Hace 120 años hubo fiesta en Valera hasta el amanecer, dicen que la pachanga fue inolvidable, se festejaba la inauguración de alumbrado público con faroles en aquellas calles de tierra… La comarca permanecía en la más completa oscurana, lo que era aprovechado por los ladronzuelos de la época para asaltar al desprevenido ciudadano que se le atravesaba en mala hora. En 1879, el Concejo Municipal instala los primeros faroles, las familias comienzan a dormir en santa paz.
Un veterano de mil batallas era el encargado de prender a las 6 de la tarde los mechurrios, después de echar un buen camarón o dormir a calzón quitado, el empleado municipal se daba a la tarea de apagar el alumbrado artesanal… El 5 de diciembre de 1914, el alumbrado público de nuevo reunió a centenares de valeranos que celebraron a lo grande la inauguración de la primera planta eléctrica que dio luz a la comarca.
Toreros “manteca de tigre”
En 1930, las grandes corridas de toros se hacían al aire libre, cerrando cualquier calle. Los toreros eran unos verdaderos artistas de la tauromaquia, se llevaban unos sustos de señor mío… Jamás un torero llegó a sufrir una corneada o ser golpeado por un toro, luego se descubrió el secreto: los toreros se untaban manteca de tigre, lo que causaba mucho miedo en el bravo animal.
Pal´ centro me voy
Hace 55 años los paseos se realizaban a lo largo de la Av. 10 de Valera. Hombres, mujeres y niños se deleitaban observando las exhibiciones en las casas comerciales, especialmente de ropa, vestidos y calzados, en aquella urbe que llegó a ser calificada la de mayor desarrollo comercial por encima de Táchira, Mérida y Barquisimeto… Los sitios más visitados por los jóvenes eran la Morocota y la Cimbaly, donde se refrescaban para mitigar los calores valeranos o ir al encuentro del gran amor juvenil.
Los paseos terminaban en la heladería Roma que siempre estaba con un lleno total, las mejores barquillas del estado Trujillo se encontraban en la Romanísima, de paso, era atendida por una muchacha hija de los dueños de la heladería, que parecía una Miss Venezuela por la belleza que le acompañaba… Los espacios más concurridos por los valeranos, eran: la plaza Bolívar para deleitarse con las sabrosas retretas de la banda “Bolívar” … El Cine Valera, Libertad, Cinelandia, se la pasaban full, había que llegar temprano para “agarrar” puesto.
La peste española
En 1917 llegó a Venezuela la gran epidemia de la peste española en la que murieron más de 10 mil venezolanos. Las dictaduras son tan malasangrosas que el gobierno prohibió a la prensa nacional hablar de lo milagroso que era el aceite de ricino para el tratamiento de la peste española. Los médicos no se explicaban cómo funcionaba el bendito aceite, pero los resultados eran asombrosos.
No había doctor
En 1900, la gente más pobre daba carreras a la hora de una penosa enfermedad… Había curanderos expertos en rezar un Padrenuestro y poner tres hojitas de lochita para cicatrizar heridas, ahora, las utilizan para dormir… El valerano que le llegaba al curandero, con un gran dolor, este, le ponía la mano encima de la cabeza, le rezaba, y a los pocos minutos el malestar desaparecía… Para el mal de ojo la oración era la de San Pablo, a los días, por arte de magia, ya no había mal de ojo… Con las pepas de cacao se hacía un guarapo que atacaba la gripe y bronquitis… Cuando los niños tenían fiebre muy alta le daban de tomar guarapo de concha de quina, y adiós fiebre…Para el dolor de barriga la verdolaga era el mejor doctor.
Invasión de la langosta
Si usted le tuvo miedo al coronavirus, los valeranos le tenían “terror” a la gran invasión de la langosta que dejó a la ciudad completamente sola, comenzando el siglo pasado… Las siembras fueron arrasadas, donde llegaba la plaga, se comía todo a su paso. Eran miles y miles de langostas, no hubo producción agrícola, la hambruna fue muy grande, se dice que la gente comía raíces de la mata de cambur porque no había más nada que llevar a la mesa.
Simplemente Isabel
Fue uno de los últimos grandes personajes de la comarca valerana del siglo pasado… Boconó la vio nacer y Valera le dio cobijo… Un día cualquiera, la urbe comenzó a ver por esas calles a una elegante dama ya entrada en años que compartía los dos grandes panes azucarados con indigentes que encontraba a su paso… Para algunas personas, “Isabel” estaba algo tocada de la cabeza”, para otros, Isabel estaba tocada del más grande amor que puede acompañar a un ser humano… En su Boconó natal fue la gran partera del pueblo, muchos encopetados políticos oriundos del «Jardín de Venezuela», que hicieron fama en el estado Trujillo, fueron atendidos por las manos sanadoras de Isabel.