VALERA Cuna de grandes valores

En esta Valera que en 1920 celebraba su centenario, nacieron grandes hombres y mujeres que supieron enaltecer su nombre. Cortesía Luis González.

Ya Valera había empezado a caminar cuando el obispo Lasso de La Vega, -ese mismo que un jueves 10 de marzo se abrazaría con Bolívar a las puertas de la Catedral de Trujillo- resuelve erigir a Valera que era en ese entonces una comarca de tres o cuatro calles y una plazoleta que hacía de mercado

Ana Enriqueta Terán, la poetisa que logró llevar el nombre de su tierra a lo más alto. Se le observa en la foto junto al Dr. Eladio Muchacho Unda y al obispo Vicente Hernández Peña, otros dos grandes baluartes de la tierra trujillana.

Valera ha sido cuna de significativos valores entre quienes destacan el periodista Rafael Gallegos Celis y los creadores Adriano González León, Filadelfo Linares, Enrique Castellanos y Ana Enriqueta Terán.

Entre sus bellezas arquitectónicas destaca la iglesia San Juan Bautista, templo de estilo gótico. Su construcción se debió a los párrocos Guillermo Parra y Humberto Contreras.

Américo Briceño Valero, Pompeyo Oliva, Alberto La Riva Vale y el Pbro. Juan de Dios Andrade, Pedro Malavé Col, Luis González, Antonio Pérez Carmona, Raúl Díaz Castañeda, Francisco González Cruz, le estructuraron a través de las crónicas, la fisonomía espiritual a la ciudad de las siete colinas.

La urbe moderna extendió sus brazos por los cañaverales de La Plata, San Luis y Morón, en la parte norte. Al sur se tragó los cactus y la vegetación rastrera, creando la elegante urbanización Las Acacias. Por el este se hizo populosa en el barrio El Milagro, y por el oeste hizo brotar barrios en las colinas, cerros y la urbanización San Antonio.

Fueron llegando modernas edificaciones comerciales, ateneo, hoteles de categoría, pero lamentablemente carece de parques (uno solo: el de los Ilustres). En su plaza Bolívar los viejos árboles apenas logran humanizar su corazón.

Ya la ciudad caminaba

La obra del maestro José Antonio Abreu le dio a Valera otra dimensión a nivel cultural.

Ya Valera había empezado a caminar cuando el obispo Lasso de La Vega, ese mismo que un jueves 10 de marzo se abrazaría con Bolívar a las puertas de la Catedral de Trujillo- resuelve erigir a Valera que era en ese entonces una comarca de tres o cuatro calles y una plazoleta que hacía de mercado, donde confluían hombres y bestias, en parroquia eclesiástica. Era el 15 de febrero de 1820, y por ese hecho significativo en lo religioso, y por carecer la ciudad de un auténtico registro de fundación, fue por lo que el Ayuntamiento, casi siglo y medio después, tomó esa fecha para estatuir el Día de Valera.

El nombre en juego acrobático extraño le había venido del apellido de un encomendero, sin brillo en la conquista, don Marcos Valera. Y con el paso de los años se tornó en referencia colectiva, así quedó la meseta bañada por los costados por el río Motatán y la hoy quebrada de Escuque.

Posteriormente algunos amantes de la historia comenzaron a polemizar en lo referente a la fundación, expresando unos que fue el 25 de agosto de 1818 y otros en 1817 en tierras de propiedad de Mercedes Díaz de Terán, la dama que había donado las varas para que se levantara la Iglesia y la Plaza.

Agustín Codazzi, el geógrafo italiano adherido a la causa patriota, cita a Valera como una parroquia de Escuque.

Las comparaciones

El periodista y cronista de Valera, Luis González adoptó a Valera como su segunda morada, aquí se estableció desde que dejó su terruño en la ciudad de Trujillo.

Así como a alguien se le ocurrió inventar que Bolívar había dicho con su ojo vidente que “Valera, valerá”, anunciando su esplendor, dinámica y futuro provisor, otro valerano la llamó la pequeña Roma dada la similitud con la llamada “ciudad eterna” en las siete colinas que la rodean.

La altura de Valera es de 650 metros sobre el nivel; su superficie es de 102 kilómetros cuadrados y su temperatura media es de 25 grados centígrados.

Entre sus parroquias eclesiásticas figuran: San Juan Bautista, San Pedro, San José, Jesús Obrero, El Carmen,  Santa Rosalía, María Auxiliadora, Santa Catalina de Siena y el Dulce Nombre de Jesús.

 


DE INTERÉS

Adriano González León, un enamorado y defensor de su tierra natal. Le amó hasta su último suspiro.

El ímpetu desarrollista de Valera se debe a su privilegiada ubicación como punto de intersección entre las vías Mérida-Maracaibo y Caracas-San Cristóbal.

 

 

 

 

 

 


LA CIUDAD EN DATOS

Desde 1900, la prensa se convirtió en factores de mucha importancia en el desarrollo de la urbe.

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del libro Trujillo, Portal de los Andes (textos del poeta, Antonio Pérez Carmona) tomamos los siguientes datos: “Su primer diario se llamó “Diario de Valera”, fundado por el doctor José Colina Montilla en el año 1900. El primer Registrador Público fue Fabián Salas.

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En 1853 la ciudad víctima de una terrible epidemia, la cual hizo que esta quedara prácticamente abandonada al huir sus habitantes a los pueblos vecinos.

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Pero la urbe renació y cobró rápidamente su luz y auge comercial.

La tradición ubica a la Valera poética como la que regaba sus calles con flores, embanderaba las casas en el día de Corpus, la de las serenatas a la luz de la luna, la ciudad donde concibiera Laudelino Mejías el famoso Conticinio”.

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