Todos vemos con estupor el vertiginoso aumento exponencial del costo de la vida…El dólar paralelo se dispara y los precios aumentan cada día…Muchos medicamentos esenciales no se consiguen y cuando se consiguen es con precios astronómicos prohibitivos…En consecuencia no hace falta ser muy clarividente para vaticinar que en nuestro país un amplio sector de la población podría vivir dentro de poco tiempo una gravísima situación por hambre y/o enfermedad en el caso de que no se implemente urgentemente un programa humanitario de alimentos y medicamentos.
Se trata de una cuestión de elemental sensibilidad humanitaria que va mucho más allá de lo político y resulta sorprendente que muy pocas instancias de la sociedad se estén percatando de la gravedad de la situación y no se insista con la suficiente energía y premura en la necesidad de tal canal humanitario.
En fecha 16 de enero de 2019 el gobierno anuncia que destinará mil millones de euros para la misión ‘Venezuela Bella’ para implementar cambios en la infraestructura de las principales 60 ciudades del país con el fin de mejorar la estética etc.
Indudablemente es importante mejorar la infraestructura y la estética de las ciudades pero podemos preguntarnos: ¿Es eso lo más importante en los actuales momentos que vive el país?
Inclusive en el caso de que en un futuro cercano hubiera un proceso de reconstrucción nacional, habría que garantizar durante varios años a la población de menos recursos una canasta básica de alimentos y medicamentos a precios muy accesibles mientras se reactiva el desarrollo de las fuerzas productivas.
En nuestro país desde hace muchas décadas nuestra población ha internalizado una cultura de la lentitud, la desorganización, la impuntualidad y la ineficiencia. No obstante, en cosas tan vitales como los alimentos y los medicamentos, desde hace tiempo todos los ciudadanos de todas las tendencias deberían haber insistido en una implementación ágil y eficiente de una ayuda humanitaria.