Por Ramón Rivasáez
Esta poeta y dramaturga venezolana, nacida en la parroquia Altagracia de Caracas, el 30 de noviembre de 1921 y fallecida en la misma ciudad el 15 de mayo de 2007, escribió una poesía que trascendió las fronteras del país, pues, el 31 de mayo de 2004 recibió un homenaje del gobierno de China, realizado en Pekín.
Hija de un venezolano de origen alemán, Miguel Antonio Schon y de la caraqueña Luisa Ibarra del Fino, muy pronto se distinguió por sus inquietudes en el goce de las letras, el humanismo que la indujo a cursar carreras humanísticas, inicialmente en el Instituto Pedagógico Nacional y posteriormente en la UCV, al tiempo que se inclinó por la música.
Pero fue el mundo de las letras la que le motivó a escribir sobre temas literarios en el diario El Nacional, años después en la revista Sardio, y otras publicaciones que, como Árbol de fuego y Poesía de Venezuela, recogieron sus textos poéticos y algunos ensayos.
En 1953, en plena dictadura militar de Marcos Pérez Jiménez, publicó su primer poemario La gruta venidera, bajo el sello editorial de ediciones Cruz del sur, que obtuvo buenos comentarios de la crítica especializada.
Tras un largo periodo de silencio, Schon, en 1962 editó el libro En el allá disparado desde ningún comienzo; su tercer volumen apareció en 1965, El abuelo, la cesta y el mar, con prólogo de la poeta Ida Gramcko. Uno de sus textos más celebrados por la crítica venezolana de entonces.
Sobre este libro, el poeta Juan Liscano valoró «un lenguaje despojado y el mundo afectivo y evocativo que contiene», destacó además que en Elizabeth Schon no prevalece «una poesía abstracta, si no más bien la efusion lírica, la comunicación afectiva…»
El poeta Liscano insistió que, sin duda, «Es la aceptación de una subjetividad rica en feminidad, sentimiento, sencillez expresiva».
En 1971 Schon bajo los auspicios de la Municipalidad de Caracas publicó su otro celebrado libro de poemas La cisterna insondable, en cuyos textos ricos en nombrar el universo del cual forma parte el poeta, ve las estepas desoladas del alma; el hombre como testigo de su soledad en la profundidad de la tierra, en vacíos agobiantes, pero también glorifica la fecunda tierra que le acompaña y acoge generosa.
En 1972, Schon, bautizó su libro Casi un país, editado por la Imprenta Municipal , mientras en 1973, la UCV, apadrinó su libro Es oír la vertiente, de cuyos textos ubicamos este fragmento que aborda la plenitud, la cabalidad de las cosas: «…No hay plenitud más cabal/que la de la piedra siempre piedra/ y constantemente poseyendose/ con su portal/ al final del último peldaño…»
Por su poesía, le otorgan el premio municipal del Distrito Federal en 1971, al tiempo que en 1994 se ratifica su valía creadora cuando el estado venezolano le concede a su obra poética el premio Nacional.
Finalmente en 2004, recibió el homenaje del gobierno de China en Pekín, cuando se inauguró una exposición bibliográfica de su obra en la biblioteca Nacional de la gran nación asiática, primer reconocimiento a un escritor venezolano acontecido en aquéllos confines.
Elizabeth Schon, sin duda, un valor de la vida democrática venezolana, cuya obra difunde la generosidad de esta tierra que enaltece al hombre por su cultura, su imaginación creadora.