El poeta no solo fue editor, ensayista, folclorista, e intelectual de notable influencia en la vida cultural venezolana de mediados y finales del siglo XX, sino que se distinguió en condición de demócrata de gran aliento.
Su ingreso en la vida política del país, si se puede decir, surge en el acto de ascenso al poder del presidente Rómulo Gallegos; es el encargado de dirigir el festival folclórico en el que intervienen elencos de bailes tradicionales de distintos estados venezolanos; la circunstancia lo vincula con el partido Acción Democrática, y en especial con el presidente Gallegos.
Tras la caída del presidente Gallegos, el poeta Juan Liscano, es invitado a salir del país; se va al exilio y se refugia en Francia. Hace amistad con los opositores venezolanos en el exterior, de manera especial con el expresidente.
El origen del exilio de Liscano se basa en sus estrechas relaciones que mantenía con los poetas Leonardo Ruiz Pineda, Alberto Carnevalli y Antonio Pinto Salinas, la tríada intelectual que dirigió a AD en la clandestinidad, y otros dirigentes políticos que adversaban a la dictadura de Marcos Pérez Jiménez.
Aunque no sufrió carcelazos el poeta que escribió «Carmenes» (1966), ‘ Nombrar contra el tiempo» (1981), estuvo muy cercano a la dirigencia opositora que combatió la tiranía militar. Al derrumbarse el régimen de facto retorna a Venezuela, y coopera en los gobiernos de AD, desde el plano cultural e impulsa leyes en respaldo a la cultura y las artes en general.
En el primer gobierno del presidente Pérez, diseña y redacta la ley del Consejo Nacional de la Cultura (CONAC): invita a expertos y estudiosos a legislar sobre la materia; no fue fácil su tarea; pero al final, se impone la sensatez y el organismo comienza a rendir sus frutos.
Liscano fue un ideólogo de cómo mejorar la democracia; hacerla perfectible, en ese camino integró el grupo de los notables, junto a Arturo Uslar Pietri, para proponer ideas e iniciativas para alcanzar el nivel que exigían las necesidades venezolanas de entonces. Hizo sus aportes intelectuales y sus esfuerzos se dirigieron a tratar de salvar Venezuela del caos que se avecinaba. Liscano fue un soñador y un romántico demócrata que se estrelló contra los molinos de viento de la inconsciencia del cortoplacismo que se apoderó de una nación que ondeaba entre la libertad y el atajo castrense.
La vida del poeta Juan Liscano Velutini, siempre fue un canto a la democracia y a la causa de la libertad. Las posturas claras de la revista Zona Franca (1964-1984) son las señas de identidad de un demócrata a carta cabal.
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