Hace un par de semanas era impensable que un escenario político como el que vivimos en Venezuela hoy fuese posible: la reelección por tercer periodo del presidente es una posibilidad real. Hace un par de semanas era imposible que el 80% de rechazo al gobierno nacional y quien lo preside no fuese traducido a la intención de voto más clara y grande, dirigido al cambio político del país de los últimos años ya que, tras la elección primaria, parecía que el pueblo había decidido su representante para la contienda. Hace sólo un par de semanas, la confianza tapaba una realidad que se movía en paralelo a la esperanza y es que la precariedad de la unidad de la oposición venezolana ha sido el talón de Aquiles en los procesos que ha perdido, que hemos perdido. Sólo cuando hemos ido juntos, el triunfo ha sido inevitable.
Todo el país vio con angustia, tensión y asombro, cómo la inscripción de candidatos a la elección presidencial del 28 de julio, un procedimiento que debía limitarse a ser anecdótico y burocrático, se volvía una novela de horario estelar. Vimos cómo aspirantes con partidos express se inscribían sin problemas mientras otras organizaciones que cumplían con los requisitos exigidos por la ley eran vetadas. Vimos aparecer nombres que jamás habíamos escuchado y cómo el gobierno lograba meticulosamente sorprender a la oposición y resquebrajar una unión que parecía definitiva, con la imposibilidad de inscribir a una candidata que supo arrasar en el proceso interno opositor, pero, aunque algunos actores le advirtieron, nunca llegó a contar con un mecanismo claro de sustitución en caso de que su ilegal inhabilitación continuara. Sabíamos que iba a pasar, pero seguimos esperando imposibles en una actitud de ingenuidad casi infantil.
Por eso, en momentos como este, quienes no lo han hecho deben despertar a la realidad. Las instituciones en Venezuela viven un secuestro, la barbaridad de acontecimientos diarios e históricos que hemos vivido el último cuarto de siglo parece ser insuficiente, las lecciones siguen sin ser aprendidas y seguimos poniendo las diferencias por encima de los encuentros, las riñas personales sobre el bien de todos y aunque no hay televisión que valga, lo vemos todo en alta definición por redes sociales, con mensajes que bien podrían ser una llamada o un texto en privado pero no, terminan siendo una lucha por likes y capturas de pantalla para buscar más seguidores. El «liderazgo» en redes sociales ha desplazado a la cordura, la calma, la coherencia y el respeto, cuando llega la hora de hacer política de altura más de un protagonista despierta el influencer que lleva dentro.
La estrategia de divide y vencerás ha sido utilizada por diferentes actores políticos en Venezuela a lo largo de su historia, en esto no está inventando el agua tibia el oficialismo, su objetivo es claro: busca fragmentar el voto opositor, debilitando su fuerza y facilitando la victoria de quienes detentan el poder. Este fantasma del pasado resurge con nuevas estrategias y objetivos, con más potencia porque como bien sabemos una fiera herida es mucho más peligrosa.
Esta es una historia con capítulos por escribir y seguramente vendrán inesperados giros en la trama, pero de algo estamos seguros: con base en confianza y diálogo entre todos sectores que de manera sincera están comprometidos con la lucha democrática, hay que reconstruir esa unidad, aunque a veces parezca imposible, aunque a veces parezca un espejismo, aunque por momentos la sintamos demasiado frágil y efímera.
Decía Gandhi que la política “es la lucha por el poder para mejorar la sociedad “. Es cuando la política conecta con este propósito, impostergable en Venezuela, que se podrá conformar una unidad más amplia, que más allá del proceso electoral del 28 de julio es la unidad que necesitaremos para hacer que los cambios y la construcción del país que merecemos sea tarea de todos. Más allá de nuestras creencias religiosas personales, hoy domingo de resurrección, es un excelente momento para reflexionar en que la fuerza de la regeneración que tanto necesita el país es real y posible sólo pasa por creer, trabajar, construir en unidad.
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