Valores democráticos | Carlos Contramaestre Salas | Por Ramón Rivasáez

Dedicado a Juan Calzadilla

El artista, poeta, promotor cultural y médico, Carlos Contramaestre Salas, nació en Tovar, estado Mérida, el 24 de julio de 1933 y falleció en Caracas el 26 de diciembre de 1996, luego de cumplir una vasta labor en apuntalar la cultura venezolana en una diversidad de manifestaciones creativas que trascendieron las fronteras nacionales.

Contramaestre comenzó sus estudios iniciales en su localidad de Tovar, e inició su bachillerato en el liceo Rafael Rangel de Valera, estado Trujillo, donde vivía su progenitora Maximina Salas; allí conoció a los futuros artistas Adriano González León y Marcos Miliani, que le animaron a ingresar al mundo de las artes plásticas, dada su sensibilidad hacia el dibujo, la poesía, el arte en general. Este encuentro marcó el rumbo de artista que bullia en el joven merideño, tras ser deslumbrado por la sapiencia del inquieto Adriano, el niño prodigio de Valera.

Marchó a Caracas a concluír la secundaria en el liceo Fermín Toro, y desde allí a Mérida, para comenzar la carrera de medicina en la ULA; siendo aun estudiante fue invitado por la Asociación Venezolana de Periodistas, que funcionaba en Valera, y mostró por primera vez su obra plástica; en la colectiva también participaron Marcos Miliani y el pintor popular Salvador Valero.

Ya la llama de la creación había entrado en  ebullición, entonces, viajó a España; allí en la augusta Universidad de Salamanca, concluyó sus estudios de medicina; conoce a los miembros del grupo artístico El Paso, con quienes comparte sus experiencias informalistas.

Imbuido de la tendencia informalista, mostró por segunda vez su obra, en la prestigiosa Sala Mendoza de Caracas, y al poco tiempo, por invitación de su amigo Adriano González León, ingresó al grupo artístico El techo de la ballena, donde se encontró con los artistas Juan Calzadilla, Salvador Garmendia, Efraín Hurtado, Caupolican Ovalles, Edmundo Aray, Dámaso Ogaz, Juan Antonio Vasco, Alberto Brandt, Antonio Moya y Peran Erminy, entre otros.

Su ingreso en el Techo de la ballena fue explosivo, pues, en 1962 inauguró en la galería de los balleneros su exposición Homenaje a la necrofilia, que estremeció los cimientos de la cultura adocenada y macilenta de ésos días en que la tensión política era frágil, filosa y candente al mismo tiempo. Se caminaba pendiente de los sabuesos de la digepolesca policía política que, al olfatear ,  la palabra cultura, diagnosticaban de una vez, «aquí hay conspiración.»

La exposición fue un rotundo éxito para los titulares de la prensa de la época, y su abrupta clausura, llamó la atención de los periódicos europeos.

Consecuencias, Contramaestre, fue removido de su cargo de médico rural del apartado villorrio de Jajó, donde los campesinos lamentaron su repentina marcha del poblado trujillano.

Empero, en 1966, la obra plástica de Contramaestre recibe un reconocimiento consagratorio, es premiada en el XXVII Salón oficial de Arte Venezolano.

Tras su defenestración de Jajó, el artista se detuvo en la petrolera ciudad de Cabimas, donde permaneció hasta 1969, cuando es invitado por el director de cultura  de la Universidad de Los Andes, el médico-pintor Oswaldo Vigas, quien le encargó la fundación del CEA ( Centro Experimental de Arte), dependencia universitaria que desarrolló una amplia labor cultural en diferentes manifestaciones creativas. Alli, creó las ediciones La draga y el dragón; difundió a numerosos  escritores de las nuevas generaciones. Contramaestre impulsó muestras de los artistas del común, donde figuraron el Hombre del anillo (Antonio José Fernández), y muchos más artistas populares de toda Venezuela; para ello, recorrió  el país para conocer y promocionar sus trabajos, y, por ende, mejorar sus condiciones de vida. Una acción de reconocimiento y solidaridad humana.

También se dedicó  a la escritura, en 1968, aparece su libro, Reverón, el hombre mono, un homenaje a un ser extraordinario que vivió solo para pintar; en 1977 circula su texto Cabimas-zamuro, una reflexión dolorosa sobre la explotación petrolera y su paradoja con la condición humana de las ciudades en conurbación con tal actividad industrial.

Igualmente en 1977, editan en Maracaibo, estado Zulia, su libro Maximina, dedicado a su madre Maximina Salas. En 1979, la Academia Nacional de la Historia publicó su amoroso libro de magia deslumbrante La mudanza del encanto, con un brillante prólogo de Adriano González León; y en 1980, en Roma, Italia, editan su poemario Como piel de ángel.

Allí en ese exquisito libro, desfila su fragante poesía y conmina, «Es necesario refocilarse en el nido del aire/ entre porcelanas alteradas como piel de ángel/ en busca de luz/ ese es su reto de pájaro/ de mineral nostálgico/ oculto en la extraña noche»/

Una poesía que precisa de lo celestial para brillar en el inmenso murmullo contemporáneo, donde el oropel preside los actos humanos; casi siempre siniestros.

Posteriormente, en 1981, Contramaestre, incursionó en el mundo diplomático, es, cuando el presidente Jaime Lusinchi, le nombró agregado cultural de la embajada de Venezuela en España, donde desarrolló las relaciones artísticas entre ambas naciones. Su representación fue hasta 1991, una década de amplio intercambio cultural entre Caracas y Madrid.

Desafortunadamente esta política desapareció de la Casa Amarilla, donde actualmente privilegian a oscuros personajes que no representan con valía la cultura democrática venezolana, y, por supuesto, la riqueza artística de la nación.

 

 

 

 

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