Valera: recuerdos, sueños y pensamientos

Por: Nelson Pineda Prada

 


Comenzaban los años setenta de la centuria pasada cuando las aulas de la Facultad de Humanidades y Educación, de la ilustre Universidad de Los Andes, nos dieron albergue para que iniciáramos nuestros estudios de Historia.

Como todo estudiante novicio, queríamos impresionar a nuestros nuevos compañeros de estudio; pero, sobre todo, no queríamos dejarnos apabullar por quienes cursaban semestres superiores que se creían dueños del conocimiento histórico.

Varias veces nos preguntamos si de esa manera no habíamos actuado nosotros, durante los últimos años, como cursantes en el Liceo “Rafael Rangel”.

Fue entonces cuando, como un mecanismo de defensa, nos propusimos dotarnos de un bagaje teórico que nos permitiera enfrentar con éxito aquella situación. Recurrimos al psiquiatra suizo C. G. Jung, a Freud nos costaba mucho entenderlo, para que nos explicara de qué manera los “recuerdos, sueños y pensamientos”, serían nutrientes en nuestro proceder académico.

Y ustedes, mis estimados contertulios, se preguntarán sobre el porqué de estas palabras iniciales en este artículo que hoy comparto con ustedes.

Confiésoles que el haber leído, en una de las ediciones decembrinas del Diario de los Andes, sobre la celebración de las fiestas de Bella Vista; y que estas se realizarían en honor a Alfredo Suárez, “El Coco Julián”, como cariñosamente llamábamos desde niño al hijo de la “Negra” Paredes, honorable matrona de la vereda dos de las Cien Casas, nos retrotrajo a ese mundo mítico que nos atormenta, pero que no queremos sacar del alma, porque son parte hermosa de nuestra vida, como son los recuerdos, sueños y pensamientos que aún conservamos de la comarca donde está enterrado nuestro ombligo.

Y es que, a decir verdad, de aquella Valera que nos albergó por tantos años recordamos que comenzaba en la “calle Vargas” y terminaba en Las Delicias; que la voracidad de un comercio mal concebido, sin planificación, desorganizado, cual serpiente constrictora, se la tragó; volvió a nuestra mente aquella Valera por cuyas calles solíamos caminar, al comenzar la noche, para ver a las muchachas sentadas en las ventanas de sus casas; aquella Valera en la que -los domingos- nos deleitábamos con sus retretas en la plaza Bolívar; aquella Valera en cuyas emisoras radiales se transmitían programas de “pitoquitos y aficionados”; aquella Valera que, por no haber sido ciudad colonial, no podía mostrar restos arquitectónicos de esa época; a la Valera que, el canibalismo del cemento y la cabilla le arrebató el disfrute de su edificio emblemático: la antigua sede del Colegio Salesianos; aquella Valera de los “carritos de a medio” cuyos propietarios eran Liborio Rodríguez, “Tarzán” Hernández y “Chucho” Valero.

Por muchos años hemos soñado con otra Valera. Soñamos con una Valera en donde Adriano y Ana Enriqueta, vuelvan a dar rienda suelta a su prosa. Soñamos con una Valera que vuelva a ser habitada por “valeranos”. Soñamos con una Valera sin tanta contaminación ambiental. Soñamos, en definitiva, con una Valera donde alcancemos el buen vivir.

¿Es ello posible? Permítanme ser optimista. Muy lejos estoy de los apocalípticos. Al igual que William Faulkner: “Me niego a admitir el fin del hombre”. Y es que, los recuerdos y los sueños no son solo para extasiarnos con ellos. Son, sobre todo, para pensar. Para pensar en una utopía llena de esperanzas. Que cuestione los valores, los conceptos existentes, las verdades infalibles, los modelos que se han establecido para la organización social de nuestros pueblos. Para un pensar diferente, más no distinto.

Y es que, para decirlo con Gabriel García Márquez: “…los inventores de fábulas que todo lo creemos nos sentimos con el derecho de creer que todavía no es demasiado tarde para emprender la creación de la utopía contraria. Una nueva y arrasadora utopía de la vida, donde nadie pueda decidir por otros hasta la forma de morir, donde de veras sea cierto el amor y sea posible la felicidad, y donde las estirpes condenadas a cien años de soledad tengan por fin y para siempre una segunda oportunidad sobre la tierra”.

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