Por Ramón Rivasáez
In memoriam de Héctor Mujica
El novelista, cuentista y periodista Andrés Mariño Palacio, nació en Maracaibo, estado Zulia, el 3 de noviembre de 1927 y falleció en Caracas el 3 de octubre de 1965, hecho infausto para la literatura venezolana, pues, todo apuntaba hacia una deslumbrante carrera como narrador elogiado por su generación.
En 1941 tras interrumpir sus estudios en el Liceo Pedro Gual de Valencia, estado Carabobo, su familia en 1944 fijó residencia en Caracas, en el sector Quebrada Honda, luego se muda con sus padres Clemencia Palacio de Mariño y Andrés Mariño Benítez, a la casa no 4 de San Agustín del Norte, entre esquinas de Cristo y Córdoba, donde funcionó en 1946 el grupo literario Contrapunto que fundó junto a su amigo Héctor Mujica e integrado además por los poetas Alí Lameda, José Ramón Medina, Rafael Pineda, Antonio Márquez Salas, Luz Machado, Juan
Manuel González, Pedro Francisco Lizardo, el crítico literario Pedro Díaz Seijas, y Ramón González Paredes; se reunían todos los jueves en la plaza La Concordia.
Muy pronto publican la revista Contrapunto, núcleo de sus primeras creaciones narrativas, poemas, ensayos y críticas de arte; el diseñador de la revista era el joven artista Carlos Cruz Diez.
Entre el 22 de enero y el 26 de febrero de 1947, escribe su primera novela relevante, Los alegres desahuciados, que, rápidamente, es elogiada por quienes tienen acceso a los originales; un año después, termina su segunda obra narrativa, Batalla hacia la aurora, ambas novelas le auguran una brillante carrera literaria. Ese año, logra editar, Los alegres desahuciados, que es galardonada con una mención de honor del premio Arístides Rojas, cuyo jurado presidió el novelista Guillermo Meneses, e integrado por Julián Padrón y Humberto Rivas Mijares.
Se dedicó a la crítica literaria en los diarios El Nacional, El Universal, y la Revista Nacional de Cultura; es entrevistado por la periodista cultural Sofía Imber, para el diario Últimas noticias, pero no ha concluido 1948, cuando sufre serios quebrantos de salud que no le abandonarán hasta su prematura muerte.
Comienza su calvario, su delirante vida literaria corroe su frágil tránsito existencial; la angustia le acosa, es atormentado por la inestabilidad emocional, la misma que rodeó a sus personajes ficcionales; sus compañeros del grupo literario Contrapunto, se preocupan, permanecen en vigilia, desde el mismo momento que intentó suicidarse. Uno de ellos, Héctor Mujica, en correspondencia desde París, donde realiza un posgrado, trata de reconfortar al alicaído escritor, a quien le tenía mucho afecto y mantenía un círculo de amplias lecturas.
Luego del apoyo de sus amigos escritores, supera un tanto su crítica condición de salud, al tiempo que, muestra simpatía por Accion Democrática, donde es solidario con la resistencia a la dictadura de Marcos Pérez Jiménez; Andrés Mariño Palacio es un intelectual que se nutrió de la obra de los grandes escritores que sufrieron los horrores de la primera y segunda guerra mundial; conoció las técnicas vanguardistas, las nuevas teorías de la escritura, de la estética, un pensador de su tiempo. Reflexionó sobre el rol del escritor en la sociedad contemporánea y cómo enfrentar esos desafíos con dignidad y lucidez.
En 1958, publicó su segunda obra narrativa, Batalla hacia la aurora que recibe el premio Arístides Rojas de ese año, a la mejor novela.
No obstante, el 30 de octubre de 1965, Andrés Mariño Palacio, muere de un infarto de miocardio, mientras era atendido en la clínica Coromoto de Caracas. Su temprana desaparición produjo estupor en el mundo cultural venezolano, donde su figura comenzaba a despuntar con la fuerza y vitalidad propia de una narrativa que vislumbraba; a un autor con indudables recursos para interesar a las grandes casas editoriales de Hispanoamérica.
Su vida, quizá, paralela a la de Holderlin que, transcurrió más de 30 años sepultado en la oscuridad, legó a las nuevas generaciones de escritores venezolanos, un referente para el análisis crítico, que pese a todas las adversidades, hay que perseverar,insistir en la libertad de escribir, a contracorriente, no arredrarse; seguir hasta el final de la aventura, en pos de la bella y esquiva imaginación.
Andrés Mariño Palacio, fue un ejemplo de escritor amante de la libertad sin límites, donde ofrendó propia vida.
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