El poeta y periodista Antonio Arraiz nació en Barquisimeto el 27 de marzo de 1903 y falleció en Nueva York el 16 de julio de 1962, tras una larga trayectoria de luchas en contra de los regímenes dictatoriales que asolaron Venezuela a inicios del siglo XX.
Muy joven Arraiz abrazó la poesía y el periodismo e hizo de esta última actividad, una de sus pasiones fundamentales en defensa de la libertad de expresión, en fin de las libertades públicas, el estado de derecho, la naciente democratizacion del país. Por su entrega el escritor que salió de su lar, cargado de ilusiones, fue víctima de carcelazos, persecuciones por la dictadura gomecista.
La revuelta estudiantil de 1928 contra Juan Vicente Gómez, lo motiva a solidarizarse con los jóvenes universitarios que tomaron las calles para exigir una apertura democrática a la dictadura; el poeta Arraiz junto a otros escritores como Jose Tadeo Arreaza Calatrava y Pío Tamayo, es enviado y torturado en la cárcel La Rotunda, donde centenares de jóvenes, con grillos colocados en sus pies son recluidos para castigarlos por su osadía de enfrentar al tirano de entonces.
Arraiz permaneció siete años privado de libertad; finalmente sale de Venezuela, desterrado, el 1 de enero de 1935.
El poeta que había escrito su primer libro a los 21 años, retornó al país una vez desaparecido el dictador y se dedicó de inmediato al periodismo y a otra de sus pasiones, la poesía. Fue parte del equipo fundador del diario El Nacional, del cual fue su primer director.
Perfiló un periódico donde la defensa de la cultura democrática era una de sus señas de identidad; el amor a Venezuela y sus valores, el respeto, el decoro, la siembra de la conciencia ecológica, la civilidad, la creación de ciudadanía, en fin, apostaba por una nación próspera que tuviese entre las pioneras en el mundo por la preservación de los derechos humanos. Era el ideario del poeta Arraiz y del equipo de humanistas que animó el proyecto editorial donde destacó Miguel Otero Silva, entre otros.
En 1938, publica su mejor novela Puros hombres, en la que relata su experiencia carcelaria; allí confiesa en su prólogo, «Este es un libro brutal, desarrollado en un ambiente sórdido y violento, entre personajes primitivos. He sentido tantos escrúpulos al escribir muchas de sus escenas, como ardorosa tristeza un día al presenciarlas (…)».
Arraiz laboró para El morrocoy azul, semanario humorístico donde escritores y artistas plásticos, ironizan a los gobernantes de turno, entre 1941 y 1943. A partir de agosto de este año es llamado por su amigo Miguel Otero Silva, para que asuma la dirección de El Nacional, donde, según su primo y también escritor Roberto Mujica Arraiz, vivió su hora estelar como periodista, pues, sus desvelos lo convirtieron en uno de los periódicos más influyentes del continente.
El poeta de Áspero, estuvo al frente del rotativo hasta 1949, cuando busca otros rumbos. Se desempeñó entonces como funcionario del departamento de publicaciones de la sede de las Naciones Unidas de Nueva York, que es el final de su breve existencia. Así lo vio su amigo Alfredo Boulton, «Su corta vida, demasiado corta, impidió conocer más al poeta innato que había en aquel hombre, valeroso, cordial y bueno»; mientras el poeta Juan Liscano, opinaba de esta manera, «Su amor hacia nuestra tierra y nuestra naturaleza no era ficción literaria ni temática para retórica, lo sentía en carne propia…»
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