Montevideo, 26 sep (EFE).- Dejar atrás burlas, insultos y miradas cargadas de prejuicio para marcar goles o nadar piscinas luciendo los colores del arcoíris es la meta que persigue Uruguay Celeste Deporte y Diversidad: un espacio donde el deporte da cancha libre al orgullo.
Resignación, decepción, bronca. Con estas sensaciones convivían cada vez que quedaban últimos cuando sus compañeros tenían que elegir a quién sumar a su grupo de educación física, mientras sentían que una invisible etiqueta de ‘diferente’ los separaba de los demás. Hoy la realidad es otra.
Un espacio seguro
El puntapié inicial se dio en 2006, cuando, como explica a la Agencia EFE su presidente, Mario Mussio, se aproximaba el Mundial de Fútbol Gay, que tendría lugar por primera vez en Latinoamérica, en la cercana Buenos Aires, el año siguiente.
«Eso comenzó a incentivar a que un grupo de personas homosexuales que no tenían cabida en el tema fútbol pudieran reunirse, practicar y representar a Uruguay», cuenta sobre el origen de la Selección Gay Uruguay Celeste, luego transformada en una organización amplia que busca ser un «espacio seguro» donde se respete la diversidad sexual en todo su espectro.
Es que, según Mussio, es «esa población que difícilmente puede encontrar en otro lugar la seguridad de practicar un deporte sin ser juzgado, por su orientación sexual, identidad de género, cuerpo, raza o religión» a la que Uruguay Celeste abre sus puertas para practicar a nivel amateur fútbol, voleibol y natación.
«Cuando encontrás espacios donde nadie está (…) mirando tu cuerpo con miradas extrañas, donde no hay recelo ni cuestionamiento sobre tu identidad, la gente se queda y quiere participar mucho más», dice el nadador trans Alfonso Pissano, quien anota que en los vestuarios, compartidos con deportistas de otro club, hubo roces pero ya se logró que sean «seguros» para varones y mujeres trans.
«Es un ambiente de tranquilidad, de respeto, de sentirte como entre amigos, por más que sea la primera práctica que vayas», añade en tanto Martín Telis, uno de los futbolistas del club.
«Puto, reputo, recontraputo»
Alentado por un padre apasionado del fútbol, Telis empezó a jugar de niño hasta chocar con la «barrera» de su sexualidad, que lo alejó por mucho tiempo porque se sentía «totalmente discriminado» y con miedo de expresarse «libremente».
«Siempre estaba el machismo, el insulto, la presión de jugar y que no se notase que eras gay. Y si sabían que eras gay siempre estaba el chiste y la broma», recuerda.
Marcel Pío, en tanto, no había practicado ningún deporte antes de llegar al equipo de voleibol de Uruguay Celeste, ya que de chico sus compañeros lo discriminaban en los recreos o al formar equipos en Educación Física.
«Entre el discapacitado y yo, era el discapacitado primero y los maricones los últimos», rememora quien resalta el compañerismo entre los equipos de voleibol femenino y masculino del club.
‘Amanerado’ o ‘puto’ (despectivo para homosexual) son algunos de los insultos con los que lidió Alejandro Salvatierra en el fútbol hasta que entró a Uruguay Celeste, donde Mussio argumenta que no hay que enojarse por una palabra que dolió pero el colectivo ya resignificó.
«No nos tiene que herir más esa palabra. Puto, sí, soy puto, reputo, recontraputo. Cuando le contestás a esa persona que te quiere violentar y le decís que sí, que sos puto, le descolocás un poquito el cerebro, porque está esperando esa reacción», expresa.
Canchas teñidas de orgullo
El orgullo de ser no se esconde ni en un armario ni en el campo de juego de Uruguay Celeste, donde aquella etiqueta de ‘diferente’ se deja ver más que nunca, teñida de los colores de la bandera LGTBIQ+.
Mientras piensa en un futuro en el que busca sumar deportes como jiu-jitsu, balonmano, rugby o baloncesto, Uruguay Celeste se prepara para cruzar su próxima meta: el Mundial de Fútbol LGBT que, 17 años después, vuelve a celebrarse este noviembre en Buenos Aires junto con los campeonatos acuáticos inclusivos IGLA+.
Es con miras no solo en participar sino en dar apoyo a los campeonatos, donde habrá una pionera categoría trans, que el equipo de Pissano, en el que hay tres personas trans y una no binaria -porque «al agua no le importa tu género»-, entrena y reúne en paralelo con rifas el dinero para el viaje.
Preguntados por lo que significa el club para ellos, los deportistas coinciden en su respuesta: «un orgullo», como ese que saldrá de la cancha a las calles este viernes cuando miles se unan a la Marcha por la Diversidad en Montevideo.
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