Valera: una trinchera de lucha / Por Jesús Matheus Linares

Sentido de Historia

Foto: Cortesía

 

 

La ciudad de las Siete Colinas por su ambiente de urbe cosmopólitan nunca ha estado plegada a grupos políticos ideológicos totalitarios. Así lo demostró durante el régimen dictatorial del siglo pasado, presidido por Marcos Pérez Jiménez. El recordado padre Juan de Dios Andrade, excelente periodista y cronista de Valera, con su verbo encendido hablaba en sus sermones desde el púlpito de la Iglesia San Juan Bautista, sobre el amor, la religión, la libertad, la democracia y la justicia. Pudiéramos decir que era un teólogo local de la liberación.

Recordemos que ese opulento régimen dictatorial tampoco se lo calaban los valeranos, el padre Andrade alentaba en el fervor de la feligresía por un nuevo cambio, “un reino de Dios, posible en la tierra, sin necesidad de obligar a la población de colocar la otra mejilla. Ese nefasto régimen político también sucumbió porque también negó las libertades políticas».

Luego del asesinato de Carlos Delgado Chalbaud, quien también había depuesto al gobierno del escritor Rómulo Gallegos, comienza un mandato de oprobio y persecución con Marcos Pérez Jiménez, quien se estrena como dictador al negar los resultados electorales del 30 de noviembre de 1952 que favorecieron rotundamente al partido Unión Republicana Democrática, U.R.D. del maestro Jóvito Villalba, del recordado “yo y mi partido, mi partido y yo” y del que iluminarias del pensamiento trujillano como don Mario Briceño Iragorry, llegaron a apoyar.

Ya los cuerpos de seguridad venían “pisándoles los talones a la disidencia”, pero la represión se agudizó por la actitud desafiante de Pérez Jiménez quien se entroniza en el poder hasta 1958.

Valeranos valientes como el profesor Manuel Isidro Molina, Pedro Pablo Rendón, Leonardo Ocanto, José Clemente Ocanto, Otomar Orvial y Rafael Ramón Castellanos, van a conocer los rigores de la llamada Seguridad Nacional.

La dictadura era elocuente por su corrupción y la arbitrariedad del manejo del poder mediante la represión, el ultraje y hasta el asesinato. A ese hombre honesto que fue Pedro Pablo Rendón lo mandaron a Guasina.

Recuerdo que Pedro Pablo Rendón, con su humilde de siempre me enseñó una lección de honestidad que siempre recordaré, estábamos por el año de 1976, si mi memoria no me falla, y el Concejo Municipal de Valera, que presidía Hortensio Hernández, según acuerdo previo de la cámara, acordó otorgarle la Orden Ciudad de Valera. Atónitos quedamos en esa sesión del ayuntamiento que celebraba un aniversario más de la fundación de Valera, el 20 de febrero, cuando el propio Pedro Pablo se levantó y se dirigió a los presentes desde la tribuna reservada a los oradores, y expresó que él no se merecía esa distinción, porque no era héroe de guerra. Nosotros desde acá recordamos que fue un pro hombre que luchó por la democracia, por las elecciones libres, por el ejercicio de la política con honestidad y ética.

Los educadores en tiempos de Pérez Jiménez fueron sometidos a la tesis del llamado apoliticismo docente a fin de crearles mordazas y las universidades también eran supervisadas para no decir que estaban intervenidas desde el Consejo de Reforma de 1951, con el firme propósito de detener el pensamiento libre y autónomo y cerrar finalmente la Universidad Central de Venezuela, nuestra casa que vence las sombras, en 1952.

La Iglesia católica tampoco escapaba de ser perseguida por la Seguridad Nacional. Fueron casi una década de arbitrariedades que el pueblo no quiso seguir aguantando e hizo suya la estrofa del himno nacional «Abajo Cadenas».

Valera, era uno de esos focos de resistencia contra la dictadura y desde la palabra escrita, mi profesor Vidal Hernández, a través de sus artículos, daba cuenta de ello. Ya para 1951, Manuel Isidro Molina debe resignarse a la censura y la clausura posterior de su periódico “Cocoliso” desde donde parodiaba al gobierno.

Los educadores Leonardo Ocanto, José Clemente Ocanto, Otomar Orvial y Rafael Ramón Castellanos también son detenidos por la Seguridad Nacional y el semanario «El Educador» es cerrado. Otro órgano divulgativo valerano, “Principios”, que circuló en 1952, dirigido por Julio Ocanto y Mary Hernández, luego por Ovidio León León y Gonzalo González León-, hermano del “Nene”, Adriano González León, y que después dirigió Pedro Malavé Cols y Augusto Valbuena, tiene que cerrar ese mismo año.

Ya en el año 1953 aparece «Tribuna», pero Juan de Austria Godoy, jefe de la Seguridad Nacional, lo clausura. Otro semanario, «Época», fundado en 1953 por Gonzalo González León, y «El Espectador», creado y dirigido por Azarías Rivas, también son clausurados en 1956 por Aparicio Hernández, jefe de Seguridad de la ciudad de Trujillo, quien ordena la detención de los periodistas. Como vemos, Valera fue y ha sido una trinchera de lucha por la libertad y la democracia.

jmateusli@gmail.com

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