VALERA 205 AÑOS | Por: Francisco González Cruz

Foto cortesía (Archivo)

 

Por: Francisco González Cruz

Los ríos Motatán, Momboy y Escuque, de toponimia indígena, conformaron la meseta de Valera, de toponimia hispana. Tardó la ciudad en nacer, luego de 256 años de haber sido fundada la ciudad de Trujillo, pero desplegó una energía que la llevó en poco tiempo a ser la primera en población y en movimiento económico del estado Trujillo.

Y nació ordenada como las ya fundadas bajo las normas de la Corona Española, aunque la provincia trujillana era autónoma desde el 9 de octubre de 1810 y la República de Venezuela existía desde el 5 de julio de 1811. Comenzó su andadura como ciudad en plena guerra de independencia y cuando en sus alrededores corría la sangre y la ruina de la Guerra a Muerte. Eran tiempos duros esos años, cuando Valera empieza a ser soñada, pero había la voluntad de hacer realidad esas visiones.

Sería por el año de 1803 cuando empezaron los sueños de Gabriel Briceño de la Torre, según diversos cronistas, de promover la creación de una ciudad en estos lugares. La soñó en la encrucijada de caminos que era la confluencia de los tres ríos de los Cuicas y los Timotes, en el centro de la meseta, ordenada siguiendo el plan “hipodámico” que es el plano ortogonal de calles rectilíneas con trazado en manzanas en cuadrícula.

En el centro de la dilatada terraza iría el templo, la plaza – mercado, las edificaciones para el gobierno local y los lotes para que los futuros vecinos levantaran sus casas y sus negocios. Briceño de la Torre sueña con una Valera ordenada mediante el plano ortogonal, el diseño de sus calles en ángulo recto, creando manzanas en cuadrícula o en damero, con sus calles rectas y alineadas. Con plazas cada tantas cuadras.

Cerca de las fuentes de agua, con sus colinas alrededor que la protegen, en el cruce de caminos más importante de estos territorios. Recuerda Doña Hernández Bello de Tejera, según relata el cronista Alberto La Riva Vale, que cuando delineaba sus calles Don Gabriel pronunció la frase, no tan correcta pero premonitoria, ¡Valera, valerá!

Los caminos habían sido recorridos muchas veces, por escuqueyes, timotíes, bomboyes, estiguates, esnujaques, jajoes, monayes y otras familias indígenas, pero a nadie se le había ocurrido establecerse en estas tierras. Igual pasaron por aquí o muy cerca los conquistadores, algunos inmigrantes, exploradores, piratas y corsarios y siguieron de largo. Desde hacía tiempo existían encomiendas y haciendas, pero sus dueños y los peones vivían en Escuque, en Mendoza, en Trujillo o miraban la meseta desde Carvajal.

Se dedica a buscar los terrenos en donación, él mismo dona algunos e incluso da aportes para el templo primigenio. El lugar central de la meseta se llamaba Hacienda Santa Rita y para 1803 era propiedad de Valentina Mexía de Díaz y de Pedro Terán, quienes la habían adquirido de  Domingo del Rosario Ojeda en 1780. Al morir Valentina, en 1803, heredan sus hijas Mercedes y Luisa Díaz. Mercedes, viuda de Pedro Terán, promete donar cien varas en cuadro para construir la iglesia, pero muere en 1814 antes de cumplir la promesa, lo que hacen sus herederos en 1818, quienes incrementan las donaciones para, además del templo y el mercado, tener parcelas para vender solares y con esos ingresos contribuir a edificar la iglesia y otras necesidades de la nueva población. Ellos son Reyes Terán, hijo de Mercedes, con dos cuadras y media, más doscientas varas y media de Candelaria Díaz, hija de Luisa, las que dona el propio Gabriel Briceño de la Torre y otros fundadores como Ramón de la Torre, Domingo de la Peña, Antonio Nicolás Briceño, Felipe Carrasquero y la familia Maya.

El Presbítero Dr. Manuel Fajardo y el Dr. Gabriel Briceño de la Torre quedan encargados de planificar la nueva población y disponer de los solares iniciales. Y así de inició formalmente el nacimiento de la ciudad de Valera, pero la “partida de nacimiento”  es del 15 de febrero de 1820, cuando en el “sitio” de Valera, “jurisdicción de la Ciudad Trujillo”, Señoría Ilustrísima el Doctor Don Rafael Lazo de la Vega, Obispo de esta Diócesis de Mérida de Maracaibo, procedió a fijar los límites de la nueva parroquia de San Juan Bautista de Valera. Esta fecha es tomada para conmemorar el “Día de Valera” y como momento referencial de su fundación. Pues como queda dicho, la ciudad no fue fundada con el ceremonial oficial acostumbrado, sino que fue fruto de la convergencia de su comunidad cívica y de su feligresía católica, para fundar coetáneamente la ciudad y el templo.

La ciudad soñada se hizo posible, de manera regulada y cuidadosa. Y así fue creciendo en sus linderos naturales que los marcaban por el este el Zanjón del Tigre, por el oeste el cerro La Cruz, por el norte el cerro Morón y por el sur el cerro Caja de Agua. Hasta que se hizo necesaria su expansión, pues la villa que había nacido con menos de mil habitantes ya para 1881 tenía más de tres mil. En 1891 Don Juan Ignacio Montilla presidente del Concejo Municipal dispone adquirir el Llano de San Pedro que va desde el Zanjón del Tigre hasta el cerro La Pollera. En 1901 el Concejo encarga al Agrimensor Don Américo Briceño Valero para medirlo debidamente y trazar las calles siguiendo la normativa de la ciudad ordenada original, con su templo y su plaza, y sus enlaces con el centro. Concluido el trabajo de mediciones y propuestas, en 1903 el Concejo Municipal dicta la Ordenanza donde se prevén las variables urbanas de esta primera expansión de la ciudad, dándole continuidad a los criterios del núcleo primigenio.

El poblamiento de las siete colinas rompe el trazado en cuadrícula original, por evidentes razones topográficas y también por la violación de sus ordenanzas de urbanismo. Las primeras Morón al norte, La Pollera al este y La Cabaña – Caja de Agua al sur, luego La Concepción el este, el cerro La Cruz al oeste al final de la calle 8, el Cementerio y la Ciénaga al oeste. Igualmente sucede con las primeras urbanizaciones, pero esta vez por razones de diseño, fueron el Lasso de la Vega y Las Cien Casas o Bella Vista, más tarde todas las urbanizaciones realizadas por el Banco Obrero o INAVI como Plata I o Mirabel con los sectores Andrés Eloy Blanco y José Félix Rivas, Plata II o Miranda, Plata III o Libertador y Plata IV o Conticinio, luego la Urbanización Morón o Monseñor José Humberto Contreras.

La terraza de Valera completa su ocupación con algunos asentamientos desordenados, el más antiguo el barrio El Milagro, y luego el cerro Siete Colinas, San Isidro y el sector La Marchantica al norte. Igualmente, el sector Pueblo Nuevo y el cerro La Peineta hacia el oeste. Otras construcciones que en la meseta original rompieron la ciudad ordenada en damero fue la construcción del Colegio Salesianos que impidió darle continuidad a las avenidas 3, 4 y 5 hacia el sur. Siguiendo al sur donde la terraza se estrecha, la construcción de varias viviendas y el Liceo Ciudad de Valera impidió darles continuidad a las avenidas 5 y 6 y ahora allí la ciudad tiene un serio “cuello de botella”.

La expansión urbana fuera de la terraza principal y hacia los cuatro puntos cardinales no respetó la cuadrícula original, y experimentó un urbanismo desordenado, con las todas las consecuencias que ello tiene. Los ranchos construidos con materiales improvisados han sido mejorados con el esfuerzo de sus habitantes y convertidos en edificaciones más sólidas que, en general cuentan con los servicios públicos que ofrece la ciudad, pero en muchos sectores se mantiene la amenaza de la inestabilidad que tienen sus emplazamientos, como son las elevadas pendientes de sus cerros y los lechos inundables de los ríos Escuque, Momboy y Motatán. También en la zona oeste se presenta abundancia de suelos de arcillas expansivas de difícil estabilidad.

Incluso a lo largo y ancho del área central de la ciudad, se han violado las escasas y débiles normativas de ordenamiento urbano. No existe o no es conocido el Plan de Desarrollo Económico y Social del Municipio Valera, ni tampoco está actualizado el Plan de Desarrollo Urbano Local

Tres mil trescientos ochenta y siete habitantes se atreven a vivir en la ciudad nueva en 1887. En 1936 ya tenía 11.300 habitantes y en 1950 se había duplicado su población a 21.000 personas para volverse a multiplicar por dos en 1961 con 46.000 habitantes. La misma cantidad que Mérida y más que Barinas. El Censo de 1971 registra 70.000 habitantes, el de 1991 son 120.946, el de 2001 un total de 133.052 y el de 2011 cuenta con 170.046 habitantes (incluyendo a Carvajal como en los censos anteriores).

Si se incluye Escuque y Motatán el área metropolitana Valera cuenta con 216.951 habitantes censados en esa fecha. En 200 años pasó de ser una aldea minúscula a la primera ciudad trujillana en población y la tercera en los Andes Venezolanos. Las proyecciones que se hacen sobre el crecimiento de la población ponen en evidencia una tendencia a su estabilidad. Ya no crecerá Valera a la rápida tasa que crecía y se estima que su población municipal debe estar, según las proyecciones del Instituto Nacional de Estadística (INE), en el año 2020 cuando se celebró el bicentenario, en unos 171.854 habitantes y la ciudad propiamente dicha (parroquias Juan Ignacio Montilla, La Beatriz, Mercedes Díaz y San Luis) un total de 146.055 habitantes. La parroquia La Puerta tendrá 12.960 y Mendoza 12.839. Todo el municipio Carvajal se espera que llegue a 72.854 habitantes y el municipio Motatán unos 25.437 de manera que el área metropolitana de Valera tendrá 270.154 habitantes. Con Escuque se sumarían otros 34.560 para un total de 304.705 habitantes en toda el área metropolitana.

Para 2025 la ciudad ha perdido el dinamismo que la caracterizaba y luce, a pesar de su juventud, disminuida en su entusiasmo y creatividad. La crisis sufrida por Venezuela en los últimos años ha golpeado fuertemente a la ciudad, hoy sin agua, con un pésimo transporte público, deficiente servicio de energía eléctrica, muy lentas comunicaciones, una economía muy débil, con sus instituciones municipales sin estrategias y sin recursos y una población empobrecida.

Existen evidentes muestras, o signos emergentes, de la ciudad “implicada” parafraseando al físico cuántico David Bohn. Hay instituciones que se mantienen luchando por una mejor ciudad, empresas cuasi heroicas que se sostienen, algunas iniciativas  que son testimonios de que el espíritu emprendedor está vivo.

Valera necesita un nuevo sueño, una refundación. Una puesta al día, no sólo frente a los desafíos locales, sino frente a las nuevas realidades que imponen la globalización, la Inteligencia Artificial y, sobre todos los Objetivos del Desarrollo Sostenible y en particular el ODS 11: Ciudades y comunidades sostenibles. Es necesario un Plan de Desarrollo Económico y Social del Municipio, el Plan Local de Desarrollo Urbano y los planes especiales que se consideren conveniente, de tal manera que recobre su impronta inicial de  ciudad ordenada.

Estos planes deben ser del dominio público y estar disponibles para su consulta y seguimiento en un portal ágil y moderno que preste la debida información a la comunidad del municipio Valera. }

Hace 5 años Valera cumplió 200 años, y en esa oportunidad la sociedad civil reunida en Voces de Valera publicó un manifiesto, que a 5 años de ese acontecimiento, está vigente:

 

MANIFIESTO DE LA SOCIEDAD CIVIL EN EL BICENTENARIO DE VALERA

Hoy 15 de febrero de 2020, Valera cumple doscientos años desde que logró entidad de parroquia eclesiástica, su fecha fundacional. En esta magna oportunidad nosotros, ciudadanos y organizaciones de Valera, manifestamos:

Históricamente la ciudad fue planificada y esencialmente construida desde las personas y organizaciones de la Sociedad Civil, con la natural participación de las entidades públicas. Su crecimiento ha sido sostenido, con las dificultades que todo desarrollo implica, pero con una excepcional conciencia colectiva derivada de su origen, que toma cuerpo en su comunidad cívica, que en todos los momentos que las circunstancias lo han demandado, ha corrido en su auxilio o su defensa, y desde siempre, con recta voluntad ha trabajado con creatividad en la apertura de caminos de progreso. Por eso, por obligación histórica, reconociéndonos como sujetos políticos en plena titularidad de nuestro derecho a la participación, esa Sociedad Civil está hoy aquí ratificándole a la urbe su lealtad y compromiso.

Lo que fortalece y consolida una ciudad es el esfuerzo inteligente y honesto de sus habitantes, consustanciado espiritualmente con ella y sostenido con ánimo de permanencia. En sus doscientos años Valera ha crecido afincando sus pasos sobre estos basamentos, venciendo obstáculos, rectificando desviaciones, privilegiando con grandes dificultades lo urbanístico y tratando de imponer el interés general sobre lo grupal o lo individual. Valera ha ceñido su devenir a estos principios.

En sus dos centurias de existencia el saldo del devenir no es óptimo, pero es positivo. Su Sociedad Civil ha sabido cumplirle, ha sido audaz, emprendedora, ampliamente abierta, desprejuiciada, y muy consciente de sus posibilidades y sus limitaciones. Ha sido soñadora pero no irrealista y ha actuado con sentido del momento y con prudencia pertinente. En la oportunidad de su sesquicentenario lo demostró, y con tiempo oportuno planteó alternativas y participó activamente en su celebración, con excelentes resultados.

Frente al bicentenario y dado el gravísimo deterioro sufrido en su urbanismo, espacios públicos, servicios y gobernabilidad, desde hace más de 20 años distintas organizaciones de la Sociedad Civil realizaron muy diversas actividades con una masiva y plural participación de personas e instituciones. Se presentaron investigaciones, proyectos e incluso, con suficiente antelación, propuestas para la conformación de una Comisión Bicentenaria que planificara la digna conmemoración de la magna fecha. Desde los distintos gobiernos locales solo se recibió el silencio oficial.

Valera es un bien común que nos pertenece a todos, por ello exigimos el derecho a vivir en ella con dignidad, tener espacios y servicios públicos de calidad, que sea una ciudad ordenada e integrada, sin exclusiones y sostenible, que facilite el tejido de las relaciones sociales, para lo cual tiene que contar con los instrumentos de planificación que sean fruto de la participación de todos. También exigimos el derecho a un municipio Valera bien gobernado, democráticamente, con honestidad, transparencia, respeto y equidad.

La Sociedad Civil de Valera en la fecha magna de su bicentenario, ha presentado 20 propuestas que permitan a la ciudad un desarrollo integral y sostenible. Tenemos fe en que las actuales y las nuevas generaciones continuarán el legado de los fundadores. Y proclama de nuevo la antigua decisión de hacer de Valera una ciudad dinámica y progresista, la que con entusiasmo profético el fundador Gabriel Briceño de la Torre resumió en su grito fundacional ¡Valera valerá!

 

VOCES DE VALERA

 

 

 


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