Valera, valerá / Por Jesús Matheus Linares

Sentido de Historia

Antigua Redoma de Las Acacias. Gráfica Cortesía

 

 

Valera es única, es hermosa, es dulce, es nuestro lar nativo donde un día vimos el Sol por primera vez, pero Valera también somos todos, los que de una u otra forma hemos contribuido con nuestro “grano de arena” de hacer de esta urbe, la ciudad más importante del estado Trujillo, y una referencia obligada en el occidente venezolano.
Hemos tenido altos y bajos, buenos y malos tiempos, pero en definitiva es la ciudad alegre, cordial, solidaria y afable de nuestros andes trujillanos.

Y es así, como en distintas épocas, desde su fundación, “la ciudad de las 7 colinas” ha crecido gracias no solo a la inmigración llegada desde Italia, España, Portugal, China, Alemania, Colombia y otras partes del mundo, que vinieron desde sus lugares de su origen para lograr mejores medios de vida, entre nosotros, sino también a la migración o desplazamiento geográfico desde diversas latitudes o poblaciones del estado Trujillo hacia Valera, de familias que dejaron su hábitat natural o lugar para residenciarse en nuestra querida urbe para obtener nuevos beneficios en el desarrollo de sus vidas.

Valera contaba con un hospital, comercios, agua potable, electricidad, colegios, era el epicentro del desarrollo de una Venezuela que dejaba la vida rural para incorporarse al desarrollo urbano.

Así poco a poco se han ido incorporando al gentilicio valerano apellidos, venidos desde diversas comarcas; desde La Puerta llegaron las familias Viera, Carrasquero, Abreu, Burelli y Rivas; de Mendoza (“Fría” -el adjetivo es por el clima, pero es Mendoza a secas-), los Matheus, La Corte, los Ávila, los Ramírez, los Pineda, los Gutiérrez, Terán, Briceño, Monreal; de Escuque, los Méndez, los Valecillos, los Muchacho Daboín, los Colménter, los Valero, los Alizo, los Adriani; del Alto de Escuque, los Sánchez, los Viloria, los Rivero, los Pérez, los León, los Canelón, los Cárdenas –por cierto, entre 1945 y 1948, Mireya Cárdenas y María Pura Pérez, descendientes de estas honorables familias, destacaron en Valera por ser excelentes oradoras y lideresas que destacaron en la tribuna pública-.

También desde Sabana Libre llegaron los Ferrer, los Quintero, los Olmos; de La Quebrada llegaron los Balza, los Rodríguez, los Araujo, los Cols, los Mazzarri, los Médicci, los Bencomo, los Briceño y los Ruiz; de Trujillo, los Lomelli, los Quevedo; de Carache, los Márquez, los Montilla, los Cañizales, los Saavedra, los Luque, los Bravo; de Boconó, los Miliani, los Texier, los Arjona, los Uzcátegui, los Singer y Berríos; de Monte Carmelo, vinieron los Tálamo, los Abreu, los Ramírez, los Anselmi, los Pogiolli, los Garbatti, los Paolini, los Quintani, los Olmos, los León.

Fue una migración muy provechosa porque ayudó a impulsar el desarrollo de Valera, de allí salieron destacados profesionales en diversas ramas del saber, abogados, médicos, ingenieros, sacerdotes, políticos, empresarios, comerciantes, creadores, escritores, pintores, escultores que hicieron de nuestra urbe un verdadera metrópolis, que ha hecho honor a esa frase de que “Valera valerá”, no solo hoy sino en el futuro inmediato, cuando nuevamente la “ciudad de las 7 colinas” siga ocupando el sitial de honor en el desarrollo Trujillo.

jmateusli@gmail.com

 

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