Valera, el fondo de un hermoso lago | Por Oswaldo Manrique R.

 

Valera puede considerarse, una ciudad campeadora de dificultades, tiene como característica que, ha podido vencerlas y convertirse en el principal conglomerado urbano del Estado Trujillo. Su espacio geográfico, un valle, vigilado por las 7 Colinas, se ha visto ocupado en su evolución, por pequeños y también, por nutridos poblamientos, dando el salto de una comuna indígena, pasando por una estructura socio-económica de plantación (Martí, 1777), devenido en punto de pobladores dedicados a actividades no agrícolas, ahora, de un diversificado comercio, empresas productoras de bienes y servicios, bancos, industrias, generando empleo, riqueza y contribuyendo a la economía del país, hoy algo deprimida. En 1870, fue ascendida al sitial de ciudad, que hoy, con bastante dignidad ostenta.

Y se fue estableciendo el comercio espontáneo y creciente, primero fue centro o mercado de frutos y productos menores, que acercaban de los poblados aledaños, hubo tráfico de cueros, quesos, salazones, conservas, café, trigo, maíz, hortalizas, caña dulce, miches, rones, chimó, algodón y hasta recuas, en la búsqueda de la ruta Norte y Sur, y de su conformación de rumbo comercial privilegiado, surgiendo a la vida durante la República Oligarca Conservadora y Liberal, con sus ingeniosos aventureros, responsables ciudadanos, sus fervorosos y progresistas emprendedores, los infaltables y azarosos constructores, sus inmigrantes laborantes, luego fue la industria, la banca, actividades económicas secundarias y terciarias, forjadores de una ciudad de importante desarrollo comercial. Con esto, no obviamos que ha tenido malos gobernantes y peores alcaldes, pero los ha superado…y una vez, fue capital del Estado Trujillo.

Eso es interesante para los valeranos, y no menos importante es lo que voy a indicar a continuación. Se ha escrito muy poco, del tiempo anterior, a la existencia de una aldea indígena de escukeyes, asentada en este valle, cuando al capitán invasor Marcos Valera, le fue otorgada la tierra por el Gobernador Osorio en 1595, porque “le tocaron en gracia de los méritos” (La Riva Vale: pag.16); en realidad la invadió.

El dinámico y trotamundos geógrafo francés Francis Bennet, reconoció y transcribió un trabajo de investigación de nuestro ilustre cultor de la historia y geografía regional Don Américo Briceño Valero, en el cual, nos hizo un aporte que merece ser reivindicado, que se reproduce a continuación:

“La rama de la Gran Cordillera de los Andes que se desprende del nudo de Pamplona (República de Colombia), y con dirección N.E., penetra en Venezuela y se deprime en el Estado Lara…es lo que se llama Cordillera de los Andes…de todo lo expuesto se deduce que la orografía del estado Trujillo, se debe estudiar en tres ramales, a saber: el Septentrional, que principia en el Pico Miranda,…la tercera estribación, que es la que nace en el Pico El Tomón…cumbres principales de esta estribación son: a 2.125 metros el Tomón, a 1.887 metros el Garapao, a 1.727 metros el Quibao y a 1.028 el Conquistado, que es el último esfuerzo de este ramal, cuyas faldas se pierden en una serie de cerritos, sobre las vegas del río Motatán y a las cuales estrechan tanto, que apenas dan paso a los ríos Motatán y Carache, acabados de reunirse, pues parece que en un tiempo lejano, cuando el valle de Valera era el fondo de un hermoso lago, estas faldas y el cerro de la Pedregosa estaban unidos, formando un dique, o represa natural, el cual por el otro lado, recibiría el empuje de las olas del Lago de Maracaibo…” (Bennet, Francis. Guía General de Venezuela. pág. 272. 1929).

Este dato geo- histórico y a la vez, hermoso pasaje, que he subrayado, pudiera abrir para los estudiosos -o mantiene latente-, una línea de investigación, que nos lleve a obtener elementos que determinen causas y tiempos sobre el poblamiento, su tipología y esa continuidad histórica en el proceso de formación de Valera, como pueblo, inclusive, su consideración como una zona de navegación, en el pasado.

Según los estudiosos de estos temas, al parecer esta formación lacustre fue producto de la última glaciación en lo que se denomina el sistema de la Sierra Nevada; el maestro Briceño Valero, lo poetizó como “el fondo de un hermoso lago”, era una depresión topográfica, quizás poco profunda, con una importante masa de agua dulce, que en su contexto actuaba como represa natural, debido a un proceso geológico, formado en ese tiempo inmemorial (seguramente el Pleistoceno que abarcó las ultimas glaciaciones, que corresponde al Paleolítico arqueológico, que finalizó 10.000 años antes de Cristo), que pudo progresivamente por interglaciares, derivar en un cinturón de vegetación boscosa, hasta llegar a convertirse en una meseta pantanosa, con clima, situación hidrológica, fauna y flora, más proclive a las actividades humanas, fundamentalmente, la agricultura y la cría. Esto, seguramente, estará vinculado al llamado nivel freático de las tierras ubicadas al Norte de la ciudad, comienzo del Eje Vial.

La hipótesis del distinguido hombre de ciencia trujillano, sobre el espacio geográfico, estaría basada sobre los estudios del geógrafo Agustín Codazzi, vertidos en su Atlas Físico y Político de la República de Venezuela, publicado en París en 1841, quien habría avizorado con especial interés esa situación, en su recorrido y estudio de la geografía trujillana; datos que Briceño Valero ratificó y que nos aporta un elemento interesante, sobre espacio histórico y el particular contexto, que debe ser considerado por los historiadores y cronistas.

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