Valores democráticos | Antonio Pinto Salinas | Por Ramón Rivasaez

 

Existe una especie de analogía entre la vida de Leonardo Ruiz Pineda y la de Antonio Pinto Salinas, ambos amaban la poesía y su norte era la libertad; en verdad poesía y libertad son inseparables.

Pinto Salinas, nació en Santa Cruz de Mora, estado Mérida el 6 de enero de 1915; sus primeras letras las recibió en su comarca andina; su afán por formarse le condujo a Bogotá, Colombia, de allí marchó a Caracas, donde egresó de la UCV con el título de economista; se integró a las luchas contra las dictaduras militares desde 1939; se vincula a AD e inicia una ascendente carrera política, aunada a sus inclinaciones poéticas y el periodismo.

En 1943 ganó el concurso nacional que convocó el semanario Fantoches con su texto «Se nos murió Gumersindo», su éxito literario le abrió nuevas puertas en su debut escritural. En 1945 participa en el derrocamiento del presidente Medina Angarita; celebra el arribo al poder del presidente Rómulo Gallegos, pero la alegría democrática es momentánea; otro golpe militar lleva al poder a un Triunvirato que echa por tierra las conquistas de la naciente democracia que enarbolaba el autor de «Doña Bárbara».

Al poco tiempo, el poeta y economista ya se encuentra en la clandestinidad; su partido AD asumirá su verdadera prueba de fuego, la resistencia a la dictadura de Marcos Pérez Jiménez, una de las más feroces que transitaron el paisaje político venezolano, comparable a la de JV Gómez a comienzos del siglo XX.

Pinto Salinas no se arredra ante las dificultades; se suma a los esfuerzos que libran sus paisanos Leonardo Ruiz Pineda y Alberto Carnevalli, dos dirigentes que ofrendan sus vidas por la libertad, la democracia, por vivir con dignidad, sin doblegarse ante la ignominia. Tanto Ruiz Pineda como Carnevalli se los traga la dictadura. En 1953, Pinto Salinas asume la secretaría general de AD en la clandestinidad ante la muerte en prisión de Carnevalli.

El doctor Prieto Figueroa y otros dirigentes de la resistencia, aconsejan que Pinto Salinas salga de Venezuela para preservar su vida. Convienen que abandone el país a través de Guiria; de allí partiría a la isla de Trinidad.            Pero una delación frustró los planes de la resistencia; un militante infiltrado Gustavo Mascareño, dio las pistas a la SN, y los tenebrosos funcionarios policiales del régimen detuvieron el vehículo en el que trataba de escapar al exterior el poeta de Santa Cruz de Mora. El 11 de junio de 1953 caía fulminado por una ráfaga de ametralladora el valiente dirigente de la resistencia ; era una madrugada en la carretera de San Juan de los Morros, estado Guárico, donde también había sucumbido meses antes Alberto Carnevalli, víctima del cáncer no tratado oportunamente, por cuanto estaba en una mazmorra en la penitenciaria, acusado de actividades conspirativas.

Tras el asesinato de Leonardo Ruiz Pineda y de Pinto Salinas, la resistencia al régimen se intensificó; otros líderes se inmolaron; el exilio no cesó y el trabajo de las células, pero sobre todo, la unidad de estudiantes, trabajadores, intelectuales, artistas, profesionales y todo aquel venezolano que de una u otra manera amaba su país; deseaba un porvenir luminoso amparado en la libertad y el imperio de las leyes, hizo posible la madrugada del 23 de enero de 1958, cuando la alborada iluminó el camino de Venezuela.

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