Quizá el movimiento ateneístico venezolano transita uno de sus más penosos momentos que le haya correspondido afrontar, la intervención dictatorial de sus funciones intrínsecas, su objetivo primordial, apuntalar la cultura a través de un elemento fundamental, la libertad, ha sido transgredido.
La defenestración de sus auténticas autoridades e imposición de otras seguidoras o apéndices del actual régimen, han fracturado estas instituciones que datan de principios del pasado siglo XX, cuando fueron creadas las primeras de estas casas de la cultura que cumplieron un rol notable en la difusión de las artes, la cultura en general.
En el caso trujillano, se debe destacar que la fundación del ateneo de la ciudad portátil que acaba de arribar a los 78 años, significó un antes y después en la vida de la pequeña urbe; fue el oasis, el faro, para avizorar, descubrir y replantearse una visión más amplia de la realidad, del mundo contemporáneo e ingresar de verdad en el siglo XX, a través de la luz de la cultura, de la diversidad de las manifestaciones artísticas mundiales.
La cultura, indudablemente, es el principal sustento del hombre pensante, del hombre de hoy; en fin la llegada del ateneo de Trujillo, considerado el segundo más antiguo de Venezuela, producto de un decreto del culto gobernador Numa Quevedo, cuya primera directiva presidió Hugo Unda Briceño, secundado por el humanista caroreño Luis Beltrán Guerrero, constituyó un firme apoyo para que la capital trujillana comenzara a disfrutar de las bondades que implica el derecho a la cultura.
Luego, Valera, la más bisoña de las localidades trujillanas, tuvo la rica experiencia de fundar su ateneo, disipar las tinieblas e inundar de luz sus nacientes entornos, las agrestes colinas circundantes; fue un 9 de noviembre hace 70 años, cuando gente de la valía intelectual de Ignacio Burk, Mario Valecillos y Jacob Senior, perfiló la que fue la casa de la cultura más relevante que ha tenido la hoy bicentenaria urbe.
en los últimos 50 años, el ateneo de Valera contó con la mano generosa de dos mujeres, educadoras ambas, Aura Salas Pisani y Marlene Briceño, para mantener abiertas sus puertas, pese a la incomprensión de algunas voces trogloditas que siempre han atentado contra la cultura.
Boconó, a través de un artículo de la periodista y cronista Lourdes Dubuc de Isea, logró sensibilizar a la hermosa localidad y sus más luminosos hijos, retomaron la propuesta de la escritora de crear un ateneo; un 7 de abril de 1959, la casa de la cultura abría sus puertas para el beneplácito general de la población. Su primera directiva la presidió doña Lourdes Dubuc, timón que al poco tiempo pasó a Miriam Sambrano de Urosa, quien asumió en 1961 sus delicadas funciones.
Durante cuarenta años, Sambrano de Urosa, dirigió con sensibilidad y donaire el ateneo de Boconó, en cuya gestión se editó un libro que reveló a uno de los poetas fundamentales de la literatura venezolana, Paisano, de Ramón Palomares, que aparece en 1964.
La vida ateneísta se enriquece en Trujillo con el surgimiento de instituciones semejantes en las localidades de Escuque, La Quebrada, Municipio Urdaneta y Betijoque, Municipio Rafael Rangel; estos ateneos dirigidos por Francisco Crespo Salas, Adhemar González y José Rafael Mendoza, respectivamente, acometieron una ardua labor formadora y de atención cultural a sus comunidades.
Desafortunadamente, estos ateneos han sido intervenidos, secuestrados por el oficialismo; la cultura ha sido uniformada con un solo pensamiento ideológico, la servidumbre, la baratura, diría Adriano González León; la más absoluta miopía, alejados de la aventura imaginativa, de los grandes movimientos artísticos que han iluminado la humanidad.
En consecuencia, creemos con firmeza, que en Venezuela urge la refundación, replantearse el movimiento ateneísta, con el apoyo y solidaridad militante de individualidades y gente sensible al hecho humanístico, personalidades del mundo universitario, escritores y artistas que amen Venezuela. Es el reto.