«Valeranidad»…el arraigo de una comarca contagiosa

Desde tiempos inmemoriales, el lugar de asiento de la posterior dinámica y pujante ciudad de Valera se caracterizó por el vertiginoso movimiento intercultural. Hoy en día este pequeño terruño regional es motivo de orgullo para quienes hemos tenido la dicha de nacer y disfrutar de sus propias entrañas y por supuesto de aquellos que la han elegido como su patria chica.

La meseta valerana cuando apenas comenzaba a poblarse.

 

 

Gabriel Montenegro
gabymonti59@gmail.com


Definitivamente tenemos que decir con la más firme de las convicciones y orgullo, que Valera es, ha sido y será punto de referencia de nuestro país, especialmente cuando se trata de hablar del avance y consolidación de los pueblos venezolanos a través de los tiempos.

 

Un poco de historia

Muchas personas y particularmente ciudadanos nacidos en la denominada «Dinámica y señorial ciudad de las siete colinas», ignoran que nuestra Valera del alma y la vida no tiene una fecha fundacional precisa o establecida, incluso sus primeros pobladores, quienes decidieron radicarse por cuestiones de trabajo desde los albores del siglo XV y parte del XVI, lo hicieron pensando en ahorrarse largos viajes, realizar sus diligencias y emprendimientos económicos y de abastecimiento de productos.

Antes de la llegada de los españoles, los historiadores que han investigado sobre el inicio de su poblamiento constataron que ya los integrantes de las tribus, pertenecientes a la «Gran Nación Cuica», ejecutaban acciones de intercambio de productos, mayormente de cosechas como hortaliza, legumbres, ramas medicinales y algunas oleaginosas.

Las principales tribus locales que participaban en este trueque comercial pertenecían en la mayoría de los casos a los skukeyes, estovacuyes, jajoes, pitijoques, motatanes y posteriormente los timotíes, etnia está última que intercambió experiencias con los pobladores locales más cercanos a la meseta, fusionándose luego en lo que se denomina la cultura timoto-cuica.

De todos es sabido, que al tomar posesión de las tierras descubiertas en América, los españoles, a nombre de la corona, tenían potestad no solo sobre zonas y riquezas sino hasta de los propios aborígenes, con quienes se emparentaron para dar conformación al mestizaje y transferencia intercultural.

Como todo pueblo venezolano, se fue urbanizando de manera lenta y progresiva.

 

Marcos Valera entra en acción

El primer encomendero de quién se tenga datos y que era prácticamente el regente de todos los lugares y el territorio donde se asentaba el espacio geográfico y sus pobladores iniciales fue Marcos Valera, quien venía desde El Tocuyo, en su paso hacia la exploración de territorios y por supuesto en búsqueda de riqueza minera y botánica.

Los propios Archivos de Indias, que reposan en España, refieren de la organización, el ordenamiento de las tierras conquistadas, y en nuestro caso, la meseta donde se encontraba este cruce de caminos y zona de comercios se fue transformando en un pequeño poblado en el cual muchos se asentaron de manera definitiva.

Se asegura y hay registros de que Valera fue constituida como ciudad el 5 de agosto de 1811; sin embargo al parecer ese fue el momento en que las autoridades de entonces le habrían dedicado ese nombre en honor al apellido del primer encomendero que tuvo responsabilidades oficiales y de gobierno con esta comarca, tras más de 300 años de existencia previa.

El acta fundacional de Valera como municipio en 1.811 es solo una refrenda o referencia de la nomenclatura que cada pueblo o ciudad deben llevar; sin embargo, el acto de mayor trascendencia y que determinaría su definitiva organización político- territorial y elevación parroquial con rango eclesiástico y catastral ocurrió el 15 de febrero de 1820; por cierto, 16 meses antes de que ocurriera la batalla de Carabobo ( 24 de junio de 1821).

El valerano se caracteriza por su cordialidad y el franco sentido regionalista.

El cariño por el terruño

A pesar de que la organización y el desarrollo urbanístico no han sido tan vertiginosos, nuestro lar se convirtió con el paso de los años en una de las ciudades de la provincia venezolana de mayor dinamismo y pujanza.

Comerciantes, viajeros e inmigrantes de países como Italia, Francia, la propia España y una amplia colonia árabe se sumaron de inmediato al proceso de desarrollo socioeconómico, a su acervo cultural, religioso, institucional, deportivo y lo demás se traduce en la actualidad de esta «casita de todos», como la catalogara en su momento el recordado periodista Alfonso Toledo, quien en su tiempo fungió también como funcionario de la municipalidad local en la década de los años sesenta.

También se refiere que la señora Águeda de Rada fue propietaria de la finca Santa Rita, que ocupaba amplios espacios en la meseta principal, donde se cosechaba rubros como caña, cacao, café y árboles frutales muy apetecibles.

 

Personajes determinantes

Además del pionero Marcos Valera y su familia, ha habido en este lar regional de singular contagio pueblerino, personajes que determinaron la confirmación y el desarrollo de la urbe, gente de la talla de Doña Mercedes Díaz, promotora y donadora de las varas de terreno que comenzaron a organizarse, al igual que don Gabriel Briceño.

Familias como los Pacheco, Montilla, Briceño, Rada, Labastida, Estrada, Moreno, Rojas, Quintero, Terán, Araujo, Espinoza, Viloria, Bastidas, Morillo, Rondón, Abreu, Rangel, Godoy, Méndez, Suárez, Leal, Villalobos, Hernández, Romero, Simancas, Ramirez, González, Viera, destacan entre los primeros pobladores que fortalecieron la incipiente urbe y posteriormente se suman los impulsores del desarrollo comercial, institucional y educativo, la mayoría descendientes de europeos como Pompeyo Oliva, Juan Ignacio Montilla, Pedro Pacheco Labastidas, Domingo Giacopini, José Antonio Tagliaferro.

La religiosidad con el culto y la devoción al patrono San Juan Bautista y a su santo negro San Benito, se complementan con la acción transformadora de hombres como los padres Villegas, Miguel Antonio Mejías, José Humberto Contreras y Juan de Dios Andrade.

Así mismo, los italianos resaltan, como una parte muy importante dentro del proceso de expansión empresarial y desarrollo a través de los años.

Entre los apellidos de los inmigrantes trasalpinos figuran las familias Tagliaferro, Tognetti, Giacopini, Garbatti, Berti, Balestrini, D’ Albenzio, Muchacho, Magi, Volante, Fatale, Romano, Conte, Bertoni, Adriani, Giacomino, Di’ Maggio, Cominssuli, Marchetti, Larizza, Natale, Volante, Natale, Castellano, Scrochi, Bertoni, Raggioli, Miliani, Marchandi, Sangermano, Tariffi, Parisi, Randazzo, Pierantozzi, Nardone, Vera, entre otros. También se han hecho presentes en el proceso socioeconómico y desarrollo social la nacionalidad española, francesa, árabe, japonesa y últimamente la comunidad china.

Debemos decir además, que Valera fue capital del estado por dos años, en 1900 y 1901.

Por su ubicación estratégica, muchos vieron en estas tierras un lugar ideal para el tránsito hacia lugares como Mérida, Barquisimeto, Barinas y otras fronteras occidentales.

José Antonio Tagliaferro, uno de los más importantes impulsores del desarrollo valerano del siglo XX.

Contagio con su quehacer cotidiano

Famosa es también la aseveración, de que Valera es una ciudad tan atrayente que gente y viajeros que han llegado a realizar diligencias de tipo fugaz o quizás momentáneo, han quedado tan impregnados por su deslumbrante contagio, que decidieron quedarse y echar raíces de manera definitiva. Es por esta razón que se habla de su asombrosa raigambre multicultural.

En síntesis, en estos 204 años de elevación parroquial, no podíamos dejar de recordar muchos de los hechos y pasajes que nos identifican a través de la historia y además poder comprender el porqué Valera es una ciudad tan peculiar; una población pequeña, sin mucha espectacularidad ni atractivos turísticos que asombren, pero que cautiva a quien la visite o tenga la oportunidad de venir a conocer a nuestro hermoso terruño.

Valera…simplemente de que enamora enamora!


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