Valera, la ciudad que siempre está dispuesta a enfrentarse a las dificultades por muy grandes que sean, su espíritu combativo y su gran fe en lograr lo que se propone, es la meta trazada por los valeranos que también pusieron su grano de arena en la búsqueda definitiva del sistema democrático que hoy disfrutamos.
El 23 de enero, la gente enardecida, sedienta de lograr reivindicaciones, buscaba afanosamente cobrarle cuentas a los sicarios torturadores, asesinos, aplicadores de la mal llamada ley de fuga, aplicada a los dirigentes políticos. El personaje que fungía de jefe del oprobioso aparato represivo, de apellido Molina, con la pólvora en las narices todavía amenazaba al pueblo oprimido.
La gente no le tuvo miedo a la metralleta y valientemente se enfrentaron a los temibles policías y penetraron al recinto carcelario y pusieron en libertad a dirigentes políticos, cuyos rostros demacrados y sus cuerpos amoratados por las golpizas recibidas, entre los que se recuerdan: Pedro José Olmos, Antonio Espinza Lares, Amado Guerrero, y no podía faltar el inefable borrachito «Cleto», que también ocasionalmente lo llevaban por sospecha, nos contó Don Luis González.
Los hechos acaecidos en Valera el 23 de enero no fueron producto de ninguna organización sino algo espontáneo de una población herida, maltratada, vejada pero que aún conservaba un alto grado de orgullo y dignidad, el cual colocó como escudo para salir a la lucha por la libertad plena.
La historia recuerda que ese día a la Seguridad Nacional en Valera ubicada en la Sociedad San José, llegó mucha gente y rodeó las calles. Los esbirros quienes habían atropellado al pueblo estaban dentro pidiendo clemencia, no opusieron resistencia sino que pedían que los dejaran ir; intentaron huir en los vehículos pero el pueblo no los dejó salir y les tocó correr por la parte posterior del recinto.
El pueblo se lanzó a la calle en aquella Valera de 40 mil habitantes. La gente corría de un lado a otro. Se apoderaron de la Comandancia de la Policía. Ese pueblo dejó sentir todo lo que tenía por dentro.
Pudo haber sido una masacre
Esa valentía pudo haber ocasionado una gran masacre si el golpe hubiese fracasado ya que el pueblo lanzado a las calles estaba desalmado. Las armas las tenía el gobierno y era una gente como todos lo saben, demasiado represiva. Menos mal que todo se dio de manera contundente y esa dictadura cayó rendida, de lo contrario, nos narraba el cronista Luis González que, “aún se estarían escuchando las lamentaciones”.
Se recuerdan nombres de hombres que protagonizaron esa gran lucha como: Juan Canelón Cestari, Rubén Darío Rojas, Antonio Espinoza Lares, José Valecillo, Manuel Fernández, Juan de la Cruz Durán, Aníbal Pacheco, Pedro Malavé Col, Pedro Pablo Rendón, Manuel Isidro Molina, entro otros más.
En Trujillo la encabezó el Dr. Humberto González Albano, y como primer gobernador democrático fue designado el Dr. Mario Briceño Perozo.
La valentía del padre Andrade
La palabra ductora de un valiente sacerdote: Juan de Dios Andrade, cansado de humillaciones y citas a la Seguridad Nacional, resolvió organizar una rogativa por la libertad y una bien organizada romería acompañada de repiques de campanas, fue la llama que iluminó la jornada del 23 de enero. “El sistema democrático tenemos que defenderlo como buenos hijos del Libertador Simón Bolívar, quien luchó hasta sus últimos momentos de su agitada vida para que unidos evoquemos su recuerdo”.
“El 23 de enero no morirá jamás, el pueblo tiene experiencia de los gobiernos dictatoriales”.
“Gloria a todos los caídos con la nobleza del roble y la hidalguía del cedro. Honor tanto a los caídos, como a los que hoy viven de aquella gesta emancipadora en el derrotero espléndido de los ideales”.
Se abrió el caudal de hechos
A partir de aquella insurrección que hoy celebra 60 años, en medio de tributos, anécdotas, exaltaciones, cuestionamientos, vivencias y testimonios, el pueblo abrió el caudal de hechos a la democracia, en un país donde los levantamientos de fuerza se habían hecho costumbre a lo largo de su historia.
De aquellas albas gloriosas del 23 de enero, han pasado 60 años y la rueda del tiempo en su avance inexorable ha hecho correr las aguas viejas, trayendo otras formas, otros rostros, otras generaciones.
Y en este lapso o periodo, en que según la manera conceptual mueve al análisis, al balance y síntesis de un cumpleaños estelar de la manifestación política más ideal que hemos tenido los venezolanos.
El espíritu del 23
El espíritu del 23 de enero de 1958, que en otras palabras significa la unidad de criterios y acción de las diversas fuerzas que derrocaron a la tiranía generando la época democrática.
En el orden de las libertades la cosecha ha sido óptima, aún cuando ha habido momentos de negación a la democracia en actos atentatorios contra su esencia y génesis.
Hoy cuando estamos celebrando seis décadas de aquella madrugada, que el 23 de enero sirva como cimiento para corregir entuertos, y enrumbarnos hacia una Venezuela próspera, de hermandad y de todos los ciudadanos que habitamos en esta tierra.
EL DATO
El gobierno de Pérez Jiménez comienza a hacer aguas a partir de 1954 cuando, primero ofrece diez millones de dólares para crear un fondo común para los países latinoamericanos, a fin de que no concurran a las Horcas Caudinas del FMI y del BM; más tarde se le ocurre anunciar que restringirá las concesiones petroleras.