Las empanadas ruedas de camión de la señora Ramona en la Ciénaga, la familia Montesinos y Cañizales, al final de la calle 11, han hecho historia en nuestra ciudad. Nadie las prepara igual, es una delicia al paladar de los trasnochados valeranos que amanecen de parranda en parranda y llegan al Mercado Municipal a calmar la hambruna…
Dicen, que este desayuno es «único en el mundo». La empanada gigante la bautizaron «rueda de camión» porque se parece a los cauchos de los camiones… los precios han sido solidarios y en tiempo de crisis la comarca ha encontrado en las populares empanadas una alternativa para el hambre que «juega garrote».
Viernes, sábados y domingos, a las 5 de la mañana, las «ruedas de camión» están a «pedir de boca». Sus consecuentes seguidores han sido los trasnochados bebedores de cañandonga, amantes de la fiestas hasta el amanecer, y trabajadores del mercado municipal, que se meten «entre pecho y espalda» una forra de empanadas que sirve hasta de almuerzo, según, la experiencia de algunos «comelones»…
El «loco Sabino»
Aunque la nueva generación de valeranos no lo crea, 55 años atrás, la quebrada de Escuque, en el sector la Floresta, era limpiecita, las frías aguas que bajaban de la «tierra de nubes» refrescaban a la muchachada que en horas de la tarde formaba zaperoco en los pozos ubicados en la «cutiembre».
Un voluntario se encargaba, de estar «ojo de águila», para cuidar a los bañistas… En el momento que gritaba: «ahí viene el loco Sabino», «ahí viene el loco Sabino», el corre, corre, era de mucho miedo, el «locadio» arrasaba con ropa, zapatos y todo lo que encontrara de valor, sembrando el terror con su machete «cola e gallo».
Algunos muchachos llegaban a sus casas en interiores, recibiendo de paso, sus buenos «chaparrazos», se habían ido para la quebrada sin permiso y se presentaban desnudos en pelota…
La rokola de Cristino…
En aquella Valera buenamoza, la rokola de Cristino no dejaba de sonar en la barriada de la Ciénaga. Hasta las casas vecinas, se escuchaba la nostalgia musical de Julio Jaramillo, el romántico Javier Solís, y los tres Panchos, que hacían llorar a más de un «despechado»…
Por solo un bolívar, los «concañeros» que visitaban el bar de Cristino, podían disfrutar de cinco hermosas piezas musicales con discos de acetato, que salían de aquella caja sonora….Las amas de casa al escuchar hasta 10 veces la misma canción de Julio Jaramillo, manifestaban: «hay, mi madre, otro que lo dejó la mujer».
En el bar de Cristino, se reunían amantes de la bohemia y jugadores de billar…Los despechados se daban apoyo para olvidar tanto «desamor», y repetir y repetir la misma canción que les recordaba la ingrata que se fue…
Gracias a la rokola de Cristino, el despecho se hacía más llevadero, más terapéutico dirían hoy…Un Dios le pague damos a Cristino y su rokola musical, por tantos recuerdos gratos que traen a nuestra memoria…
…Y que siga la fiesta
Mi querida Valera, era feliz jugando la lotería de animalitos…si un parroquiano soñaba con un burro, iba corriendo a comprar la paloma. Si el sueño, estaba relacionado con peleas con la suegra, compraban el perro…
Con 10 bolívares, si ganaba la lotería, le cancelaban 100 bolivarianos, un mes de salario de un trabajador, las neveras se llenaban de alimentos y hasta sancocho preparaban para festejar…
El Burdel de los pobres
Estaba ubicado en la bajada del río, vía hacia Carvajal, en una humilde casita donde los obreros dejaban parte del dinero ganado en largas jornadas de trabajo…El burdel, era administrado con gran eficiencia por el popular «Cristo é lata», un experto en atender a los clientes que no se cansaban de pedir una cervecita «vestida de novia» que no pasaba de un bolívar…
Me narró un parroquiano… En una oportunidad llegó a el burdel, el famoso «Pedro Culebro», vendía kerosene por esas calles con su burro «coco», se le acercó a «Cristo é lata» y le pregunta:
– » Amigo, aquella morena pelo largo, ¿cuánto sale la hora?
-30 bolívares
-Y esa «pelo corto»
-20 bs.
– Y por casualidad de la vida ¿tienes alguna «calvita» que no cobre tan caro?
¡Ven y echa tu cuento!
El viernes 1 de octubre, en la UVM, sede ateneo de Valera, iniciaremos el programa «Valera cuenta su historia», para compartir anécdotas, vivencias y las cosas más sencillas ocurridas en nuestra comarca…Disfrutaremos lo mejor del café trujillano y el sabroso compartir con el alma valerana…Podrán quitarnos muchas cosas, menos, nuestra libertad de elegir, seguir construyendo la alegría de vivir en nuestros corazones…