Valera: “A cada cochino le llega su sábado” / Por Alfredo Matheus

Sentido de Historia

 

 

El cronista y sacerdote Juan D. Dios Andrade, dijo: “Soy un enamorado de Valera”. Yo, grito a mil voces: “Valera de mis amores”. Hoy, felicito al nuevo alcalde de la ciudad porque le está limpiando la cara a la comarca, anteriores alcaldes sencillamente le cayeron a patadas.

Mi señorial Valera y su histórica iglesia San Juan Bautista, nada que envidiarle a la de mejor arquitectura en el mundo… Su llamativa plaza Bolívar, qué tiempos aquellos, cuando el grandulón del policía “Alma grande” tocaba su pito sonoro y el que no salía a las 9 de la noche, se quedaba encerrado hasta el amanecer del nuevo día. Su primer hospital, hace 90 años, “Nuestra Señora de la Paz” al final de la calle 10 con Av. 16, le dio abrigo y alimento a los valeranos que en mala hora pegaban el grito al cielo por sus achaques de salud… La Valera que corrió de puro culillo ante el fuerte temblor de tierra de 1918, que puso a dormir en la calle a la ciudad, dos noches seguidas… La Valera, donde un animalito tan pequeño llamado “la langosta” acabó con lo que consiguió a su paso, llevando a los valeranos a almorzar con cepa de mata de cambur porque no había que comer.

 

 

A Valera no se le muere el muchacho en la barriga

 

 

Por este terruño transitaron como “Pedro por su casa”, los indígenas escuqueyes de origen “muiscas”, que habitaron la Cordillera Andina… En 1790 ya había ranchos de paja a lo largo de la comarca donde dormían “a calzón quitado” los labriegos que trabajan en las haciendas de plátanos, maíz y algodón. Los dueños eran los Terán y los Díaz, los primeros pobladores de los que se tiene noticias.

Doña Mercedes Díaz, quien donó las tierras para que se construyera un lugar de adoración con su respectiva capilla (hoy, iglesia San Juan Bautista) tuvo 10 hijos, en aquel entonces no había televisión y la consigna era: “A parir se ha dicho”. Don Juan  Chuecos, teniente de Justicia Mayor en 1818, era administrador de rentas de tabaco, el que no pagaba al brinco, no iba pal´ baile, no ejercía más el comercio.

Se cree que el nombre de nuestra ciudad se originó con Don Marcos Valera, fue el primero que administró esta tierra bendecida por Dios… La expresión “Valera, valerá”,  se le atribuye a un cura de apellido Valera, quien observando este majestuoso valle atravesado por tres hermosos ríos, sentenció: “Aquí se fundará una gran ciudad y por su importancia “valerá”.

 

 

“Más sabe el diablo por viejo”

 

 

“El zanjón del tigre” que se inicia por los lados de lo que hoy es la Torre Murachi, vía La Cabaña, es una obra artificial que se hizo hace un “bojote” de años para llevar aguas de riego a varias haciendas, en especial a la hacienda “La Plata” de la familia Maya. El nombre de este famoso zanjón, se debe a que por el lugar merodeaba un corpulento tigre que le gustaba almorzar con carne fresca… En el momento en que las amas de casa estaban lavando la ropa de sus maridos, se escuchaba un dramático grito: “Ahí viene el tigre, ahí viene el tigre”, las mujeres corrían como “alma que lleva el diablo” para no ser bocado suculento del felino amante de carne de primera.

En 1879, en un gran caney de techado con tejas ubicado donde actualmente está la iglesia San Pedro, quedaba el matadero donde se beneficiaban las reses para el consumo de la comarca. Estas instalaciones fueron construidas en 1879 por el General Estanislao Sequera, quien era el jefe municipal de Valera… Desde el Llano de San Pedro, hoy Av. 3, hasta el zanjón del Tigre, Av. 9 y 10, estaba cubierto de abundante vegetación donde los vecinos cultivaban pequeños huertos agrícolas. Allí se recogía la “chamiza” que servía de combustible para prender el fogón de leña, donde los valeranos preparaban el suculento sancocho de gallina negra.

* Cronista popular

 

Fuente consultada: Anales de Valera. Alberto La Riva Vale.

 

 

 

 

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