UNIDAD EN LA DIVERSIDAD | Por: Francisco González Cruz

 

Si hay un país diverso en el mundo ese es Indonesia. Está conformado por 17.508 islas distribuidas en 1.904.569 kilómetros cuadrados, entre Asia y Oceanía y los océanos Índico y Pacífico, entre el hemisferio norte y el hemisferio sur. Allí viven casi 300 millones de personas que pertenecen a unas 1.300 etnias, hablan 742 lenguas locales, además del idioma indonesio. Oficialmente se reconocen cinco religiones: el islam que es el mayoritario, el cristianismo, el hinduismo, el budismo y el confucianismo, que conviven en sana paz con otras creencias menores. La enorme biodiversidad armoniza con la diversidad cultural.

Lo que puede ser el mejor paraíso del mundo tiene dificultades por los avatares de la política, sin embargo, desde que se instauró la democracia la pobreza se ha reducido a menos el 10 % de la población y se adoptó con gran sabiduría como lema nacional la frase “Bhinneka tunggal ika”, que quiere decir “Unidad en la diversidad”. Este marco de complejidad lo aprovechó en su reciente viaje el papa Francisco para abordar el tema más audaz de la iglesia y de la humanidad en estos tiempos: la convivencia, entre los humanos y entre estos y la naturaleza.

Desde los tiempos del Concilio Ecuménico Vaticano II en 1962 no se planteaba un desafío mayor, en aquel el de la convivencia entre los cristianos, hoy entre todos los creyentes y no creyentes, que toma como basamento el respeto a la dignidad humana, el trabajo por el bien común y la adopción del paradigma de la ecología integral, como responsabilidad compartida de las instituciones públicas y la sociedad civil, para “estimular la formación de un tejido social más equilibrado”.

El Papa insiste en la diversidad, la “legítima pluralidad” la llama, como uno de los tesoros más preciados de la creación, frente a la pretensión del poder y de la codicia de uniformarlo todo, una de las consecuencias más indeseables de la globalización que diluye la identidad personal, la familiar y de lugares y culturas, imponiendo el consumo estandarizado de bienes y servicios.

Uno de los momentos de mayor significación de la visita del papa Francisco a Indonesia fue su encuentro con el Gran Imán Nasaruddin Umaren la mezquita Istiqlal de Yakarta, en donde se leyeron pasajes del Evangelio y del Corán, y firmaron una declaración conjunta para abordar “la deshumanización y el cambio climático”, asunto este último que afecta de manera muy grave a ese archipiélago. Hay casos, dijo el Papa, en los que la fe en Dios se coloca en primer plano, “lamentablemente para ser manipulada y servir no para construir la paz, la comunión, el diálogo, el respeto, la colaboración y la fraternidad, sino para fomentar las divisiones y aumentar el odio”.

Se refirió como detalles significativos que la propia mezquita fue diseñada por un cristiano, ubicada a propósito cerca de la Catedral de Santa María de la Asunción, a la que está unida por un pasaje subterráneo, todo para permitir la comunicación y el encuentro interreligioso.

Allí destacó que los ritos y ceremonias, ornamentos y vestimentas son importantes, pero lo fundamental es lo que no está a la vista: “mirando en profundidad, percibiendo lo que fluye en lo más íntimo de nuestra vida, el deseo de plenitud que vive en lo más profundo de nuestro corazón, descubrimos que todos somos hermanos, todos peregrinos, todos en camino hacia Dios, más allá de lo que nos diferencia”. “Lo que realmente nos acerca es crear una conexión entre nuestras diferencias, ocuparnos de cultivar lazos de amistad, de atención, de reciprocidad. Son vínculos que nos permiten trabajar juntos, caminar unidos en la consecución de algún objetivo, en la defensa de la dignidad del hombre, en la lucha contra la pobreza, en la promoción de la paz.

Viendo esto uno no puede dejar de pensar en América Latina, tan cerca y tan lejos unos de otros. Compartimos más que cualquier otro continente idioma, religión y cultura, pero ha sido tan difícil la unión. Somos en el fondo una sola nación partida en muchos pedazos, mirando aún con nostalgia o rabia, según el caso, a España, la “madre patria”, o a los Estados Unidos, a China o a Rusia, también según el caso, teniendo la posibilidad de ser la Tierra de Gracia aquí, entre nosotros mismos y en nuestros lugares y querencias.

 

 

 

 

 

 

 

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