Por Ramón Rivas Sáez
El restaurant Tequendama, ubicado en la calle 12 con avenida 9, se dio a conocer por los característicos ajíes-picantes que preparaba su propietario Manuel Angel Peña, que atrajo a comensales no solo de las comarcas vecinas a la bicentenaria Valera, sino a personas provenientes de otras regiones del país.
Fue así como se dijo que hasta el expresidentes Rómulo Antonio Betancourt Bello, fue uno de los visitaron el viejo local, para saborear los ricos platos de ofertaba Peña, quien los acompañaba con su proverbial picante, que solo él lo aderezaba con cuanto Dios creó, como lo afirmaban las viejas cocineras trujillanas.
Se aseguraba que el ají que hacía Manuel Angel Peña, tenía flores de maguey, semillas de chirere, y otros aditamentos que adornaban los frascos de colores rojo, amarillo, fucsia que eran, realmente, para hombres. Peña garantizaba que no eran dañinos a la salud, pero probarlos era para osados que no sufran de problemas digestivos u otros.
Mentidero político.
En cerca de 50 años, el Tequendama era un espacio para la tertulia política; adecos, copeyanos, comunistas y gente de otras tendencias del pensamiento, se reunieron allí para el intercambio de opiniones.
Fue frecuentado mucho por el poeta Antonio Pérez Carmona, sus colegas Rafael Angel Lujano, Gilberto Matheus, Oscar Segundo Piñero y una que otra vez se asomaba don Luis González, el actual cronista de la ciudad; acudían los entonces estudiantes Antonio Vale Briceño, Benigno Contreras, Henry Montilla, Luis Briceño Escalona, Diego Suárez, y una legión de vendedores de vehículos, loteros, y pedigueños que nunca faltan; personajes populares como la Negra Pancha y el viejo Araujo.
Pero además de su restaurant donde la atención era de primera, sus platos de mondongo, pescados, parrillas y toda la cocina criolla, fue el atractivo del lugar que fue uno de los más concurridos en las décadas de los sesenta, setenta, ochenta y noventa, hasta que, desapareció y fue convertido en un almacén de telas.
El Tequendama junto a El Conticinio, la fuente de soda Central, Ramiro Fossi y el restaurant El Campo, eran los lugares preferidos de los valeranos de la época, antes que llegase el gran apagón económico que le bajó la Santamaría al país.