo alumno del Colegio Salesiano de Sarria, Caracas, Alfredo Sadel, demostró que era un demócrata a toda prueba, un ejemplo de artista integral, amante de la justicia, de la verdad, de la solidaridad, y, por supuesto, un defensor de la libertad y la paz; sin duda, un valor democrático.

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