La rutina de los venezolanos en estos lugares de la provincia venezolana la impone el servicio eléctrico. Hasta hace poco tiempo la energía eléctrica la suspendían a una hora exacta, por ejemplo a la 1 o las 5, y por 4 o 6 horas, ahora se va a cualquier hora, y dos veces en el día y una o dos veces en la noche. Esto aparte de las repentinas subidas o bajadas de tensión, que hacen corcovear a las neveras y apagar los equipos o dañarlos.
Esa falta de regularidad en el castigo hace que se tenga que estar alerta todo el tiempo que hay luz, no vaya a ser que uno se quede con alguna tarea a medio hacer. Desde la cocina hasta la computadora en el hogar, hasta complejos procesos en la industria, en el comercio, en la educación, en la salud, en los servicios de información, el abastecimiento de agua y hasta en los servicios religiosos.
Y es que la energía eléctrica es un servicio transversal que influye en todo, por lo que este desordenado racionamiento se convierte en una tortura cotidiana, pues a pesar de que se sabe que se va a ir, no se sabe cuándo. Toda una situación digna de la más compleja manipulación maquiavélica.
Como es natural en este régimen, no se espere información alguna, ni certera ni falsa, simplemente el silencia en un monumental desprecio a los venezolanos. No se sabe de inversiones, ni mantenimiento, ni planes de contingencia. No se sabe nada.
Lo que si se sabe es que cuando esta gente llegó al poder hace 25 años el país tenía un eficiente servicio eléctrico, en plena expansión con base a planes y proyectos elaborados y ejecutados por expertos. Los informes de la fecha datan que más del 90 % del territorio nacional estaba cubierto y el 97 % de la población recibía el servicio.
Hoy no hay capacidad de generar la electricidad que necesita el país, a pesar de la baja de la demanda fruto de la crisis general. El sistema interconectado está en muy malas condiciones por lo que la transmisión de la poca capacidad de generación es limitada. La red de distribución es pésima y sólo tenemos que mirar el cableado que lleva la energía a hogares, empresas y organizaciones, para darse cuenta que ni una simple limpieza se ha realizado en años.
¿Qué pasó? Nada bueno. Unas complejas combinaciones de factores perversos crearon un bucle maligno que nos mantiene en tinieblas: corrupción, partidización, militarización, desprecio a la meritocracia, centralismo, autocracia, abandono total de la administración profesional y una enorme pérdida de motivación en la poca gente honesta que allí queda.
En la lista de factores negativos no está la falta de financiamiento, pues hasta el año 2020 “se estima que se han “invertido” en el sector eléctrico venezolano unos 105 mil millones de dólares” según el Observatorio de Ecología Política de Venezuela.
Vivimos una rutina electrizante, en su sentido de pasmosa, absorbente y que nos mantiene en una tensión permanente. Sin energía eléctrica no hay luz para Venezuela. Pero hoy la mayoría sabemos cuál es el camino para iluminar la Venezuela posible.
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